miércoles, 31 de diciembre de 2008

Una Memoria sin balance

“Ahora que nada es urgente, que nada es presente, que hay pan para hoy”

Una memoria es un documento, generalmente bien empastado y en papel couché, en la que se detallan cosas como los balances de una empresa, nóminas de sus directorios o lo que pasó en el transcurso del año anterior. Una memoria, pero en papel de impresora, mica transparente y anillado plástico, también es lo que se supone se debe entregar para graduarse de una licenciatura o algún otro eslabón en la cadena académica. Un peldaño llamado también tesis.
La palabra memoria, eso sí acompañada de un chicle lingüístico compuesto por tres palabras, R,A y M, que es lo que permite a un computador superar aquella barrera infranqueable de hacer algo más que caminar y mascar chicle al mismo tiempo. También supone es el contenido, la materia sobre la que una existencia está hecha, lo que nos hace algo más que la suma de células y materiales físico-químico-biológico. Es aquello que recordamos, los motivos sobre los que lloramos o reímos, las historias personales, las en común y aquellos sucesos en que uno por lo general nunca participa, llamados también Historia, pero esa que se consulta de manera impresa o como nota al pie.
Pero para efectos de un balance o aroma inevitable a lugar común inherente a todo lo que se publica en estas fechas, una definición práctica es que la Memoria vendría a ser todo lo que nos permite hacer Memorias y por tanto engloba los conceptos y entrecomillas anteriores. Un viaje más largo de la habitual por la Ruta 68, pero probable de encontrar un día 31 de diciembre a las 18:00, más un cómodo viaje en el antiguo Polo rojo del 95 (el auto al que más le he tenido cariño en mi vida) dan el escenario preciso para el último posteo del año. Un viaje con un taco surrealista por lo largo, como la Autopista del Sur de Cortázar, en un antiguo auto de mi madre (el primero que manejé por años) que por azar de la vida compró una amiga de mi hermana. Eso es el escenario para escribir estas líneas, aunque darle palabras de más a un taco usando el nombre de un cuento de Cortázar es como medio siútico, en especial, porque no me gusta ni he leído con rigor a Cortázar.
En el mundo exterior, este 2008 ha sido un en que han pasado muchas cosas, las que por cierto se reseñan con detalle en los respectivos anuarios de canales y diarios. Los grandes hechos vienen del Norte, desde Wall Street, de Washington. También del Este, con el despertar de los rusos –que quizá no estuvieron del todo dormidos-, la lavada de cara de China con los Olímpicos de Beijing (si estos tipos van a ser el próximo orden mundial, mejor que los gringos sigan donde están). Fidel se fue para no irse del todo.
Gracias a Dios, Lagos no fue candidato, pero dejó a Frei como inminente y a Insulza en lista de espera. Como Dios no tiene tiempo para todos los encargos de este mundo, Piñera sigue siéndolo. Y todos creyéndose Obama, como denominador común. El Pelado Venegas salió alcalde, Pato Laguna concejal.
El Machester ganó la Champions, España se rajó con la Euro y la Davis, Chile le ganó a Argentina en el fútbol, un equipo ecuatoriano que no era Barcelona ni Emelec ganó la Libertadores, aunque perdió la Intercontinental. Everton impidió que Colo-Colo fuera pentacampeón, lo que en realidad podría haber sido hexacampeón (siempre es posible algo peor). Woody Allen volvió a sacar una película, por fin vino Madonna (para que dejen de huevear sus feligreses con que venga alguna vez. Ahora sólo queda rezar para que no venga por el bis), vino REM, que sacó un gran disco, regresó Serrat.
Se murió Solzhenitsyn, un inolvidable escritor del siglo XX con un olvidable fin de siglol y más olvidable comienzo de milenio, que derivó en un ocaso vital que le hizo poco honor. También murió Paul Newman. Sigue vivo Joan Manuel Serrat, Scarlett Johannson, en fin la lista es larga. También es larga la lista de gracias por quien se murió, como también la lista de lamentos por quienes continúan vivos. Como a lo mejor uno mismo podría parte de esa lista para alguien, nobleza y silencio obligan.
Lo primero es que el 2008 no fue un gran año, pero tampoco fue un bodrio. No pasaron grandes cosas, pero no hubo desastres. Podría haber sido, entonces, el año del descanso. Pero no lo fue, porque no era el minuto de descansar. Fue algo así como el año del funcionario, 365 días en pausa a no sé sabe dónde, pero sin estar sin rumbo o idea de carta de navegación.
Más que los fines de año, lo que debiera importar son sus inicios. Y eso se ve más promisorio, con cambio de casa, y bueno, examen médico de rigor. Con pilas sin tanto desgaste, y sin una caña que lamentar en el horizonte, al no existir en el radar una semi-obligada salida de año nuevo (aunque siempre digo lo mismo y suele aparecer algo). En unas horas más, esperan los fuegos artificiales sobre la playa de Reñaca, el abrazo con quienes quieres. Cena con pavo y puré de manzana, para bajar a la arena con champaña en vasos plásticos, el primer abrazo que sea con una mujer para el amor (parece que no tiene que ser pariente), lentejas frías para no tener problemas de plata –algo funciona-, la vuelta a la cuadra con mochila (parece que es maleta, no mochila). Pensando en lo que no fue y en lo que probablemente no ocurrirá.

martes, 16 de diciembre de 2008

Reseña de una película con retraso y del fin de una época

En la tarde, me puse a buscar entre los cd’s, “El diario de Agustín”, que me lo habían pedido. Por supuesto, no lo encontré. En su lugar, encontré uno de esos tantos dvd con varias películas en formato divx. Esa pila es resultado de un buen tiempo haber tenido la combinación perfecta de banda ancha, no trabajar y un quemador de cd’s (dvd, con el tiempo). Como siempre sucede en esos casos, la leyenda “la grabación a 16x a finalizado con éxito”, se ha visto más veces que las cosas bajadas.
En la búsqueda, di con otra película, que en su minuto -2004- no vi en el cine, como así tampoco cuando salió después en DVD ni cuando la pillé en el cable, un par de años más tarde. Ni siquiera la ví cuando la repitieron en el cable. Tampoco lo hice cuando la bajé, porque los MB que le daban forma pasaron a formar parte de una colección. Pero un domingo, haciendo orden, apareció ésta buena película, llamada “Perdidos en Tokio”.
Es una película que podría decirse, es de amor. Es del tipo de las buenas películas de amor, pero sin esos diálogos que parecen tan inteligentes que parecieran ser como de esas frases que se debieran anotar en caso de alguna crisis de pareja, para no olvidar decirlas, como ocurre con Antes del Amanecer. Tampoco tiene esa carga de fracaso treintón e implícita vuelta a empezar, propia de su secuela, Antes del Atardecer.
“Perdidos en Tokio” tiene ese aire de encuentros casuales, pero de dos personas que no andan en busca de la vida – cosa que se hace cuando se hace de viaje- sino de dos personas que simplemente andan de paso. Un encuentro transitorio, sin posibilidad de seguir algún camino más allá, una atmósfera que tiene como un acertado ejemplo el escenario que da un hotel. Es una atmósfera cargada de antemano a un romance sin sentido pero con una química -que feo es usar esa palabra para esto- imposible de evitar, que se genera entre dos personas: un actor estadounidense filmando comerciales en Japón (Bill Murray) y una joven recién graduada de filosofía, tambiénestadounidense, que acompaña a su marido (Scarlett Johannson).
Es una historia que tiene esa extraña mezcla de amistad y amor sincero, de dos almas muy parecidas pero perdidas y más en ese mundo tan parecido y lejano al mismo tiempo, como lo es Tokio, la ciudad perfecta para esta historia. Hasta el motivo que trajo el personaje de Murray es en si una ilusión más parecida a una estafa: whisky japonés. En ese sentido, el título en inglés –Lost in translation-, encaja mucho mejor que la traducción al castellano.
Aparte de la película en sí, lo mejor que deja es la musa perdida, la misma que a Serrat una vez se le fue de vacaciones, que más de una vez se ha ido de la vida con sólo el pasaje de ida, para parecer sin querer a la vuelta de la esquina. Por cierto, su nombre es Scarlett Johannson y esta, me parece, ha sido su película (quizá Match Point le pelee en algo esto) quien debe ser lo más cercano a un femme fatal de los cincuenta (sólo podría pensar en una Marilyn Monroe que se fue antes de envejecer), dueña de una sensualidad natural que no necesita sacarse el sostén ni pasar por el quirófano, de esos casos que aparecen de muy de cuando en cuando. A eso se suma la evolución de cincuenta años de historia, y que no tiene una gran falla aún conocida (capaz que ande rondando algún video oculto por Internet). Sin duda sería el poster que colgaría de mi pieza, y el argumento perfecto para decorarla como si fuera un taller mecánico sin ser tachado de vulgar.
Pero el hallazgo de tesoros de este tipo se encuentra en riesgo, porque el acumular discos y bajar por gula está amenazado y se considera un delito. Partieron con la prohibición de descargas de P2P, una de las idioteces de este mundo que han iniciado los estadounidenses y que se les pegó a los franceses. De ahí a España hay un paso. Si los españoles caen en este flagelo, como ya empezó a publicitarlo un diario serio como El País, estamos en peligro. Si ellos, que son el ejemplo del flaite que logró el desarrollo y por eso, como son la punta de lanza de los piratas de este mundo, llegan a caer, sonamos. Más allá del tema ese de los derechos y eso, la única gracia de Internet, el tener las cosas a la mano, será sólo una liusión y una anécdota para contar en los futuros almuerzos dominicales a incrédulos futuros niños, que mirarán con cara de no creer en este seudo paraíso, como si fuera un cuento como los billetes de quinientos, que los $10 que alguna vez alcanzaron para comprar un Superocho o que un billete de cinco lucas era un fortuna.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Cosas de fomato.

