martes, 22 de abril de 2008

Facebook.


Como cualquier día, revisaba el correo –en realidad gmail- y ese día dentro de los avisos de noticias o los mails del jefe, apareció un mensaje con una leyenda media rara. Al revés de los spam clásicos, éste mensaje no te ofrecía relojes suizos a precios paraguayos, casinos virtuales, viagra a costo de mayorista, no te notificaba que estabas a un paso de conseguirte una preciosa muñeca eslava como novia ni te atormentaba recordándote cómo dejar de tener una virilidad con talla de liliputense para ser un trípode humano. Al comtrario, éste parecía serio. Además, provenía de una amiga, lo que le daba un aire de seriedad. La cosa es que, a diferencias de los mensajes descritos, ésta vez acepté y seguí el link.
Ella llama Mariana, una vieja amiga que sin ser de mis mejores amigas –sería un patudo afirmar lo contrario- me la había encontrado unos meses antes en la calle después de varios años, y tras un par de intrascendentes conversaciones por chat –la conversación trascendente por chat es una quimera- apareció el susodicho mensaje. Lo abres y aparece una extraña ventana en la que te registras, y tras eso, aparece una especie de blog que en tu vida habías pensado en crear.
Y así, sin quererlo, tenía esta especie de blog. Debo reconocer, previamente, que si bien, como buen nerd en el clóset al que le gustaba meter leseras en mi computador, eso de los blogs no me llegaba, sonaba como a tontera de Atina Chile, actual Chile Primero. Incluso ahora que tengo uno, no puedo evitar pesar que me falta ego para ser merecedor de uno, como que se debe tener excedentes de amor propio para tener un blog.
La cosa es que ya estaba en Facebook. Aparecieron los quizzes, gente que te aparece –quieras o no-, gente a la que agregas. De repente me empecé a sentir como Roberto Carlos, y no recordaba tener tantos amigos, aunque hay personas que no recordaba que fueran tan amistosas (¿alguien puede tener más de 100 amigos?).
Pero también, empecé a saber cosas que no me interesaban. Que juanito y juanita eran ahora amigos, que no se quien tomó la aplicación sobre que ciudad uno debía vivir. Incluso aparecen patudos –bien intencionados quizá- sugiriéndote a quien “pedir tu solicitud de amistad”.
Por supuesto apareció aquella antigua polola de la que por años no supiste nada y de quien buscando por la tangente para no “solicitar su amistad” –pobre pero digno-, en un par de clicks te pusiste al día, supiste que tus amigos la tenían de amiga, cuestión que, por supuesto, a estas alturas ya da lo mismo, pero que no era necesario saber.
De repente me llené de tragos que no quería tomar –¡qué es eso de chupar virtualmente!-, no tanto por el miedo a vomitar virtualmente o la caña ciberespacial, sino por la ridiculez de aquello. Un ingenioso invento me dice que soy PPD y que mi país ideal para vivir en China, cosas que me empezaron a parecer insultantes. Amigos que son más momios que concentrado de u-dei a la vena aparecen como “moderates”, lo que sin duda debiera hacer feliz a tipos como Andrés Allamand: sacarse el pasado que todavía no pueden quitarse con sólo un click. Gente que ahora tiene entre sus amistades a personajes como Piñera, Juan Manuel Astorga, y a los Nicolás más famosos de nuestras anchas alamedas, López y Copano.
Y allí comienza a aparecer el lado feo, éste se hace evidente cuando, al igual que las películas en canales abiertos, Facebook aparece doblado al castellano: ¿qué diablos es eso de “Tomás ha aceptado tu petición de amistad”? o cuando, por saber el resultado de un ocioso quiz apareces enviándolo como una cadena.
¿Por qué, entonces, sigue uno en Facebook? Creo que es por preguntas como ¿Y que fue de Mariana? Sé que anduvo en Europa ,y por supuesto, no la he visto de nuevo en la calle. Es que al final, uno no se puede eliminar de Facebook, aunque la vida social allí sea más falsa que sexo en película del cable. Y si bien, no falta el que se lo toma en serio, tampoco es para ponerse grave, al final igual uno se da una vuelta por esta lesera, aunque las cosas sigan igual. Tus amigos seguirán siendo harto menos que en Facebook, y si no te contactaste en el minuto con aquella chica en la que el tiempo no dejó su huella –o sea, que se cuida- y que mirabas distinto al resto, no lo vas a hacer por esta lesera (bueno, nunca faltará el que sí).