martes, 25 de noviembre de 2008

El Diario de Agustín

Cuando se escribe, lo más difícil es dar con un título. Este caso es una excepción, porque lo único relativamente sencillo de escribir sobre El Mercurio es precisamente el título. Ello probablemente se deba a que este título ya fue creado por un grupo de estudiantes y profesores de la Universidad de Chile que dieron vida al documental que lo lleva por nombre. Esta pieza audiovisual se estrenó hace algunas semanas en el FIDOCS y por esas casualidades llegó una copia a mis manos, que reemplazó por anoche a la teleserie de las 20:30 y al noticiero de las 21:00.
Con un cierto dejo a un estilo tipo Bowling for Columbine –como por ejemplo el uso del enojo del entrevistado ante las preguntas que le formulan-, recorre el actuar del diario durante un número específico de episodios, como la toma de la UC en 1967 o el caso de los 119. Está el uso de episodios que con el tiempo han dejado de ser mitos urbanos para dar paso a certezas, como los dineros de la CIA. En fin, una suma de historias que adquieren la contundencia de un reportaje-documental bastante potente.
En una vida llena de lugares comunes, El Mercurio debe ser uno de los más recurrentes en el mundo de las escuelas de periodismo. Análisis sobre cómo maquiavélicamente manipula nuestras mentes, que es un diario de mierda, el Decano como sostén a muchas ideas de tesis fueron temas casi tan presentes como la abundancia de gente formándose en una profesión experta en mirarse el ombligo, tipos autoflagelantes (desde el primer día te repetían como mantra que la boleta iba a ser tu compañero de aquí a la eternidad) y repleta de pichangas y discusiones que anualmente se volvían de peor calaña. Una mediocridad de la cual, lamentablemente, en más de una ocasión formé parte entusiasta aquellos años. Per ese diario no es cualquiera, sino es un caso harto más complejo. (Por eso La Tercera, me atrevo a decir, aunque venda más diarios, en muchos años no será El Mercurio, sino sólo su intento por serlo)
El Mercurio ha sido un tema de nunca acabar, porque es difícil saber desde dónde empezar, aunque lleve sólo cuarenta años como el temazo que conocemos hoy. Partiendo de la base que lo planteado en el documental es cierto y que me reafirmó en ciertas convicciones, no puedo dejar de evitar pensar en el lugar común que es El Mercurio, más allá de lo que a diario trae en sus páginas impresas en sábanas de papel.
Muy pocas veces he escuchado a gente hablar de El Mercurio como un diario decente. También que levanta temas de la nada y transforma situaciones delicadas en guerras sólo posibles en la mente de su columnista estrella de los miércoles, como lo fue alguna vez el marxismo y el famoso ejército de cubanos de 1973. Pero al mismo, esa misma gente paga por estar suscrito o se siente reconfortado cuando sale alguna carta enviada en la A2 o su foto publicada en las sociales, adonde se llega tras echar una rápida vuelta de página a las noticias internacionales. La política, pese a los no inscritos y a cierto intelectualismo de poca monta de buscar en comparaciones ridículas la salida a sus propios pecados (como hoy es la obamamanía o las primarias como santo remedio para la Concertación), se sigue jugando en las ediciones dominicales, donde El Mercurio es amo y señor.
En estos años, El Mercurio ha resultado ser más eficaz en navegar en aguas supuestamente adversas que los militares, capaz de ser más transversal que el CEP, un lobbysta de una eficacia comparable al mejor de los Mapus reconvertidos en directores de empresas. Donde los dardos de sus críticos se diluyen como las balas de plomo en los Terminators modelos post-Schwarzenegger.
Si todo eso ocurre en un Chile donde nuestra supuesta e hipócrita apertura mental de los últimos años (ejemplificada burdamente en el empelotamiento colectivo de Tunick o reconocer al homosexualismo circunscrito al circuito del corte y confección o al Parque Forestal), obviamente ocurre en el círculo de periodistas. Más de un antiguo(a) crítico(a) de la época universitaria o esquiva lacrimógenas en protestas por el crédito, corrió a la primera para hacer su práctica allí y de cuando en cuando mueve su currículo ante algún antiguo compañero inserto en esta empresa.
Eso que suena y es en cierta medida oportunismo, tiene la complejidad de ser al mismo tiempo la más simple de las necesidades humanas, como la es la de llegar con cierta tranquilidad a fin de mes. Cabe acotar, que hay quienes que siempre quisieron trabajar en el edificio de avenida Santa María. En el mundo de los periodistas que quieren serlo, plagado de vínculos laborales que valen tanto como acción de AFJP argentina, el Decano da cierta seguridad. Por tanto, es esperable que el enemigo más enconado del mal llamado idealismo post-cuarto medio no sea la luma de un paco, sino los vencimientos de fin de mes. Aquello que siúticamente se inserta en lo que se denomina el crecer, el hacerse adulto.
Por eso, cuando en estos días el penúltimo de una larga lista de primos sale del colegio (o mas bien emigra de aquella eterna pichanga llamada tercer trimestre de Cuarto Medio), no puedo evitar mirar con cierta nostalgia aquellos días donde todo el mundo te hincha las gónadas sobre qué mierda quieres estudiar (como si se fuera la vida en ello). Me pica la boca por no decirle que evite la maldición de estudiar cualquier carrera que empiece con la letra “P” y se evite tanto onanismo mental inútil. Decirle que la gasfitería –ante tanto huevón inútil con las manos para cambiar la llave de un lavamanos – es el futuro. Sin embargo, el sólo escuchar decir palabras de papá sin siquiera verme en el mediano plazo como tal, hace mantener el hocico cerrado. Sólo cabe esperar a que mi primo no caiga en la maldición de las carreras con letra “P” y que el día que le toque saber su puntaje, no salga corriendo a comprar el Diario de Agustín.