Obama todavía sigue siendo un senador demócrata por Illinois, aunque en la práctica es ya el hombre más poderoso del mundo, condición que asumirá como tal a fines de enero próximo. Las señales que ha dado hasta ahora no es el gran revolución que màs de alguno quiere ver, y ha sido básicamente la conformación de su gabinete y algunos lineamientos en el plano económico. Estos son los primeros trazos de un futuro cuadro que pareciera estar acorde con lo que esbocé hace algunas semanas. Dejando un poco la odiosa referencia a uno mismo, por ideas escritas hace unas semanas, la verdad es que no había demasiado margen de error.
Con EE.UU. en medio de la peor crisis en décadas, que sin poner en jaque al capitalismo –más que nada por el fracaso de modelos alternativos- ya lo está dejando bastante a mal traer, Obama no tiene espacio para grandes transformaciones (en el evento que las haya planteado). Irak, por cierto, tampoco le da gran margen de maniobra. Pero como su antecesor es nada menos que George W., su misma llegada es raya para la suma.
Lo molesto de Obama, entonces, no es él, sino sus fotocopias, las lecturas que se hacen sobre él, y el correspondiente acarreo de agua para los respectivos molinos. Ya se ha dicho bastante de nuestros políticos creyéndose Obama y del absurdo que se ha visto, tema que ha sido abordado lata (y latosamente) en nuestra prensa. Aquí va una muestra.
Sin embargo, dentro del rosario de absurdos que se han dado al respecto, lo más ridículo apareció hoy día, en una nota muy seria de El Mostrador. Pero al mismo tiempo, se muestra lo que realmente se quiere copiar de él: el formato. El tema ahí es el uso de la tecnología, en el uso de las herramientas de internet, como una suerte de llegar a los no inscritos –principalmente más jóvenes-, hablándoles en formatos que éstos jóvenes entienden, los entiendan.En el artículo. Sería algo así como que Piñera les hable en Messenger, postee en su wall de de Facebook, ya empezó con eso de postearse a sí mismo en Youtube o en un blog.
Obviamente el tema no es Piñera, el artículo fue sobre él porque hoy es el único candidato definido, y por lo tanto trabaja en su campaña. Perfectamente podría haber sido Frei, Insulza, Kast, incluso Navarro (ya innovó usando Wikipedia) El tema es más bien, que este famoso tema Obama es formato, como el power point en la Enade, con un “Yes we can” más falso que Mick Jagger vestido de rockero (iba a decir Madonna, pero como este país tiene esas cosas que hacen avergonzarnos a sí mismo, esa señora provoca lo que hemos visto en estos días).
De lo novedosamente que podría resultar Obama, (o su caricatura, que para estos efectos es lo mismo), nada, en parte porque un tipo como Obama en Chile es una quimera. Para que decir de las lecciones de la crisis, que sólo se distorsionan por estas latitudes, echándole la culpa al Estado que salva las embarradas que se mandaron los bancos (esa película ya se vio en Chile en 1982). ¿Alguien se imagina a un especulador como George Soros siendo candidato a la presidencia de Estados Unidos en medio de una crisis como la de hoy? En Chile, ese candidato hoy sería presidente, aunque las alternativas no hacen sonreir.
Los temas que están en el mundo acá no pesan demasiado, y quienes tratan de tomarlos lo hacen de una forma que linda en el absurdo. Más encima, como la hora de la necesidad es superior a cualquier cara de vergüenza, nuestros empresariosaceptan las mismas distorsiones del Estado que tanto critican para el resto. Al menos en estos días, en el caso de los salmoneros, han tenido la decencia de callar. Pero no hay que ser tan críticos, uno mismo se tapa las narices para votar en las primeras vueltas desde 1999.
Pero como lo que pasa en el mundo rinde en Chile menos que sobre de jugo Yupi en jarro de cinco litros, el tema presidencial, Piñera en este caso, sigue estando en los formatos. Eso que está mejor que la Concertación, que de los procedimientos, cayó a algo más básico: ver quien simplemente no se baja. Volvemos entonces, al tragicómico espectáculo de los últimos meses (que de comedia tiene más de absurdo), donde las cosas son de formato, no de contenido.
Entonces, la renovación, el Chile del siglo XXI, sin las odiosidades del pasado y todas esas cosas de mal gusto recordar, pareciera que es simplemente formato. O quizás algo peor, que todo aquello que se suponía era de fondo, hoy aparece como si no fuera más importante que las formas, las caras nuevas. A lo mejor por eso acá Madonna tiene el éxito que hemos visto, porque lo que importa –en palabras personas con quienes he hablado y que van a ir a sus conciertos, salvo excepciones- no es tanto la música, sino el Show.

martes, 2 de diciembre de 2008

A los muertos en Facebook, San Pedro los devuelve a la Tierra.

Así como las películas malas existen por montones, algunas de ellas tienen extraños componentes que las hacen ser distintas, aún cuando siguen siendo malas. El único problema es que, en éste caso, no puedo recordar el nombre y vagamente recuerdo que en ella actuaba un joven Kiefer Sutherland. Creo que se llamaba algo así como la línea de la muerte. A grandes líneas, se trataba de una suma de tipos que querían verse a sí mismos muertos, para volver al cabo de unos minutos al mundo de los vivos.
El tema, como suele serlo en muchas películas, es bastante absurdo. Así como en las películas, en la vida también hay absurdos. Hoy cometí uno. Me he matado, pero puedo volver a vivir cuando “quiera” hacerlo. Por razones obvias, el mundo que dejé no existe: Facebook. Sería una muerte, por cierto, si esta red fuese un mundo, tal vez algo así como una especie de universo paralelo, donde se ve gente, fotos, recados, copuchas, etcétera a sólo un click de distancia a través de una pantalla tipo lcd.
Dado que las verdaderas razones de una muerte verdadera carecen de sentido para explicar una muerte ficticia, los motivos que le dieron razón de ser se pierden. Primero; pierdo tiempo en la pega. Eso es cierto, pero también uno pierde tiempo en horario de oficina leyendo el diario, viendo argentinas en bikini (si alguien hace semejante homenaje mirando a esos monumentos íntegramente como Dios las mandó al mundo, mejor hacerlo en casa), apurado terminando encargos absurdos. La lista es larga, y no la revelo, porque tengo que volver de lunes a viernes y no puedo quedar tan en evidencia. Incluso, aún cuando se hiciera algo “útil”, se pierden minutos de vida, que podrían expresarse científicamente en CO2 liberado a la atmósfera.
Segundo: me aburrí de ver y saber de gente de la que no quiero saber. Eso es cierto. No tengo por qué seguir sabiendo de una ex polola –que ni siquiera está en el listado ese - saludando de cumpleaños a gente que en su minuto despreciaba, mientras uno terminó pasando por el peor de los castigos cuando uno pasa a ser ex sin quedar como amigos; la inexistencia posterior. Pero como uno nunca debe escupir por la ventana trasera de un auto andando en carretera (para no mandar semejante ordinariez hacia el cielo y con el mismo efecto), se debiera agradecer la inexistencia, porque ésta terminó siendo el camino más sano. Recordar una y otra vez las pelotudeces pasadas es igual de absurdo que simular si Carlitos Robles no se hubiese comido aquel gol off side de Salas en el clásico universitario de fines de 1994.
En ese sentido, esta muerte facebookiana fue una especie de tardío y poético –o sea ridículo- homenaje a esa inexistencia, porque sería como un tipo que se pega un balazo pero que tiene la gentileza de barrer sus restos de masa encefálica, dejarla en una bolsa cerrada para el camión de la basura, para no volver a tocar el timbre (salvo para hacer ring-ring raja). El único problema, es que en ésta muerte, no te lloran. En la verdadera, uno no tiene como averiguarlo. Cosas que pasan en un mundo llamado Facebook.
Tampoco quiero saber de gente que se saluda y se demuestra la amistad, que se quieren, que se invitan por caracteres, publicándolo a los cuatro vientos (¿por qué no se odian ni se mandan chuchadas?). El problema es que hay gente a la que convencí de abrir una cuenta en Facebook, les mandé estupideces, en fin. Terminé siendo una especie de capitán Araya. En mi defensa está en que no me pude dar la voltereta con elegancia, porque nunca pude hacerla en una clase de educación física. Además, tengo el problema de ser copuchento por familia y formación. Por lo tanto, mi muerte es un ejercicio similar al de un alcohólico mudándose a una casa vecina a un bar donde tiene cuenta ilimitada.
Tercero, el que quizá es la pérdida más tangible: los “amigos”. Cierto, pero es un tangible como debe ser sido para un hincha de la U el hipotético faenamiento del burro Luis Miguel, uno de los pocos bienes tangibles de un club de papel, especialmente si no había estadio que rematar para hacer caja. El problema, es que los amigos en Facebook son como el papel. Y cómo hice en mi pieza aquel sacrilegio de ordenar, me di cuenta que no boté papeles, porque no son basura. Por lo tanto, decidí que tenía que botar nombres que se acumularon, algunos víctimas en una suerte de incontinencia por juntar amigos, otros que llegaron de la nada. Ahora entiendo a Piñera por qué no puede dejar de (al menos pensar en) comprar acciones.
El problema con el orden compulsivo, como es la muerte en Facebook, que uno bota a la gente que vale la pena. Como tengo mails y los celulares guardados en el mail (aún no los paso al teléfono), me quedé tranquilo. El problema es que recordé que no anoté y no tengo todos los mails y teléfonos que desearía. Aparte como es feo eso de andar haciendo listas de amigos, o hacer que le pidan permiso a uno para ver una página, decidí hacer el acto más igualitario que he hecho en mucho tiempo: borrar a todos por igual. Además como en este blog ya escribí sobre Facebook, si hacía suicidio, ya tenía redactada la carta que todo suicida escribe de antemano, incluso para muertes tan ridículas como ésta.

martes, 25 de noviembre de 2008

El Diario de Agustín

Cuando se escribe, lo más difícil es dar con un título. Este caso es una excepción, porque lo único relativamente sencillo de escribir sobre El Mercurio es precisamente el título. Ello probablemente se deba a que este título ya fue creado por un grupo de estudiantes y profesores de la Universidad de Chile que dieron vida al documental que lo lleva por nombre. Esta pieza audiovisual se estrenó hace algunas semanas en el FIDOCS y por esas casualidades llegó una copia a mis manos, que reemplazó por anoche a la teleserie de las 20:30 y al noticiero de las 21:00.
Con un cierto dejo a un estilo tipo Bowling for Columbine –como por ejemplo el uso del enojo del entrevistado ante las preguntas que le formulan-, recorre el actuar del diario durante un número específico de episodios, como la toma de la UC en 1967 o el caso de los 119. Está el uso de episodios que con el tiempo han dejado de ser mitos urbanos para dar paso a certezas, como los dineros de la CIA. En fin, una suma de historias que adquieren la contundencia de un reportaje-documental bastante potente.
En una vida llena de lugares comunes, El Mercurio debe ser uno de los más recurrentes en el mundo de las escuelas de periodismo. Análisis sobre cómo maquiavélicamente manipula nuestras mentes, que es un diario de mierda, el Decano como sostén a muchas ideas de tesis fueron temas casi tan presentes como la abundancia de gente formándose en una profesión experta en mirarse el ombligo, tipos autoflagelantes (desde el primer día te repetían como mantra que la boleta iba a ser tu compañero de aquí a la eternidad) y repleta de pichangas y discusiones que anualmente se volvían de peor calaña. Una mediocridad de la cual, lamentablemente, en más de una ocasión formé parte entusiasta aquellos años. Per ese diario no es cualquiera, sino es un caso harto más complejo. (Por eso La Tercera, me atrevo a decir, aunque venda más diarios, en muchos años no será El Mercurio, sino sólo su intento por serlo)
El Mercurio ha sido un tema de nunca acabar, porque es difícil saber desde dónde empezar, aunque lleve sólo cuarenta años como el temazo que conocemos hoy. Partiendo de la base que lo planteado en el documental es cierto y que me reafirmó en ciertas convicciones, no puedo dejar de evitar pensar en el lugar común que es El Mercurio, más allá de lo que a diario trae en sus páginas impresas en sábanas de papel.
Muy pocas veces he escuchado a gente hablar de El Mercurio como un diario decente. También que levanta temas de la nada y transforma situaciones delicadas en guerras sólo posibles en la mente de su columnista estrella de los miércoles, como lo fue alguna vez el marxismo y el famoso ejército de cubanos de 1973. Pero al mismo, esa misma gente paga por estar suscrito o se siente reconfortado cuando sale alguna carta enviada en la A2 o su foto publicada en las sociales, adonde se llega tras echar una rápida vuelta de página a las noticias internacionales. La política, pese a los no inscritos y a cierto intelectualismo de poca monta de buscar en comparaciones ridículas la salida a sus propios pecados (como hoy es la obamamanía o las primarias como santo remedio para la Concertación), se sigue jugando en las ediciones dominicales, donde El Mercurio es amo y señor.
En estos años, El Mercurio ha resultado ser más eficaz en navegar en aguas supuestamente adversas que los militares, capaz de ser más transversal que el CEP, un lobbysta de una eficacia comparable al mejor de los Mapus reconvertidos en directores de empresas. Donde los dardos de sus críticos se diluyen como las balas de plomo en los Terminators modelos post-Schwarzenegger.
Si todo eso ocurre en un Chile donde nuestra supuesta e hipócrita apertura mental de los últimos años (ejemplificada burdamente en el empelotamiento colectivo de Tunick o reconocer al homosexualismo circunscrito al circuito del corte y confección o al Parque Forestal), obviamente ocurre en el círculo de periodistas. Más de un antiguo(a) crítico(a) de la época universitaria o esquiva lacrimógenas en protestas por el crédito, corrió a la primera para hacer su práctica allí y de cuando en cuando mueve su currículo ante algún antiguo compañero inserto en esta empresa.
Eso que suena y es en cierta medida oportunismo, tiene la complejidad de ser al mismo tiempo la más simple de las necesidades humanas, como la es la de llegar con cierta tranquilidad a fin de mes. Cabe acotar, que hay quienes que siempre quisieron trabajar en el edificio de avenida Santa María. En el mundo de los periodistas que quieren serlo, plagado de vínculos laborales que valen tanto como acción de AFJP argentina, el Decano da cierta seguridad. Por tanto, es esperable que el enemigo más enconado del mal llamado idealismo post-cuarto medio no sea la luma de un paco, sino los vencimientos de fin de mes. Aquello que siúticamente se inserta en lo que se denomina el crecer, el hacerse adulto.
Por eso, cuando en estos días el penúltimo de una larga lista de primos sale del colegio (o mas bien emigra de aquella eterna pichanga llamada tercer trimestre de Cuarto Medio), no puedo evitar mirar con cierta nostalgia aquellos días donde todo el mundo te hincha las gónadas sobre qué mierda quieres estudiar (como si se fuera la vida en ello). Me pica la boca por no decirle que evite la maldición de estudiar cualquier carrera que empiece con la letra “P” y se evite tanto onanismo mental inútil. Decirle que la gasfitería –ante tanto huevón inútil con las manos para cambiar la llave de un lavamanos – es el futuro. Sin embargo, el sólo escuchar decir palabras de papá sin siquiera verme en el mediano plazo como tal, hace mantener el hocico cerrado. Sólo cabe esperar a que mi primo no caiga en la maldición de las carreras con letra “P” y que el día que le toque saber su puntaje, no salga corriendo a comprar el Diario de Agustín.

