lunes, 13 de octubre de 2008

Tropiezo en el ombligo del mundo.

Como los temas de este blog no son muy variados, no es una gran sorpresa que estas palabras sean sobre fútbol. Dentro del gusto de ver este deporte –sobre todo cuando jugarlo no es lo mismo que antes-, ideas no faltan, como la prometida introspección para dilucidar por qué soy hincha de la Católica o de iniciar una manda o cruzada –con herramientas cercanas al esoterismo y a la religión perdida- para que Palestino no llegue a la Libertadores en el Chile 3 (por vergüenza ajena, aún no sé cómo el Estadio de La Cisterna sigue abierto), al final el tema es el de siempre en estas jornadas: las eliminatorias.
En 18 partidos, la lógica indica que hay partidos muy malos. Uno fue éste. Por cómo se jugó, esta derrota es peor que las anteriores con Paraguay, Brasil y con Argentina hace poco más de un año. Por el equipo a enfrentar, con el orgullo de si mismos propio de los porteños en la época de la pizza y el champagne durante Menem pero con las limitaciones propias de Ecuador, porque si bien ésta década en términos futbolísticos, ha sido la mejor de su historia, viene inflado a lo Wall Street en estas semanas, y tengo la impresión que eso se notará en estas eliminatorias. Esta derrota fue peor que las anteriores porque Ecuador no pasó la máquina. Es cierto que, especialmente el segundo tiempo hasta los 75 minutos, poco después del gol de Ecuador, Chile no cruzó la mitad de la cancha, pero las principales llegadas de Ecuador fueron de remates de fuera distancia. Ecuador no podía entrar, y en eso algún mérito existe, si se puede rescatar algo de un partido malo.
Éste fue el partido posible, en especial después de la expulsión de “chupalla” Fuentes, y por eso a veces las decisiones se toman con demasiado pragmatismo, en especial de visita y cuando el cero aún existe. Este fue un partido de ellos, lo que se evidencia de manera clara con la salida de Fernández por Contreras. Podría haber entrado Morales antes y no haber sacado a Suazo sino González, pero ya eso es especulación y no la verdad revelada por nuestros comentaristas. Ciertamente, no era el partido para Valdivia, en especial con un juez repartiendo tarjetas como el millonario Farkas lo hace con las propinas. Así como nos podríamos haber llevado tres goles más, también se podría haber empatado. Pero se perdió y punto.
Sin ser general antes de la batalla (en el caso de Ecuador) y ponerme el parche antes de la herida (Argentina), para ésta doble jornada calculo un punto. Porque podía estar dentro de los cálculos un empate (o derrota) ante Ecuador y viceversa con Argentina en Santiago. No es que tenga vocación de locutín Santibáñez, pero era difícil este partido en Quito. Se perdió porque Ecuador jugó mejor y Chile mal, su peor partido, aunque estuviera en los cálculos.
De los cambios obligados, si yo fuera entrenador, pondría a Ponce y Contreras por Fuentes y Jara (creo que va a entrar Martínez antes) y dejaría a Medel en vez de Cereceda en el medio. Pero ponerse de entrenador con sólo el control remoto es de digámoslo suave, de pajeros. En ese sentido, y cómo suele pasar estas eliminatorias, lo que quedó en esta jornada son cosas extra fútbol, como los periodistas deportivos, con una capacidad de verse en el ombligo que cada día asombra (a lo mejor será porque estaban en el ombligo del mundo).
La vergüenza ajena que anden buscando que Bielsa diga que se equivocó, lo enfoquen si grita o no, si tira un escupo o no, etcétera, de inflar cada partido como si fuera la guerra mundial (Venezuela no era la Holanda de Cryuff, ni Brasil la selección de Lichtenstein, y que estén fuera Tévez o Riquelme el miércoles no es garantía de nada). De opinar hablando en lenguaje seudocientífico de los cambios y tácticas del fútbol. Esta bien y es parte de la prensa ser aguja, aunque debieran serlo también en temas donde hoy no lo son, cuesta de verdad y es necesario serlo, como la economía o la política. En el fútbol, como en la farándula, ser aguja es gratis.
Hoy, los periodistas deportivos se creen técnicos, aunque sin micrófono son otra cosa. Dos casos de valientes al micrófono que se pusieran el buzo: un periodista (Daniel Salvador en Palestino durante 2003) y un comentarista (Bonvallet el año pasado) que se pusieron a dirigir, y el resultado fue raya, pero para la resta. Mención aparte, ésta eliminatoria se ve más larga, no sólo porque las eliminatorias sudamericanas son las más difíciles del mundo, sino por los partidos que - descontando los que pueda ir al estadio- me quedan por ver en Canal 13.