lunes, 24 de noviembre de 2008

A un blog seco

El fin de año trae a veces el fin de las ideas. En realidad, más bien es el fin de algo, como anoche, que es el fin de un fin de semana. Las ideas no provienen de los días, sino de chispazos en lugares insólitos. Leyendo en el baño, en la ducha, cuando aparece una idea cuando en realidad necesitaba otra, cosas de ese estilo. Hay veces que se van, como todas las cosas de este mundo, pero a veces también vuelven.
Hace unos días, leí un posteo de Hernán Casciari. No suelo leer blogs, pero un día –probablemente de aburrido en horario de oficina- un amigo, entre las conversaciones posibles en horario laboral, me dio su web. Lo leí, leí otros y he seguido leyendo lo que escribe. Es realmente un tipo que no sé de adonde imagina las cosas, las escribe con unas palabras que al leerlas uno se pregunta cómo mierda no las escribió de esa manera. Más allá de hacerle una innecesaria propaganda a Casciari, éste último posteo hablaba de la muerte de los blogs. Es una sentencia terrible, en especial para un blog como éste, que sin comentarios habilitados.
Más que la muerte entendida como el fin o el tránsito a otro mundo (dependiendo del caso), en realidad era una especie del todo lo que sube debe bajar, aplicado al ciberespacio. Lo que hace algunos años fueron los blogs, hoy lo es Facebook, y quienes sobreviven a esas modas son quienes ven alguna utilidad a esto, quienes en realidad tienen algo que decir. Si hay algo que decir, poco importan los blogs o el soporte que sea.
Entonces el problema, no es el cómo sino más bien el qué. Después de ser un año poseedor de un blog, la pregunta sobre qué diablos escribir queda siempre. Ante la imposibilidad de decir algo nuevo porque los temas son los mismos de siempre, sólo queda la manera, un matiz.
Por ejemplo es difícil hablar de amor (para efectos de escritura vale el amor de pareja, no el de madre ni el que se enseña en el catecismo), si sólo quedan recuerdos, canciones o algún polvo ocasional (o la ausencia del mismo). Cuando se habla de un amor transformado sólo en el relato de sí mismo, salen cosas bastante honestas, palabras cargadas de una franqueza que se hace imposible de disimular bajo el pretexto de la revisión gramatical. Pero terribles de escribir y a veces innecesarias de leer.
De fútbol tampoco hay demasiado, tan sólo mirarlo y muy esporádicamente jugarlo. De política tampoco, a menos que sea dar una redacción a lo que uno leyó en el diario. Están los papers, pero son muy fomes para hacer algo más que leerlos. Está, por cierto, entenderlos, el inevitable paso posterior, aunque eso es bastante más complejo de dar que el procedimiento obvio de seguir.
Queda el resto de la vida, pero el vivirla es ya un ejercicio suficiente, y que no necesariamente queda bien al ser narrada. También están los sueños, pero aun no he podido escribir mientras ronco. Cuando todo esto se ha ido, quedan las palabras. El único problema es que éstas se han ido junto a las musas, como diría Serrat, y las palabras que quedan están cerca del fin de año, pensando en las fiestas y en que por favor pase rápido el día para que llegue una tarde agradable. En ese estado, que una idea prospere es una quimera, aunque a veces cosas como éstas ocurran.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Rarezas