lunes, 24 de noviembre de 2008

A un blog seco

El fin de año trae a veces el fin de las ideas. En realidad, más bien es el fin de algo, como anoche, que es el fin de un fin de semana. Las ideas no provienen de los días, sino de chispazos en lugares insólitos. Leyendo en el baño, en la ducha, cuando aparece una idea cuando en realidad necesitaba otra, cosas de ese estilo. Hay veces que se van, como todas las cosas de este mundo, pero a veces también vuelven.
Hace unos días, leí un posteo de Hernán Casciari. No suelo leer blogs, pero un día –probablemente de aburrido en horario de oficina- un amigo, entre las conversaciones posibles en horario laboral, me dio su web. Lo leí, leí otros y he seguido leyendo lo que escribe. Es realmente un tipo que no sé de adonde imagina las cosas, las escribe con unas palabras que al leerlas uno se pregunta cómo mierda no las escribió de esa manera. Más allá de hacerle una innecesaria propaganda a Casciari, éste último posteo hablaba de la muerte de los blogs. Es una sentencia terrible, en especial para un blog como éste, que sin comentarios habilitados.
Más que la muerte entendida como el fin o el tránsito a otro mundo (dependiendo del caso), en realidad era una especie del todo lo que sube debe bajar, aplicado al ciberespacio. Lo que hace algunos años fueron los blogs, hoy lo es Facebook, y quienes sobreviven a esas modas son quienes ven alguna utilidad a esto, quienes en realidad tienen algo que decir. Si hay algo que decir, poco importan los blogs o el soporte que sea.
Entonces el problema, no es el cómo sino más bien el qué. Después de ser un año poseedor de un blog, la pregunta sobre qué diablos escribir queda siempre. Ante la imposibilidad de decir algo nuevo porque los temas son los mismos de siempre, sólo queda la manera, un matiz.
Por ejemplo es difícil hablar de amor (para efectos de escritura vale el amor de pareja, no el de madre ni el que se enseña en el catecismo), si sólo quedan recuerdos, canciones o algún polvo ocasional (o la ausencia del mismo). Cuando se habla de un amor transformado sólo en el relato de sí mismo, salen cosas bastante honestas, palabras cargadas de una franqueza que se hace imposible de disimular bajo el pretexto de la revisión gramatical. Pero terribles de escribir y a veces innecesarias de leer.
De fútbol tampoco hay demasiado, tan sólo mirarlo y muy esporádicamente jugarlo. De política tampoco, a menos que sea dar una redacción a lo que uno leyó en el diario. Están los papers, pero son muy fomes para hacer algo más que leerlos. Está, por cierto, entenderlos, el inevitable paso posterior, aunque eso es bastante más complejo de dar que el procedimiento obvio de seguir.
Queda el resto de la vida, pero el vivirla es ya un ejercicio suficiente, y que no necesariamente queda bien al ser narrada. También están los sueños, pero aun no he podido escribir mientras ronco. Cuando todo esto se ha ido, quedan las palabras. El único problema es que éstas se han ido junto a las musas, como diría Serrat, y las palabras que quedan están cerca del fin de año, pensando en las fiestas y en que por favor pase rápido el día para que llegue una tarde agradable. En ese estado, que una idea prospere es una quimera, aunque a veces cosas como éstas ocurran.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Rarezas

Cosas raras han pasado desde el último posteo hasta hoy. Pasan en la vida, y también todos los días. Pero no sé por qué, quizás de fijado, han pasado varias en los últimos días o semanas. La “U” pierde tres a cero en Calama, Racing perdió ayer con el gol más raro que recuerdo, al menos desde el penal que eliminó a Brasil del Mundial de México’86. La farándula, alimento para sacar la vuelta en una jornada laboral, dice que los implantes de silicona se lo hacen niñitas que con suerte han terminado la media. Me hice seguidor de una serie transmitida por un aborrecido canal de series –Two and a Half Men-, The Film Zone se puso un canal casi familiar por las noches, tras ver casi un año Mala Conducta me perdí el capítulo final y hoy mi programa favorito lo dan en un canal por definición bodrio, ”los 80”.
Partiendo de la base que es feo pelar a los muertos, los homenajes a quienes se han transformado en polvo y abono para los plantas han rayado casi en el tropicalismo que nos gusta subrayar de Chávez o al hablar de los peronistas. En estos días asistimos a la banalización más absoluta de la palabra memorial, a propósito de Jaime Guzmán, sin dejar de mencionar los homenajes a Ricardo Claro. Sin Kioto que pueda enviar Claro desde la ultratumba, Piñera parece que está a punto de ganar la Presidencia sin subir en las encuestas de manera importante desde el año pasado –ojo con la pregunta “Quien le gustaría que fuera Presidente”-, aun cuando otras preguntas que indican que ganará por paliza el próximo año. Bueno, las encuestas hay que mirarlas de primera fuente, no por los diarios.
Entrando ya en la política, si bien la política siempre ha sido más compleja y absurda que en los libros de consulta, la elección municipal sigue dejando mensajes rarísimos. Una derecha que ganó sin sumar votos más, una Concertación que muestra sus hilachas como pocas veces. Candidatos con dudas hamletianas sin son o no, con un Frei que parece más progresista que Lagos (partiendo por saber qué diablos es ser progresista, una cosa más rara que Chile ganándole a Argentina en el fútbol). Todo el mundo se cree Obama, pero aquí los “negritos de Harvard” serían equivalente a que un hijo de La Pintana fuese el presidente de la Sofofa. A lo mejor es el efecto de tanto Phd titulado de universidad gringa que quiere que Chile sea EE.UU., aún cuando allí pasen los mismos absurdos que suelen pasar acá.
Estamos ante la elección más trascendente desde 1988, pero todo lo que sucede en ese extraño mundo que es la política, parece más de marcianos que nunca. Hasta la inflación está rara. Suben las papas, el pan, o las cuentas, pero los celulares o los computadores están –dentro de lo que han cobrado siempre- baratos. Incluso hasta las mismas rarezas son extrañas, donde encontrar la palabra exacta para describirlas deja más dudas que al principio, cuando uno recién se hace las preguntas.
Raro habría sido que ver a REM hubiese sido un mal concierto, que ver a Serrat y sentirlo cantar como si estuviese a dos metros fuese una frase hecha. Las mujeres en primavera siguen teniendo ese qué sé yo que sólo tienen en primavera, las cuentas aparecen siempre entre el 3 y 5 de cada mes, después del lunes vendrá siempre el martes y el reloj –salvo que salga de vacaciones-sonará a las siete aunque uno se levante apurado media hora después.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Resacas del SUE y del fin de Bush.




Al salir del Movistar Arena, una vez que había terminado la primera jornada del SUE, terminaba lo que, en estricto rigor para muchos de los que fuimos ese día, fue el primer concierto de REM en Chile. REM es un adquirido en hace unos años, casi en paralelo con el tabaco. Si bien Kaiser Chiefs estuvo bien, la verdad no sé que fue Mars Volta, probablemente demasiado experimental para mis oídos. Si bien había escuchado a Mars Volta antes, la primera vez fue hecha con el pie izquierdo: el primer mp3 que escuché al azar resultó ser una tortura de más de 13 minutos de música que no sabía sin comienzo ni fin. Una profecía autocumplida que se concretizó aquel lunes 3 de noviembre en horario de noticieros. Mars Volta es un grupo que me pareció algo así como el equivalente en bandas a un Stalker de Tarkovski o al Ulises de James Joyce. Sufribles, probablemente unos genios de la música invisibles a mis básicos sentidos. Sensación comprensible, porque esa noche fui a ver a REM.
Casi al finalizar, uno de mis compañeros de concierto y gran amigo, me comenta al oído, ¿te imaginas si McCain gana mañana, como va a ser este concierto? Ese mañana en realidad fue ayer, que ya mañana será anteayer. Pero viendo las noticias, no puedo dejar de hacer ese ejercicio. Por cierto, es una práctica tan inútil como si Pinochet no hubiese convencido a Allende de no convocar aquel famoso plebiscito el 10 de Septiembre de 1973, si el general Matthei no se va de tarro aquel de 5 de octubre, como si Carlos Robles no se hubiera comido ese gol off-side de Salas en aquel clásico de Noviembre de 1994, si en aquel verano de 2004 no hubiese hecho tantas estupideces, si al año siguiente me hubiese dedicado a trabajar de periodista y no hubiese metido en aquel magíster sin destino que, curiosamente, sí me abrió una pequeña puerta laboralmente. En fin, el clásico ejercicio, para el cual los ingleses patentaron esa maravillosa diferencia entre el “yes” y el ”if”.
Aún así, la pregunta sigue abierta. No tanto por lo que hubiera pasado al día siguiente en el Arena Santiago, sino por McCain. La respuesta es que no sé si hubieran cambiado demasiado las cosas si McCain hubiese sido electo presidente. Por una razón bastante lógica. Estados Unidos sigue siendo el mismo país inserto en un mismo planeta y dimensión. El país que asumirá Obama en el 2009 es el mismo que habría asumido McCain.
EE.UU. está en la que aún puede ser la peor recesión desde los 30’. El retiro de Irak no es posible en mucho tiempo, en especial porque pese al desastre de invadirlo en aquel 2003, donde el oasis de democracia liberal que brotaría como maná en el Sinaí tras la invasión es en realidad una potencial Yugoslavia versión 2.0 entre el Tigris y el Eufrates. Porque EE.UU. tiene que seguir girando a una línea de crédito reventada y mantenida a respiración por una China financiando el déficit a través de bonos soberanos. Todo ello para pagar más tropas que aún no puede dejar de desplegar en Irak y Afganistán; un retiro es una caja de Pandora comparable a la que los ingleses dejaron tras de sí al abandonar Palestina en 1948.
Obama, uno de los presidentes intelectualmente mejor preparados (pese a que su antecesor le baja la escala a cualquiera) es víctima inevitable de su propia figura. El primer presidente negro, el hijo de inmigrantes, y de la alegría visceral que provoca su triunfo (o más bien el fin de Bush) llegará el turno de la lógica de Estado. Suena la voz de Stipe, surgida calculadamente desgarradora desde aquella noche en el Arena, que resulta ideal para describir de una manera no esperada este primer día del fin de la era de George W…. It’s been a bad day, please don´t take a picture.
Hay alegría en Nueva York, en Berlín, en Boston, en Nairobi, Caracas, Madrid, Santiago, San Francisco o París. Pero hemos visto poco del Estados Unidos de fondo: nada de Oklahoma, Alabama, Carolina del Sur, Montana o las Dakota. Tal vez es mejor no saber por ahora el qué ha pasado allí, porque a veces simplemente el que no pase demasiado dice más que una euforia cuya única certeza es su propia resaca. Es como volver a escuchar Mars Volta (en disco eso sí), que no resultó tan terrible, quizá por el simple proceso de un equilibrio inevitable. En eso cae casi de cajón que surja un Obama, sin duda es el sello amable de la moneda, donde la cara aparecerá cuando el Presidente de EE.UU. se llame Obama, y deje de ser el candidato triunfante. Queda sólo la esperanza que este período no sea tan amargo como éstos últimos ocho años.

