domingo, 5 de octubre de 2008

05'10''2008

Recordar los aniversarios es un acto que tiene mucho de hermoso, de feliz, pero al mismo tiempo con una dosis proporcional de inutilidad. Por ejemplo, mi hermana acaba de irse a la reunión donde los compañeros de colegio se reúnen después de 10 años, evento que yo tuve hace un año. Por curiosidad, uno le gusta saber como está un otro después de tanto tiempo, más allá de si está más gordo, pelado o viejo, cúanto queda de los pendejos de mierda que todos somos en el colegio. 
Es un minuto donde las chambonadas y estupideces de entonces se recuerdan incluso con gracia, donde las bromas cargadas de crueldad -propias de la niñez y la adolescencia- pasan a ser anécdotas con gracia para ser contadas y reídas junto al copete de rigor con los viejos compañeros. 
Algo de eso tiene este aniversario del NO. Por cierto, el análisis más "riguroso", la trascendencia de este proceso (más cómo hito, lo que no deja de ser importante) está para los diarios dominicales, que llegarán en un rato más.
Hoy en el court central se reunirán las viejas glorias, como nos reunimos el 4to B de la G-97 hace poco más de un año en Granadilla. Sin las piscolas nuestras, pero con recuerdos, como nosotros. Con la trascendencia y ceremoniosidad que se le da a este hito, pero sin la liviandad con que nos reímos de nosotros mismos, los de la G-97. 
La historia del general de aviación que terminó por convencer a Pinochet de reconocer el NO, de la encuesta CEP que no salió salvo por un filtración del NY Times, del comando de elecciones libres. Una suma de hechos puestos en conocimiento de a uno, como pequeñas anécdotas para disfrutar leyendo en este aniversario dominical. El único problema, es que este aniversario, cargado de viejos recuerdos, propiedad de viejos dinosaurios más vivos que nunca, es tan presente como ayer, pero recordados con la mayor frivolidad posible -disfrazada de cínica veneración-, donde la élite es igual a la reunión del 4 B, realizada en el 2007 en Granadilla.
Es cierto, la Concertación está más vieja y la derecha más ansiosa que nunca por volver a La Moneda a través de las urnas. Es curioso que se recuerden los 20 años del NO y por ende el desgaste de la Concertación (lógico), pero es curioso que se omitan los 50 años que la derecha no gana a través de una elección, que serían 63 desde que no constituyen una mayoría de votos (aunque en términos de votos, la derecha tiene más votos que en 1958)
Por eso, estos veinte años del NO huelen más a reunión de ex amigos de colegio que otra cosa, con toda la utilidad de ello (promesas de juntarse más seguido, algún curado, el recuerdo de viejas tallas, etcétera) Es triste ver que la derecha en vez de recordar que este país cambió para bien, insista sin reflexión en el famoso discurso de la alternancia (que no es más que un llanto desesperado de "me toca a mí por favor"), sin sonrojarse. Al menos, después de 10 años de salir uno se sonroja por la bestia que fue, sin usar la edad de 15 años como una excusa. 
Pero también es triste la autocomplacencia por el hito. Porque el tiempo sigue y no se vive de recuerdos, por épicos que sean, sino del diario, de lo cotidiano. Porque el Transantiago resulta más urgente que la derrota de la dictadura, porque cada vez menos gente joven vota  -la explicación de ser un trámite engorroso es de chiste- y no se hace nada por corregirlo, porque el recuerdo de una fecha de la trascendencia de la de ayer suena más a efeméride que a lo urgente y vivo que tenía hace veinte años. 
Quizá el gran éxito del NO sea su muerte, su pérdida de sentido épico, y que hoy sea visto como un recuerdo, un cumpleaños y que los protagonistas de ayer lo vean con la nostalgia de un encuentro de ex alumnos que vivieron eso. Que nosotros, que lo miremos con la melacolía del relato que nos contaron o del vago recuerdo que queda de la infancia. Que hoy las urgencias sean cosas de política pública y no de vida o muerte. Un símbolo que pese a todo, incluso a la misma Concertación este país se volvió vivible. Donde aunque incluso la derecha vuelva, este país no se va ir al carajo y los militares seguirán en los cuarteles. Donde pese a todo, los 80' se fueron y que hoy se miren -con mucha banalidad por cierto- simplemente como la idiotez pop y no como la pesadilla que realmente fueron. Porque la alegría no llegó, pero sí el miedo se fue.