lunes, 27 de octubre de 2008

Aires Peronistas

Como es usual, destino más tiempo a lo que no debiera en lugar de enfocarme en lo que sí hay que hacer. A veces ha sido la fotografía a la antigua, en otras, armar maquetas. En días de elecciones, es armar una planilla Excel y ponerme a jugar con los cómputos. Ejercicio bastante inútil por lo demás, porque los mismos datos –décimas más o menos- los puedo tener con mirar la tele o Internet sin hacer mayor esfuerzo. Dado que siempre me costaron las matemáticas, el Excel me da lo que el cerebro me negó en el colegio, me es dignificante crear números, aún con esfuerzo para anotar las celdas con cierto orden.
En en estos momentos donde me nace el cientista político que no he sido, y con cierto esfuerzo, puedo hacer un análisis con algo de coherencia. Viendo los análisis en TV, que en su mayoría que tuvieron más de cuentistas políticos que de cientistas, no me queda más que reconocer, con cierto dejo de verguënza propia, mi simple condición de periodista, profesión a la que tanta porquería he tirado en posteos anteriores. A la espera de papers y análisis más fríos, sólo me queda el simple, pero muy defendido, sentido común.
Curiosamente, dentro de la sensatez posible, la analogía ha sido el fútbol, concretamente al supuesto cambio cultural que habríamos experimentado con Bielsa, donde los triunfos son tan evidentes que no necesitan explicarse por sí solos. Cuando para decir que se ganó hay que explicar, no resiste mayor análisis. Si por la eliminatorias, cuando nos toque jugar contra Brasil nos toca perder sólo uno cero, ¿es eso un triunfo? (Dado que en Santiago perdimos por tres). Si en dos partidos tengo cero puntos, ¿cómo puedo decir que gané el último? El problema es que eso pasó en las elecciones de hace unas horas. Conclusión preliminar. El fútbol, el vilipendiado fútbol, de veintidos imbéciles -más miles en una gradería o millones por TV-. tras una pelota, dejó una lección. Una victoria no tiene por qué explicarse, basta por si misma. Cuando se empieza a explicar por qué gané, algo empieza a oler mal. Y efectivamente, puede terminar con mal olor.
La derecha sacó más votos en la elección de alcalde sin subir sus votos significativamente, pero ganó. La Concertación sacó más votos en concejales, bajando lo que sacó en 2004. Curiosamente, es probable que la Concertaciones saque más alcaldes (la derecha tiene más votos porque ganó las ciudades más grandes) y la derecha tenga más concejales de lo esperado (por el cálculo de cifras repartidora). El primer gráfico es de alcaldes y el segundo de concejales, con cifras del tercer y último cómputo de la noche











Dentro de lo que se ha dicho, hay ciertas curiosidades. Todo el mundo –político- se dicen que son elecciones que no son comparables, pero igual son comparadas por quienes previamente dijeron lo anterior. Dentro de esas curiosidades, con los alcaldes pasa algo especial. Por ejemplo, que alguien diga que el casi 80% que sacó Virginia “diez por uno” Reginato en Viña significa que la UDI es el 80% del electorado viñamarino, sería como decir que Colombia estaba 5x0 sobre Argentina en 1993 por ganar en La Bombonera.









La impresión, confirmada lamentablemente, es que los alcaldes se han transformado en pequeños reyes, donde hagan bien o mal su gestión no es tan relevante para ser reelectos. Este tipo de elecciones nos hace parecer bastante tropicales, lo que es peor, hay bastantes síntomas de que tenemos bastante de peronistas, aunque sea a la chilena. Poco importaron las irregularidades pilladas por la Contraloría, lo que no es nuevo. Basta recordar el caso de Rodrigo González el 2000, cuando, pese a ser destituido, salió concejal sin moverse del escritorio (lo habían inscrito por si acaso) Por lo tanto, a la hora de pelar a los argentinos en lo único que le podemos ganar (salvo excepciones como la del miércoles 15) hay que pensarlo dos veces.
Dice bastante que los principales resultados o novedades se dieron en municipios donde el alcalde no iba a la reelección, más allá de la siempre odiosa excepción que es el pelo en la sopa a la hora de sostener algo, como es en éste caso Valparaíso. Sí es destacable que los feudos no fueron tan hereditarios, como los casos de Soria (Iquique), Indo (Quilicura), la señora de Pedro Velásquez en Coquimbo, o Cerro Navia, donde si los Girardi ponían un ficus como candidato probablemente ganaba, lo que no ocurrió.
Es difícil sacar conclusiones, porque permiten sostener disparates. Descontando que Viña se volvió insoportablemente momia, aunque no más derechistas que mi colegio en mis tiempos de escolar, la derecha ganó su primera elección desde 1958 sin subir sus votos significativamente (alcaldes) pero al mismo tiempo sigue siendo minoría políticamente (por los concejales). El argumento dado por ellos en los noticiarios sería como decir como que la Católica no perdió el clásico porque fue uno a cero y sin Medel o que vamos a perder porque un Salvador Imperatore 2.0 sacó un penal de la manga. Es como decir ganamos el Chile 3, pero no salimos campeones, pero nos declaramos campeones. (el torneo chileno sigue dando botones de muestra como varios de los vistos en las últimas horas)
La Concertación hizo su peor elección, pero es curioso por qué no terminara peor (si fue en dos listas y donde ser candidato a concejal era más fácil que encontrarle un romance a Pinilla). Y lo más curioso es que perfectamente puede ganar la elección del otro año, al igual que, pero en menor medida, la derecha. Aunque el problema de la Concertación no es ganar, sino qué cresta hacer si ganan. Si esto fuera fútbol (pero no chileno), sería más simple. Pero es política, y chilena, que hoy se parece más a la peor fotocopia de la argentina o del tropicalismo del que tanto nos gusta reírnos.

jueves, 23 de octubre de 2008

La cruz de ser cruzado.

De tanto hacerle el quite, finalmente llegó la hora de escribir acerca de pecados inconfesables, de esos que inevitablemente hicioeron todavía hacen sonrojarse. De esos pecados sólo posibles de sostener con idioteces que se dicen y hacen a los quince años, porque hacerlas después te vuelven un imbécil sin remedio. El problema es que ya no tengo quince años, sino que en menos de un año duplicaré esa edad, y el pecado de origen no sólo se sigue cometiendo a diario, sino probablemente me acompañará hasta la tumba.
El peor pecado de un hombre es aquel que tiene la mayor dulzura posible de encontrar en este mundo, como es una mujer. Pero como las mujeres de mi vida han sido menos que los dedos de una mano que no tiene todos sus dedos, queda sólo un amor que no se marchita ni con los años ni en los odiosos encuentros posteriores de antiguos amores convertidos sólo en recuerdos de carne y hueso: el equipo de fútbol. Un equipo de fútbol es como una mujer que te acompaña desde niño a viejo. El problema pasa a ser cuando te equivocas en elegir, porque aún cuando en este caso –el equipo- es posible un divorcio, si cruzas ese Rubicón, te transformas en un hijo de puta para siempre.
Tu equipo es el de tu país, al menos de la tierra en la uno se ha hecho hombre. Te pueden gustar, o ser fan de equipos, que pueden ser mejores y probablemente de otros países, pero tu equipo es sólo uno. Esta poligamia ficticia e inócua respecto a los equipos de fútbol es fácil de explicar. Puedes encontrar de otro mundo a Scarlett Johansson, tener un sueño con Paz Vega del que no quieres despertar, pero mujeres como ésas existen en un universo paralelo (además en mis sueños no están musas como esas, porque son bastante más fomes). En cambio, la mujer por la que puedes soñar despierto puede estar a la vuelta de la esquina, envuelta en el inevitable e irreversible proceso de ver cómo empezó a caer lo que alguna vez estuvo en su lugar, comenzando a desarrollar mañas de vieja de mierda siendo sólo una cabra chica. Cuando sólo es una simple mujer, pero que no sé porqué la ves como una princesa de cuentos, sabiendo que la monarquía es una mierda y la república una virtud.
Por eso te puede dar gusto ver al Barcelona pasar por encima del equipo del franquismo o ver a la Lepra en el suelo, sea en el Gigante de Arroyito o la cubetera del Parque Independencia. El problema está en ése equipo, que es tu equipo. A partir de esto queda claro, que soy es la Católica. Objetivamente, no tengo idea porque soy de la Católica ni por qué no me he cambiado. Tampoco sé cuando empezó todo. La lógica debería indicar que eso es culpa de los padres, pero ésa debe ser una de las pocas cosas que nunca, ni en la imbécil de las juventudes, le critiqué a mi papá.
Viéndolo con sangre fría, la Cato es un club de mierda. Bota a sus jugadores, que terminan odiándolo y jugando por otros clubes, incluso por el Colo o la U sin pudor alguno. En pocos clubes, un ídolo que se retiró allí (Gorosito) termina en tribunales porque los dirigentes buscaron ahorrarse una chaucha de más en el frustrado partido donde el Pipo debía retirarse. Tiene una casa (San Carlos) donde, no puedes hacer cumpleaños porque los vecinos temen que tus invitados de piedra (Colo-Colo especialmente) les meen el antejardín. Un estadio donde más encima tienes que sufrir en Transantiago para llegar. Un equipo que tiene a la hinchada más insoportable y exitista de Chile, y donde a los pocos hinchas fieles los tratan como lumpen, porque vienen desde la ribera norponiente del Mapocho. Donde la mayor visión de futuro de su dirigencia consiste en postergar la salida a la bolsa por temor a la crisis financiera y en hacer corretaje de propiedades con Santa Rosa de las Condes. Donde el estigma del vicecampeonato es tal que hasta para ser vicecampeones, hoy estamos en segundo lugar detrás de… Colo-Colo.
La Cato, pese a todo ello, tiene esos detalles mágicos. La final del 93’, a la que se llegó porque Dios es grande y porque ése era un equipo de hombres, donde Lunari ponía el fútbol, lo que dice mucho, con tipos como Almada o Barrera de delanteros, pero al mismo tiempo con “Charly” Vásquez en su mejor minuto de líbero. Tiene esos equipos que no salen campeones sólo porque Dios (o Carlos Robles) no los quiso, como en 1994. Porque saca del sombrero triunfos inesperados, como ganarle a Boca en 1997, en la Bombonera y con un Maradona, que pese a todo, todavía era Maradona. Pero un club que, al mismo tiempo, muestra indecencias como no ganar un partido en el bolsillo con Corinthians el 2006, perder 0-3 con Huachipato en Santiago o que Audax nos tenga de hijos. Porque si bien la UC termina pariendo a un “Chamuca” Barrera que nunca explotó, saca también del sombrero a un Gary Medel.
La UC, también, fue testigo de mi primera hijoputeada de mi vida, cometida sólo por la inexcusable torpeza de los quince años. No sé porque ni cómo empezó, pero en 1994 hinché por la U. De la boca para afuera, cierto, pero uno es responsable de sus actos, no de lo que sienta para callado. No sé si fue porque encontraba el colegio un antro de cuicos –había mucho hincha de la UC per cápita, lo que puede resultar odioso-, o porque no había un solo chuncho (síndrome Contreras). Pero como la vida castiga, ese año la U salió campeón de la forma en que salió, con Robles expulsando a Gorosito y cobrando un gol más falso que teta de silicona en el clásico decisivo y con aquel regalo desde los doce pasos dado por Imperatore en la última fecha en El Salvador. Ese año, aprendí que la vida castiga. No a palos, pero con dureza.
Por una lección aprendida, consistente en que no se debe jugar con cosas que no tienen repuesto, volví al lugar donde nunca en realidad me fui. Un lugar con más defectos que cualquiera, capaz de albergar lo peor de lo nuestro, pero con la magia de las esporádicas cosas bellas y felices de la vida: la UC. Porque si bien cargamos con el estigma de ser el equipo del barrio alto, el equipo del dictador fue otro y los árbitros no nos regalan campeonatos. Porque pese a todo sus defectos, cuando la UC gana sale crujiente el croissant en Vitacura, pero también la marraqueta se vende con más sabor en Renca. Porque en la vida puede haber más de una o dos mujeres de aquellas, pero equipo sólo hay uno.

jueves, 16 de octubre de 2008

Triunfamos como nunca, pero con las volteretas de siempre


No es mentira, sino una verdad en toda su expresión. Del porte de la Catedral a la que Basile y Argentina tendrán que ir a llorar por primera vez. Efectivamente, ocurrió. Por primera vez Chile le ganó a Argentina, a nivel adulto, jugando por los puntos. Ocurrió un día que recién fue ayer: 15 de Octubre de 2008. Un día para anotarlo en una libreta donde no se borre, apuntar qué calcetines usé (unos blancos con unas rayas y un siete de color celeste), que llevaba en el bolsillo de la chaqueta café: “El Crá” en uno. “Estrella” de Kazakievich, que es una novelita tipo de cowboys al estilo soviético – o sea de soldados peleando en el frente oriental contra los alemanes-en el otro. Qué llevaba en los bolsillos, quien estaba a mi derecha –un amigo que ha empezado a ser cábala- y un niño que por primera vez iba al estadio –qué debut- y que lo llevaba su madre. Fue una noche sin frío, con luna llena, gritando un gol cuando no se sabía que iba ser el del triunfo, como loco cuando el colombiano ese tocó el silbato. Uno de los goles más hermosos que he gritado: por el partido, el rival, el gol y porque no estaba la voz de Canal 13 de fondo.
¿Exagerado? Para nada. Ganarle a Argentina era una apuesta que hoy día habría pagado mucho, la que sólo podría haber sido superada en su nivel de incertidumbre por las bolsas del mundo en estos días. Alguna vez le ganamos a Brasil, también a Uruguay. Goleamos a Paraguay alguna vez. Pero a Argentina, jamás por los puntos, salvo el preolímpico del 2000. Lo más heroico fue el 2-2 en el Monumental de Núñez el 2003. Pero con Argentina es algo especial. En nada. En tenis, nos ganan –salvo un par de Copa Davis por ahí-, en básquet nos hacen bolsa, en Rugby puré, en el resto ya ni sé. Cuando las argentinas se ponen traje de baño, mejor ni digo para que no se piquen las chilenas. Tienen Buenos Aires, nosotros Santiago. Ellos a Borges o Cortázar, nosotros, bueno mejor omito (no me hagan decir Neruda). Tenemos políticos algo más decentes, pero eso es porque no tenemos peronistas, así que no vale. ¡Si lo más cercano a triunfo es a Benjamín Vicuña enamorando a Pampita, dejando a los reyes del verso fuera de combate!
Por eso lo de ayer fue único: le ganamos a Argentina. Todo eso ocurrió hace unas horas. Poco importan los diarios de hoy, parecido a los tipos que deben haber ido a Plaza Italia haciendo el loco. Pero vale la pena echarles un vistazo, en especial a los argentinos (no es porque sus periodistas deportivos sean del otro mundo, sino porque siempre es preferible el original a la fotocopia). Leer Ole, es hoy una delicia: "Parecían 15 contra diez", es la que quisiera no olvidar. Leer la nuestra, lo que se podía esperar después de ganar.
Un análisis más frío dice que Argentina jugó mal porque Chile lo hizo ordenado como pocas veces, que anuló a Messi e hizo que el Kun Aguëro recordara que su único gol –por una noche- fue hecho a Maradona, pero no al pelusa, sino a su hija. Que Orellana hizo olvidar a Sánchez, que el Pitbull Medel comenzó a vengarse de aquella semifinal en el sub-20 del año pasado en Canadá, precisamente frente a Argentina. Que Contreras olvidó sus salidas en falso. También que Zanetti jugó como nunca –pero mal-, que Demichelis se dedicó a sacar goles. Que los humos se deben disipar y no subirse a la cabeza, es una tarea que no hay que olvidar a partir de hoy, pero dejarla de lado, por una rato, anoche. Y para los exitisitas, que lean a Bielsa de anoche, ahora que sus bonos subieron, a ver si los iluminados de siempre entienden.
Ver Fox Sports anoche fur un ejercicio un poco surrealista. Ver a Basile decir que los quienes quisieran llorar, que se fueran a la Iglesia. Ver la polémica Bielsa-Basile, un bodrio más inflado que las Farc operando en la Araucanía y que, de rebote, se compraron gratis acá (aunque, hidalguía de por medio, hay que reconocer que no fueron los periodistas deportivos chilenos en inventar leseras. Esta vez fue peor: la copiaron sin más)
¿Qué más se dice, después de ayer? ¿Nacionalizamos por gracia a Bielsa, Bonini y Berizzo? ¿Los recibirán en La Moneda? ¿Todos son bielsistas, dándose la ya no sé cuánta vuelta de carnero? ¿Ahora somos campeones mundiales? La verdad, no sé si alguien lo sabe. No sé que pasará después, si llegamos al Mundial o no. Probablemente sí. Es una probabilidad, valga la redundancia, que es reducida porque Paraguay se disparó.

Pero la lógica que se vaya a la punta del cerro, por un rato, porque lo de anoche fue cierto. Es cierto que a Suazo se le fue por un pelo que no tiene el segundo, pero también que el cabezazo de Demichelis no entró al final; en partidos normales contra Argentina, esas pelotas son goles argentinos. En fin, la racionalidad sólo para quienes presumen de ella, en los suplementos deportivos. Para uno, la satisfacción de estar en la historia. Incluso si, milagro o Bielsa mediante, empezamos a jugar y ganar como la gente en cualquier lado y ganarle a Argentina no sea tan equivalente a un milagro, está la satisfacción de estar en la historia, por que fue primera vez. En una noche primaveral, con una dulce luna llena como fondo al pitazo final. Como una primera vez, pero de las lindas.



PD: El video de abajo es para no olvidarlo, y anotarlo en la piel.




lunes, 13 de octubre de 2008

Tropiezo en el ombligo del mundo.

Como los temas de este blog no son muy variados, no es una gran sorpresa que estas palabras sean sobre fútbol. Dentro del gusto de ver este deporte –sobre todo cuando jugarlo no es lo mismo que antes-, ideas no faltan, como la prometida introspección para dilucidar por qué soy hincha de la Católica o de iniciar una manda o cruzada –con herramientas cercanas al esoterismo y a la religión perdida- para que Palestino no llegue a la Libertadores en el Chile 3 (por vergüenza ajena, aún no sé cómo el Estadio de La Cisterna sigue abierto), al final el tema es el de siempre en estas jornadas: las eliminatorias.
En 18 partidos, la lógica indica que hay partidos muy malos. Uno fue éste. Por cómo se jugó, esta derrota es peor que las anteriores con Paraguay, Brasil y con Argentina hace poco más de un año. Por el equipo a enfrentar, con el orgullo de si mismos propio de los porteños en la época de la pizza y el champagne durante Menem pero con las limitaciones propias de Ecuador, porque si bien ésta década en términos futbolísticos, ha sido la mejor de su historia, viene inflado a lo Wall Street en estas semanas, y tengo la impresión que eso se notará en estas eliminatorias. Esta derrota fue peor que las anteriores porque Ecuador no pasó la máquina. Es cierto que, especialmente el segundo tiempo hasta los 75 minutos, poco después del gol de Ecuador, Chile no cruzó la mitad de la cancha, pero las principales llegadas de Ecuador fueron de remates de fuera distancia. Ecuador no podía entrar, y en eso algún mérito existe, si se puede rescatar algo de un partido malo.
Éste fue el partido posible, en especial después de la expulsión de “chupalla” Fuentes, y por eso a veces las decisiones se toman con demasiado pragmatismo, en especial de visita y cuando el cero aún existe. Este fue un partido de ellos, lo que se evidencia de manera clara con la salida de Fernández por Contreras. Podría haber entrado Morales antes y no haber sacado a Suazo sino González, pero ya eso es especulación y no la verdad revelada por nuestros comentaristas. Ciertamente, no era el partido para Valdivia, en especial con un juez repartiendo tarjetas como el millonario Farkas lo hace con las propinas. Así como nos podríamos haber llevado tres goles más, también se podría haber empatado. Pero se perdió y punto.
Sin ser general antes de la batalla (en el caso de Ecuador) y ponerme el parche antes de la herida (Argentina), para ésta doble jornada calculo un punto. Porque podía estar dentro de los cálculos un empate (o derrota) ante Ecuador y viceversa con Argentina en Santiago. No es que tenga vocación de locutín Santibáñez, pero era difícil este partido en Quito. Se perdió porque Ecuador jugó mejor y Chile mal, su peor partido, aunque estuviera en los cálculos.
De los cambios obligados, si yo fuera entrenador, pondría a Ponce y Contreras por Fuentes y Jara (creo que va a entrar Martínez antes) y dejaría a Medel en vez de Cereceda en el medio. Pero ponerse de entrenador con sólo el control remoto es de digámoslo suave, de pajeros. En ese sentido, y cómo suele pasar estas eliminatorias, lo que quedó en esta jornada son cosas extra fútbol, como los periodistas deportivos, con una capacidad de verse en el ombligo que cada día asombra (a lo mejor será porque estaban en el ombligo del mundo).
La vergüenza ajena que anden buscando que Bielsa diga que se equivocó, lo enfoquen si grita o no, si tira un escupo o no, etcétera, de inflar cada partido como si fuera la guerra mundial (Venezuela no era la Holanda de Cryuff, ni Brasil la selección de Lichtenstein, y que estén fuera Tévez o Riquelme el miércoles no es garantía de nada). De opinar hablando en lenguaje seudocientífico de los cambios y tácticas del fútbol. Esta bien y es parte de la prensa ser aguja, aunque debieran serlo también en temas donde hoy no lo son, cuesta de verdad y es necesario serlo, como la economía o la política. En el fútbol, como en la farándula, ser aguja es gratis.
Hoy, los periodistas deportivos se creen técnicos, aunque sin micrófono son otra cosa. Dos casos de valientes al micrófono que se pusieran el buzo: un periodista (Daniel Salvador en Palestino durante 2003) y un comentarista (Bonvallet el año pasado) que se pusieron a dirigir, y el resultado fue raya, pero para la resta. Mención aparte, ésta eliminatoria se ve más larga, no sólo porque las eliminatorias sudamericanas son las más difíciles del mundo, sino por los partidos que - descontando los que pueda ir al estadio- me quedan por ver en Canal 13.

jueves, 9 de octubre de 2008

Acerca de la falta de Dios (o el exceso de economistas y colocolinos)

¿En qué se parece un colocolino a un economista? En lo agradable que resulta verlos perder. Esta frase, que suena más a un chiste fallido que a la realidad, es hoy una certeza, dentro de lo poco que se puede ver con humor respecto a la actual crisis financiera. Si uno no escribe en lenguaje de paper, es un poco absurdo hablar de economía. Pero como el mundo está vuelto patas para arriba y las bolsas mundiales andan como mujer despechada en día 14 (o un hombre con una piscola de más) uno puede permitirse hablar de economía sin aproblemarse demasiado.
Por ejemplo, veamos la crisis del 82’, citada como un rescate ejemplar de un sistema bancario casi quebrado, puesto como ejemplo. Es cierto que se salvó, pero el costo pagado fue de aquellos (pagado por el Estado, cosa que los neoliberales nunca les gusta reconocer) Hojeando un “Entre el neoliberalismo y el crecimiento con equidad”, en su edición del 2001, un libro de Ricardo Ffrench-Davies (un chicago boy, pero de los sensatos), el resultado de la crisis bancaria del 82’ es horrible: por ejemplo, el PIB chileno de 1981 cayó de tal manera que recién en 1989 el PIB fue mayor al de 1981 (p.208). En 1982, la deuda externa de Chile llegó a cuatro veces sus exportaciones y representó el 71% del PIB (p.212). O leer el capítulo sobre Corea en “Malestar en la Globalización” de Stiglitz, sobre el beneficio de no hacerle caso cien por ciento al venerado mercado (sin que te tachen de bolchevique en el intento)
Si bien, todo parece indicar que en Chile no estamos en el ojo del huracán, eso puede estar tan cerca de ser cierto como demostrar científicamente la existencia de Dios. La única diferencia es que sólo queda la fe, pero en vez de Dios al cual aferrarse, sólo quedan los economistas y sus pronósticos, hoy más cercanos al horóscopo de tabloide que a la ciencia (en todo caso, no sé que más miedo me da).
Por eso, mejor no hablar de economía, pero sí de los economistas. ¿Qué es un economista? Es una carrera, licenciatura, maestría y doctorado (PhD para los siúticos) por la que, de no mediar una fobia por las matemáticas, habría sido bastante feliz de estudiar. El único problema, es que para ello, o se es brillante o se debe hacer la lenta carrera de la academia (mientras tus compañeros disfrutan de una carrera aún cotizada en esta selva llamada mercado). De haber superado la fobia por la herencia de Pitágoras, probablemente habría estado en el segundo grupo, por huevón más que otra cosa. Entonces, un economista es algo así como un tipo que estudia economía y que, en los últimos años, ocupa mucho fórmulas, ecuaciones y demases para dar explicaciones de los asuntos económicos. Es una rara mezcla: tienen la patudez de los médicos –aunque a diferencia de los galenos, tienen la deferencia se hacerse llamar doctores después de obtener el doctorado-, el ego de un abogado, la charlatanería de un periodista, el amor propio de un artista y la visión del mundo propia de quien sólo quiere estar en uno que no es el suyo.
Además, sí se está en Chile, alguien que es capaz de opinar de economía, política, transportes, gastos de defensa, y ahora, incluso al fútbol (con la moda esa de las S.A., cuyo principal ejemplo es hoy Colo-Colo o la U, cuando salga a la bolsa hasta el burro "Luis Miguel" y lo que queda del estadio de mecano). Es un opinólogo que fundamenta en ecuaciones. Un tipo que puede decir “Juan se tiró un pedo –léase peo- en tu cara” sin que suene la estupidez que realmente es. De esos que opinan de cualquier cosa, pero, ¡ay hay si alguien que no sea economista hable de economía!. Un país donde un economista puede ser ministro hasta de Salud o de Defensa, pero donde un médico o abogado no será ministro de Hacienda o Presidente del Banco Central.
Aunque dé un poco de pudor a estas alturas echarle la culpa de todos los males de esta tierra a Pinochet, en especial después de muerto (pese a que sus años han sido de lo más cercano al infierno en estas tierras), los economistas de hoy son una pesada herencia de aquellos años. Para ser más justos, es el neoliberalismo con fuertes raíces hasta hoy inimaginables (como los colocolinos) El culto por la economía, o los economistas, viene de aquellos años, reforzándose en estos años de la vía chileno al desarrollo. Hoy día, algunas de estas extrañas situaciones, se han vuelto una paradoja.
Por ejemplo, el efecto esque el neoliberalismo incubado en aquellos años, y matices menos, vigente hoy en día, se parece en parte a lo que imaginaba Marx (si alguna vez lo entendí, dentro de lo poco que leí de él): la economía como eje conductor de la sociedad, sobre la política incluso. Otra la da la revista Economist (revista que a la prensa chilena, como una especie de oráculo de Delos, le encanta citar cuando critican a Bachelet), en su edición del 27 de Septiembre, “The doctor’s bill”: el gran objetivo del rescate financiera es evitar una gran depresión que termine por afectar al libre mercado –al estilo de los años 30’- (suena mejor en inglés, pero éste me basta sólo para leer con cierta decencia). Por supuesto, este artículo aún no lo veo traducido en algún diario de la plaza (aunque a lo mejor está). Quien lo diría, que el Estado, el odiado estado, finalmente los salvará de nuevo.
Pero ante la evidencia, los economistas –no todos son para no caricaturizar- reaccionan como colocolinos: no reconocen nada de la embarrada hecha, le echan la culpa a un externo (al Estado que no intervino o no reguló y por supuesto al mercado que resultó no ser tan perfecto, sigue siendo una verdad revelada) y esperan que el mismo Estado los rescate, como lo hicieron los colocolinos pidiéndole limosna a Pinochet para que les terminara el estadio. Y aunque finalmente no hubo chaucha caída desde La Moneda (en temas de plata, se manejaba el general), algo de razón tenía Nelson Pinto al celebrar un gol en el Monumental con la nariz tapada.

domingo, 5 de octubre de 2008

05'10''2008

Recordar los aniversarios es un acto que tiene mucho de hermoso, de feliz, pero al mismo tiempo con una dosis proporcional de inutilidad. Por ejemplo, mi hermana acaba de irse a la reunión donde los compañeros de colegio se reúnen después de 10 años, evento que yo tuve hace un año. Por curiosidad, uno le gusta saber como está un otro después de tanto tiempo, más allá de si está más gordo, pelado o viejo, cúanto queda de los pendejos de mierda que todos somos en el colegio. 
Es un minuto donde las chambonadas y estupideces de entonces se recuerdan incluso con gracia, donde las bromas cargadas de crueldad -propias de la niñez y la adolescencia- pasan a ser anécdotas con gracia para ser contadas y reídas junto al copete de rigor con los viejos compañeros. 
Algo de eso tiene este aniversario del NO. Por cierto, el análisis más "riguroso", la trascendencia de este proceso (más cómo hito, lo que no deja de ser importante) está para los diarios dominicales, que llegarán en un rato más.
Hoy en el court central se reunirán las viejas glorias, como nos reunimos el 4to B de la G-97 hace poco más de un año en Granadilla. Sin las piscolas nuestras, pero con recuerdos, como nosotros. Con la trascendencia y ceremoniosidad que se le da a este hito, pero sin la liviandad con que nos reímos de nosotros mismos, los de la G-97. 
La historia del general de aviación que terminó por convencer a Pinochet de reconocer el NO, de la encuesta CEP que no salió salvo por un filtración del NY Times, del comando de elecciones libres. Una suma de hechos puestos en conocimiento de a uno, como pequeñas anécdotas para disfrutar leyendo en este aniversario dominical. El único problema, es que este aniversario, cargado de viejos recuerdos, propiedad de viejos dinosaurios más vivos que nunca, es tan presente como ayer, pero recordados con la mayor frivolidad posible -disfrazada de cínica veneración-, donde la élite es igual a la reunión del 4 B, realizada en el 2007 en Granadilla.
Es cierto, la Concertación está más vieja y la derecha más ansiosa que nunca por volver a La Moneda a través de las urnas. Es curioso que se recuerden los 20 años del NO y por ende el desgaste de la Concertación (lógico), pero es curioso que se omitan los 50 años que la derecha no gana a través de una elección, que serían 63 desde que no constituyen una mayoría de votos (aunque en términos de votos, la derecha tiene más votos que en 1958)
Por eso, estos veinte años del NO huelen más a reunión de ex amigos de colegio que otra cosa, con toda la utilidad de ello (promesas de juntarse más seguido, algún curado, el recuerdo de viejas tallas, etcétera) Es triste ver que la derecha en vez de recordar que este país cambió para bien, insista sin reflexión en el famoso discurso de la alternancia (que no es más que un llanto desesperado de "me toca a mí por favor"), sin sonrojarse. Al menos, después de 10 años de salir uno se sonroja por la bestia que fue, sin usar la edad de 15 años como una excusa. 
Pero también es triste la autocomplacencia por el hito. Porque el tiempo sigue y no se vive de recuerdos, por épicos que sean, sino del diario, de lo cotidiano. Porque el Transantiago resulta más urgente que la derrota de la dictadura, porque cada vez menos gente joven vota  -la explicación de ser un trámite engorroso es de chiste- y no se hace nada por corregirlo, porque el recuerdo de una fecha de la trascendencia de la de ayer suena más a efeméride que a lo urgente y vivo que tenía hace veinte años. 
Quizá el gran éxito del NO sea su muerte, su pérdida de sentido épico, y que hoy sea visto como un recuerdo, un cumpleaños y que los protagonistas de ayer lo vean con la nostalgia de un encuentro de ex alumnos que vivieron eso. Que nosotros, que lo miremos con la melacolía del relato que nos contaron o del vago recuerdo que queda de la infancia. Que hoy las urgencias sean cosas de política pública y no de vida o muerte. Un símbolo que pese a todo, incluso a la misma Concertación este país se volvió vivible. Donde aunque incluso la derecha vuelva, este país no se va ir al carajo y los militares seguirán en los cuarteles. Donde pese a todo, los 80' se fueron y que hoy se miren -con mucha banalidad por cierto- simplemente como la idiotez pop y no como la pesadilla que realmente fueron. Porque la alegría no llegó, pero sí el miedo se fue. 

viernes, 3 de octubre de 2008

El amigo gay

Siguiendo con un torrente de optimismo que no me esperaba, creo que pasar piola por la vida es una de las cosas agradables, si se hace el balance del vaso medio lleno. Así como hay gente que le gusta que la reconozcan, existimos otros para lo que no es tan necesario (independiente que uno tenga siempre esa dosis de ego que no le viene en mal alimentarse del que dirán). Por eso, aparecer opinando en un connotado (porquería en realidad) diario de la plaza no sería tan desagradable con la excepción que alguien se dé cuenta de ello (en realidad, más que ser algo desagradable es la simple constatación que alguien más en este mundo y a solo bytes de distancia está sacando la vuelta en esos vacíos de tiempo que se producen en un viernes poco antes del horario de salida)
En vista del extraño encanto que tiene un cierto grado de anonimato, de alguna manera comencé a entender a los homosexuales o lesbianas que no quieren salir del clóset. Raro, por cierto, llegar a éstas conclusiones, pero que están dentro del rango posible en un viernes a las cuatro de la tarde. Debe realmente malo que otra persona te saque de un anonimato del que no quieres salir.
Sigamos con los homosexuales (hombres y mujeres agrupados deliberademente en este concepto). En un entorno como el nuestro, probablemente ello sea peor, en especial cuando ese motivo tiene que ver con una opción sexual.
No quisiera ahondar en argumentos que hasta alturas pueden sonar medio a lugares comunes, (aunque momentos de felicidad importantes son en sí mismos cosas calificadas de esa manera) cómo el derecho a ser feliz sin importar quien esté en tu cama, la tolerancia en un país provinciano o nuestro conservadurismo extremo en asuntos que tienen que ver con la cintura para abajo. Especialmente porque debatir si una sociedad es más o menos conservadora exclusivamente por asuntos de este tipo, es en sí mismo un conservadurismo/progresismo y más encima hipócrita.
Mas bien, quería hablar de las incoherencias cuando realmente importan, que es en la vida diaria. Como bien decía en otro lado, prefiero partir definiéndome como un tipo conservador pero básicamente porque no me gustaría verme como un progresista de la boca para afuera, aparte de no saber bien qué es eso. A modo de anestesia, desde que el Partido Conservador dejó de existir en los 60', ser conservador no te transforma automáticamente en momio, lo que no hace tan terrible esa definición.
Una de esas grandes contradicciones tiene que que ver con mi relación con lo que podría decirse, el mundo gay. Al igual que las mujeres, un día supe que tenía un amigo gay. No cualquiera, sino uno de bastante tiempo y un muy buen amigo. Lo conocí desde hace años y un buen tiempo después conocí sus temores y en la posibilidad que lo fuera, y bueno la verdad muy bien no lo pasó en un comienzo (lo que me pareció ver, por cierto). Pero de a poco, se fue descubriendo,terminé conociendo a un pololo de él, lo que no imaginé jamás, más allá de ver el amor floreciendo bajo el Parque Forestal (nuevamente los clichés de vuelta).
Seguir, como un lejano espectador este personal "proceso" (es una muy mala palabra en éste caso, como de sicólogo) fue una verdadera lección. La razón es que evidenció las inchoerencias propias. De pensar como algo positivo el matrimonio o la adopción de niños por parte de los gay's, pero al mismo tiempo matarme de la risa con chistes de homosexuales, especialmente ése que pregunta la diferencia entre un gay y un maricón.
Con el tiempo dejé de verlo. No por homofóbico, sino porque la vida te hace estar en lugares distintos. Hace unas semanas, volví a verlo. De gay pasó a ser simplemente un tipo homosexual. Especialmente porque si hay algo odioso, es la palabra gay, que suena más simplemente a un eslógan o una marcha, a un tipo que sólo puede ser pleno en el Parque Forestal o en el circuito artístico o de peluqueros. No más feliz que cualquiera, pero más pleno y claro con su vida que muchos heterosexuales como yo. Lo bueno de esta historia, es que ha terminado bien, pero porque nunca comenzó mal, y porque de los grandes aprendizajes de la vida -como cohabitar con las propias contradicciones sin sentirse demasiado mal-, muchos de ellos provienen de los amigos, en especial de tipos como el que acabo de hablar, que son los buenos amigos.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Una linda sorpresa

Una de las cosas agradables en Primavera, es cuando los días se encuentran por acabar, en el ocaso del sol. Un minuto sin calor, pero al mismo tiempo, sin frío. Cuando los colores resaltan más, sin la luminosidad de mediodía, pero aún sin la oscuridad de cuando finalmente llegue la noche. Mejor aún, cuando ese día es sábado, especialmente porque el día siguiente será domingo y no lunes. Sin la ansiedad de un viernes, pero sin lo típico de un domingo. Es una tarde, por tanto, de calma, estado que se nota aún más en Ñuñoa, que debe ser uno de los lugares más agradables para vivir en esta ciudad. Asumiendo que esta última frase parece slogan del actual alcalde (en un mes hay elecciones municipales), un tipo que, por medio de permisos de construcción concedidos a destajo, en unos años termine dejando este oasis a veinte minutos del centro para ser una colonia de edificios tipo Paz Froimovich.
Como las grandes chambonadas, con algunas trágicas excepciones, demoran en hacerse evidentes por lo general, ésta tarde calma aún no tiene el carácter urgente que adquieren las cosas cuando están por acabarse, como lo será la Ñuñoa que hoy conocemos. Existe, por tanto, una calma auténtica, que no tiene prisa, y que permite hablar de cosas agradables, como las películas, pese a que del día ya casi no quede rastro y que el frio comienza a llegar junto a la noche.
Si hay algo difícil de escribir, es de películas (en realidad escribir sobre las cosas que a uno le gustan). Debe ser terrible el trabajo de crítico de cine. Sin bien por definición el oficio de crítico ha de ser odioso, el de cine debe ver aumentado esa condición de manera exponencial. En una página, cada palabra puede ser una daga u objeto de implícita transacción, porque si hay un oficio susceptible de coimas o pequeños agasajos en ésta dirección, como entradas o libros gratis, o simplemente un hoy por ti, mañana por mí. Pero como nada es químicamente puro en esta vida (y en la otra, si existe, es probable que tampoco), mejor hablar de películas.
Por (sin) razones que no vale la pena describir, en éste último tiempo ir al cine ha sido una excepción y no la regla. Pese a todo no han faltado películas, gracias a un equipo reproductor de dvd’s lee hasta lo que uno baja de Internet de vez en cuando. De esta manera, sin butaca ni segurito previo al comienzo de la cinta (que falta de sentido tiene en la era del dvd la palabra cinta), en posición semi horizontal me espera a día una pequeña reserva de películas mantiene el ojo con cierto nivel de estímulo cinéfilo de cuando en cuando.
Hay películas para todo. Para ver una y otra vez (Terminator), como placer culpable (ídem), para encontrar el amor como algo lindo (Antes del Amanecer), para pelar (cualquiera de Hollywood doblada al español de la Madre Patria) para odiar (cualquier gran cinta doblada al mismo idioma), para hacerse pajas mentales (últimamente diría que “El Regreso” es un gran ejercicio en esa dirección) y respecto de las otras, no hace falta decir cuales pueden servir a aquellos fines. Para ver un sábado por la tarde en el cable (ejemplo: las dos últimas versiones de los Dukes de Hazzard, en especial la versión donde Daisy no es Jessica Simpson). Hay películas que para uno pasan a ser clásicas por alguna razón, y otras por alguna sinrazón.
También existen películas simples, que sin ser grandes películas, tienen ese “qué sé yo” porque se ven en el minuto y lugar correctos. Y con ello, simplemente sorprenden (lo que nunca es poco y ciertamente es deseable). Eso pasó con “El Clavel Negro”. Cuenta la historia del embajador sueco en 1973, Harald Edelstam, durante aquellos días, donde el diplomático fue una especie de Raoul Wallenberg en el Chile de los primeros días de Pincohet. Es una historia donde lo que importa no es el escenario de fondo (el Chile post golpe) sino la de un diplomático que hizo de la prudencia típica y esperable de un funcionario de ese tipo, una virtud redentora de una profesión mas bien marcada (o estigmatizada), por la prudencia y su respectiva cara fea: el cinismo. Muestra, también, parte de sus propias contradicciones más íntimas y humanas (la escena en el hospital es decidora), porque los héroes esencialmente sólo pasan a ser considerados como tales cuando dan el paso previo de ser mártires.




La película tiene la virtud de ser una película sobre 1973, y con una historia universal, aún cuando soy de la opinión en que si algo falta aún en Chile, son películas sobre esos años (que no equivale a acumular registros fílmicos). En ese paso de ser una historia "universal", por cierto, se cometen los errores previsibles, pero perdonables. Un ejemplo es la escena en que el embajador acude a La Moneda en ruinas para entrevistarse con un alto oficial del Ejército (todos sabemos que en aquellos La Moneda, tras el bombardeo de los Hawker Hunter, además de las probables ratas que encontraron su hábitat bajo los escombros, sólo debieron vivir fantasmas). Tiene historias que resultan difíciles de creer, como la de un oficial capaz de sacar y salvar de la muerte un pequeño camión con prisioneros uruguayos desde el Estadio Nacional. Aunque en esos días, historias cómo aquellas sonaban más a quimera que a realidad, sucedieron. Como la del mismo Edelstman y el olvido de su figura -para el común de los mortales como uno-, hasta esta cinta.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Matar a Facebook.

Volver a movilizarse en bicicleta no sólo sirve para ahorrar plata, molestias y hacer un poco de ejercicio. También es útil para generar ideas y mandar a descansar los molestos recuerdos (El problema es cuando uno deja de pedalear, pero ese es otro tema) De esta manera, quedaron abajo varias ideas que rondan por la cabeza. Por eso quedaron como materias pendientes el tratado explicativo de por qué soy hincha de la Católica sin redención posible (lo que da para una tesis), los cien usos útiles que puede tener una polera de Colo-Colo, la crisis financiera global o la utilidad que puede tener el dedo chico del pie.
Precisamente a partir de ésta última reflexión, la analogía con Facebook quedó a sólo un paso. Así como hace ya bastante tiempo expliqué cómo diablos mi nombre llegó a ser una cuenta, en esos mismos días comenzó a gestarse su propia eliminación. Si bien la vida en el ciberespacio no es un reality donde a falta de público uno es juez y parte en definir su presencia en aquel mundo, bien es cierto que, al igual que en la vida real, Facebook tiene su ciclo. Más largo que el del agua o el de una hormiga, más breve que el del amor, muchísimo más corto que el del desamor e infinitamente menor al geológico o de un dinosaurio.
Hay un minuto en que ya no te queda gente con la cual ser amigo, y donde agregar gente de la cual uno nunca fue muy amigo no tiene sentido (pese a que el friend finder insista en decirte lo contrario). En paralelo, probablemente mi amistad estilo facebookiana dejó de ser un bien demandable en esta bolsa de vínculos virtuales. Es el minuto en que tu existencia ciberespacial es como la que tendría una acción de la Católica en la Bolsa de Santiago: ni sube ni baja significativamente. Ves que la gente comienza a hacerse amigo de alguna radio, hogar de ancianos, universidad o colegio de origen, candidato a concejal, de alguna candidata a Miss Facebook ansiosa por tu voto o incluso de nuestro propio Berlusconi de brazos cortos.
Llega el minuto en que ya no se te ocurre subir fotos (o que te acuerdes de hacerlo), de actualizar la de uno mismo. Encuentras molesto escribir en el wall (Por ejemplo, ¿por qué diablos alguien tiene que saber que saludé a otro para el cumpleaños?), llegando a ser el viejo e-mail algo casi amigable y personalizado. Comienzas a subir canciones, o trailers de películas, resulta más útil poner un ciudadano en tu ciudad virtual o resolver algún issue en una nación igual de imaginaria. Ya no mandas cadenas resolviendo quizzes y dejas que los que te envían se vayan a una dimensión desconocida a tan sólo un click de distancia. Es cuando Facebook pasa a ser como el asistente del Word u hojear Las Últimas Noticias.
Cuando eso ocurre, el harakiri facebookiano deja de ser una posibilidad y pasa a ser una opción. Primero por flojera, le consulté a una amiga P. que es la única persona que ha tomado una medida de esta trascendencia (sin contar a los que nunca abrieron una cuenta), por el procedimiento. Cómo no recibí respuesta, probablemente por la insólita pregunta o porque uno suele tener en la jornada asuntos más útiles y urgentes que atender, me vi en la obligación de buscar por mí mismo. En estricto rigor, tan difícil no fue de encontrar ni el camino ni el método.
Una vez que el qué ya está definido y el cómo aclarado, falta resolver el cuando. Es en este paso donde comienzan las dudas. Por los amigos de infancia que aparecieron (no importa si efectivamente son tus amigos), porque sabes dónde ubicar a quienes no quieres ubicar (siempre es bueno saber que existen luces amarillas), por si llega alguna copucha o junta de amigos, porque da lata pedir e-mails o teléfonos de quienes no es tan desagradable saber su existencia pero que no da para contactarlos de otra forma ni encontrarlos en la vida real (salvo por azar). Porque así como otros a uno le sirven para lo que acabo de decir, para esos otros uno puede representar lo mismo. Por flojera, y porque Facebook es como el dedo chico del pie. No se ve útil, no molesta, pero si dejara de existir uno sabría que para algo podría haber servido.

sábado, 20 de septiembre de 2008

El último choripán

Casi como profecía autocumplida, en días dieciochoeros, la guata en algún minuto dice no. A diferencia de años anteriores, el estómago se transforma en una especie de veterano de guerra, donde se cura de espanto y ya resiste un poco la tentación de asados, empanadas, tragos varios, etcétera, y como buen veterano, suele hacer caso omiso de los deseos de su superior directo, el cerebro. Se rebela y pareciera que adquiere vida propia y se transforma en un odioso pepe grillo, mudo pero eficaz. Una especie de endemoniado al que hay que referirse en tercera persona, un sublevado respecto de su dueño. En esta especie de duelo entre uno y su organismo resulta bastante odioso porque su resultado está escrito de antemano, al igual que la propia derrota.

No es necesario ir al doctor (¿si algo no duele para qué?), ni tampoco es que la propaganda de días previos de evitar celebrar como se debe y que cosas como esas hubiesen surtido el diabólico efecto de alguna mente insana del Ministerio de Salud llamando a la famosa vida sana. Simplemente es el reloj de uno que avanza. Pero no sólo de sublevados organismos que nos doblan la mano se vive en los dieciochos, en especial porque un malnacido como éste viene de la mano de aquel hijo de puta llamado recuerdos, que se aparece sin que nadie lo invitara. 

Este desgraciado se vale de la cronología para recordarte de lo pendiente, de lo que cumple aniversarios, entre otras estupideces. Si a este convidado de piedra se le añade la tecnología, la combinación es un tanto molesta. Esta noche tengo reunión de diez años de haber entrado a la universidad, mi primera carrera y mi primer año en aquel mundillo (me pillaron por Facebook). Nada malo, guardo a veces mejores recuerdos de lo que vino después, un par de buenos amigos de aquellos años, pero algo pasa, entre resfrío y lata. Hay anécdotas -cosas que viviste y no-, buena gente, pero como que algo está pasando. Vientos de septiembre.

Pero más que el encuentro con mis viejos compañeros del Geo, la piedra en el zapato es otro que viene después, de la estupidez que estudié después, pues a algunos ingeniosos a los que se les courrió hacer una reunión de reencuentro en un mes más (y mandarme el susodicho mail de invitación). Como que algo pasa que uno debiera pertenecer a algo más que tu familia o tus amigos, que no bastara solo tu equipo de fútbol, o un par de cosas más. Ahora resulta que no basta sólo pertenecer a un colegio, sino que también a la Universidad, incluso eres parte de un numerito que sería tu especie de generación, el año en que entraste. 

¿Cómo tan odioso? No lo sé. Las reuniones de ex alumnos son una soberanas lata donde van todos los que quieres ver, pero también los que no. Un asado de compromiso, ver a tipos que con suerte respetas porque hay que respetarlos, por una carrera a la que desearías más tirarle una bomba atómica que a la que regresar. No demoré en nada en mandar un mail y dar una excusa oficial de mi inasistencia, que por cierto no es esta. Por cierto que hay mucha gente por la que siento mucho cariño y que pertenece a aquellos odiosos años, porque siempre en lo cotidiano, hay cosas buenas. Sensaciones que no corresponden a las del encuentro de hoy, sino mas bien a un choripan de más. 

Además del malestar de tanto patache, ocurre que este fin de semana termina en un 21 de Septiembre. Así como las fechas sólo sirven como referencias, se supone que empieza la primavera. Época de alergias, resfríos que algún patán se le ocurrió decir que es la del amor (sospecho que fue algún ingenioso de algún laboratorio farmaceútico para hacer menos doloroso pagar por antialérgicos), en la que los días de creciente calor te van dejando a diario más cerca de un día 14 mientras te recuerda al mismo tiempo de tu soltería. Más que el frío invierno, la falta de un cuerpo amado al lado, como la sobrevivencia a este estado tiene su pasar agosto en esta época del año. Por la calle comienzan a aparecer los vestidos, los gimnasios y la vida sana se vuelven de moda, es la época pre-trajes de baños pero sin el calor sofocante que ocurre a partir de  Noviembre. Uno debiera poner de título "maldita primavera" pero poner una canción de Javiera Parra como encabezado mata de antemano.

El panorama se ve demasiado rudo, para en esta última jornada dieciochera tirar la esponja de acá a unas horas más (aunque el desgraciado del cuerpo diga no). Veremos si a punta de aguas, infusiones y un par de cafés, es posible velar armas para la última jornada patria.  

miércoles, 17 de septiembre de 2008

El viejo y poco esuchado sentido común

Al final del día, así como no hay mejor lugar que casa, no existe un mejor compañero que el sentido común. Los números, las palabras, los argumentos usando ambos elementos, e incluso la coherencia de lo que uno diga no son nada más que herramientas. Nada más. El sentido común, si uno lo sigue bien, termina siendo mejor que cualquier metodología, paper de un Phd o tarotista que te lea la vida a partir de un naipe o borra del café (elemento que sirve más como abono de plantas que lectura del futuro).

Otra cosa es que uno siga este elemental mandamiento, omitido inexplicablemente en los 10 mandamientos, reclamo que Moisés olvidó hacerle a Dios, cuando recibió de éste las tablas de la ley sobre el monte Sinaí. Si él, que liberó a los judíos de Egipto, cayó, cómo uno no lo va a hacer algo más que de vez en cuando. En el caso de los mortales comunes y corrientes, cuando se acumulan pequeñas dosis de poder -y se comienza a perder el sentido de las cosas-, la ausencia de un Dios al cual confesarse y tenerle algo de respeto -el primer paso para tomarse en serio y creerse más de lo que uno es-, hay que andar con mucho cuidado porque uno comienza a jugar con cosas que no tienen repuesto, como diría Serrat (es la misma canción de la que hablé hace unos posteos, por si acaso).

No es que la víspera de un 18 -un equivalente microscópico de un Agosto español- me haya endieciochado antes de tiempo o que una mañana predieciochera me haga creerme profeta, encender el ventilador de las tonteras y dispararlas a la bandada (o a lo mejor sí). La cosa es que algo pasa que tipos de cierta inteligencia cuando tienen algo de poder se vuelven como periodistas futboleros antes de un partido de Chile. Algo pasa con algunos diputados de pasado mejor. Uno puede entender que, en función de intereses específicos de sus votantes, propongan proyectos de ley que de antemano son un saludo a la bandera o que ocupen la hora de incidentes para ello. (A modo de defensa de los honorables, ésta es una hora en que casi ningún honorable suele estar presente por estar negociando cosas más útiles en la cafetería, momento en que al mismo tiempo, es una sala semivacía con solitarios diputados hablando más de lo humano que lo divino y que suele estar enfocada y mostrada por T.V). Pero otra cosa es ponerse a legislar, perdón por la expresión, huevadas.

La última perla de este cofre de tonteras la proporcionó un parcito que se ha vuelto de antología en estas materias, como son el ex PPD Álvaro Escobar (¿se puede ser ex de algo que es igual a nada?) y el PS-díscolo, Marcos Enríquez: un proyecto que busca obligar a que los artistas extranjeros estén obligados a tener un telonero chileno. De lujo. Bajo esta lógica Franz Ferdinand jamás habría tocado en Chile (uno de los pocos grupos interesantes en ese monumento al mal gusto llamado Festival de Viña) o R.E.M., del que ya tengo la entrada, jamás tocaría en Chile. Incluso a la tontera de Madonna, que estos mismos ilustres fueron hasta a La Moneda -con cámaras de T.V. por supuesto- para que la señora cantara en el Nacional. Con semejante requisito y brillante idea, se haría más difícil aún hacer conciertos, lo que los sería aún más caros por lo difícil de hacer. Aunque duela, acá hay mercado libre para rato, y este medida es un subsidio ridículo, como el de los extranjeros en el fútbol (basta ver a los ingleses, que desde que llegaron extranjeros aprendieron que el fútbol se juega mejor a ras de piso)

Respecto de los autores, respecto a Álvaro Escobar no hay tanto drama. En su caso, la culpa no es del chancho, sino de quien le dio de comer: el PPD. El actor no es más que el síntoma de una política sistemática seguida por un partido que por poner a cualquiera que puede ganar un escaño, lo hace sin pensarlo dos veces. Pero algo raro pasa con Marco Enríquez guión Ominami. Antes de llegar a ser diputado apadrinado por su padre político (en un cupo del partido de su padre y en un distrito perteneciente a la circunscripción de su padre), era un agudo observador de nuestro chilito. Con (o sin) razón, era agradable saber de sus ideas, como cuando hizo un documental "Los héroes están fatigados" (fuera de las cosas técnicas, cuando encara a Oscar Guillermo Garretón es un momento notable, lo que no sé si aparece en el video que está abajo).



Pero algo pasó que se puso no sólo a hablar tonteras (costo inevitable de quien habla o escribe) sino que a hacerlas, como un proyecto destinado a tener periodistas más cultivados. El listado completo se puede ver en las mociones que se presentan en el Congreso.Tres posibles hipótesis de causales de ello: a lo mejor ello ocurrió cuando se puso el poncho de díscolo, cuyos integrantes no suelen decir cosas muy inteligentes, quizá por sentirse acorralados por la directiva del PS. Quizá porque el trabajo de diputados es agotador, tanto física como neuronalmente; el efecto de trabajar en horarios que no sé si muchos aguantarían y por tanta huevada que deben de escuchar en sus visitas distritales (y de sus mismo compañeros de hemiciclo, afectados por las mismas condiciones), a la que por educación y deferencia a posibles votantes de su reacción deben escuchar sin chistar); tener como esposa a una periodista de T.V.
La respuesta a ellas, las invalida de inmediato como hipótesis:a) La idiotez no es patrimonio de los díscolos. Fulvio Rossi, que no lo es, tiene frases para el oro, como cuando comparó a familiares de detenidos desaparecidos con narcotraficantes en el 2003, todo porque se juntaron con gente de la UDI. Tampoco es exclusividad de los socialistas. b) Si, pero tener mucho trabajo no atenua la tontera. c) La idiotez no es patrimonio de los periodistas de T.V., menos de los periodistas. Difícil de creer, pero por cierto, la mujer que uno tenga al lado no lo hace a uno más inteligente o idiota, sólo feliz o infeliz.Como me quedé sin hipótesis, estoy sin respuestas. Sólo la duda y la verguënza ajena de ver tonteras a diario. Moraleja: queda la luz amarilla del sentido común y lo fácil que en algún minuto puede ser llegar a perderlo.