Cosas raras han pasado desde el último posteo hasta hoy. Pasan en la vida, y también todos los días. Pero no sé por qué, quizás de fijado, han pasado varias en los últimos días o semanas. La “U” pierde tres a cero en Calama, Racing perdió ayer con el gol más raro que recuerdo, al menos desde el penal que eliminó a Brasil del Mundial de México’86. La farándula, alimento para sacar la vuelta en una jornada laboral, dice que los implantes de silicona se lo hacen niñitas que con suerte han terminado la media. Me hice seguidor de una serie transmitida por un aborrecido canal de series –Two and a Half Men-, The Film Zone se puso un canal casi familiar por las noches, tras ver casi un año Mala Conducta me perdí el capítulo final y hoy mi programa favorito lo dan en un canal por definición bodrio, ”los 80”.
Partiendo de la base que es feo pelar a los muertos, los homenajes a quienes se han transformado en polvo y abono para los plantas han rayado casi en el tropicalismo que nos gusta subrayar de Chávez o al hablar de los peronistas. En estos días asistimos a la banalización más absoluta de la palabra memorial, a propósito de Jaime Guzmán, sin dejar de mencionar los homenajes a Ricardo Claro. Sin Kioto que pueda enviar Claro desde la ultratumba, Piñera parece que está a punto de ganar la Presidencia sin subir en las encuestas de manera importante desde el año pasado –ojo con la pregunta “Quien le gustaría que fuera Presidente”-, aun cuando otras preguntas que indican que ganará por paliza el próximo año. Bueno, las encuestas hay que mirarlas de primera fuente, no por los diarios.
Entrando ya en la política, si bien la política siempre ha sido más compleja y absurda que en los libros de consulta, la elección municipal sigue dejando mensajes rarísimos. Una derecha que ganó sin sumar votos más, una Concertación que muestra sus hilachas como pocas veces. Candidatos con dudas hamletianas sin son o no, con un Frei que parece más progresista que Lagos (partiendo por saber qué diablos es ser progresista, una cosa más rara que Chile ganándole a Argentina en el fútbol). Todo el mundo se cree Obama, pero aquí los “negritos de Harvard” serían equivalente a que un hijo de La Pintana fuese el presidente de la Sofofa. A lo mejor es el efecto de tanto Phd titulado de universidad gringa que quiere que Chile sea EE.UU., aún cuando allí pasen los mismos absurdos que suelen pasar acá.
Estamos ante la elección más trascendente desde 1988, pero todo lo que sucede en ese extraño mundo que es la política, parece más de marcianos que nunca. Hasta la inflación está rara. Suben las papas, el pan, o las cuentas, pero los celulares o los computadores están –dentro de lo que han cobrado siempre- baratos. Incluso hasta las mismas rarezas son extrañas, donde encontrar la palabra exacta para describirlas deja más dudas que al principio, cuando uno recién se hace las preguntas.
Raro habría sido que ver a REM hubiese sido un mal concierto, que ver a Serrat y sentirlo cantar como si estuviese a dos metros fuese una frase hecha. Las mujeres en primavera siguen teniendo ese qué sé yo que sólo tienen en primavera, las cuentas aparecen siempre entre el 3 y 5 de cada mes, después del lunes vendrá siempre el martes y el reloj –salvo que salga de vacaciones-sonará a las siete aunque uno se levante apurado media hora después.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Resacas del SUE y del fin de Bush.




Al salir del Movistar Arena, una vez que había terminado la primera jornada del SUE, terminaba lo que, en estricto rigor para muchos de los que fuimos ese día, fue el primer concierto de REM en Chile. REM es un adquirido en hace unos años, casi en paralelo con el tabaco. Si bien Kaiser Chiefs estuvo bien, la verdad no sé que fue Mars Volta, probablemente demasiado experimental para mis oídos. Si bien había escuchado a Mars Volta antes, la primera vez fue hecha con el pie izquierdo: el primer mp3 que escuché al azar resultó ser una tortura de más de 13 minutos de música que no sabía sin comienzo ni fin. Una profecía autocumplida que se concretizó aquel lunes 3 de noviembre en horario de noticieros. Mars Volta es un grupo que me pareció algo así como el equivalente en bandas a un Stalker de Tarkovski o al Ulises de James Joyce. Sufribles, probablemente unos genios de la música invisibles a mis básicos sentidos. Sensación comprensible, porque esa noche fui a ver a REM.
Casi al finalizar, uno de mis compañeros de concierto y gran amigo, me comenta al oído, ¿te imaginas si McCain gana mañana, como va a ser este concierto? Ese mañana en realidad fue ayer, que ya mañana será anteayer. Pero viendo las noticias, no puedo dejar de hacer ese ejercicio. Por cierto, es una práctica tan inútil como si Pinochet no hubiese convencido a Allende de no convocar aquel famoso plebiscito el 10 de Septiembre de 1973, si el general Matthei no se va de tarro aquel de 5 de octubre, como si Carlos Robles no se hubiera comido ese gol off-side de Salas en aquel clásico de Noviembre de 1994, si en aquel verano de 2004 no hubiese hecho tantas estupideces, si al año siguiente me hubiese dedicado a trabajar de periodista y no hubiese metido en aquel magíster sin destino que, curiosamente, sí me abrió una pequeña puerta laboralmente. En fin, el clásico ejercicio, para el cual los ingleses patentaron esa maravillosa diferencia entre el “yes” y el ”if”.
Aún así, la pregunta sigue abierta. No tanto por lo que hubiera pasado al día siguiente en el Arena Santiago, sino por McCain. La respuesta es que no sé si hubieran cambiado demasiado las cosas si McCain hubiese sido electo presidente. Por una razón bastante lógica. Estados Unidos sigue siendo el mismo país inserto en un mismo planeta y dimensión. El país que asumirá Obama en el 2009 es el mismo que habría asumido McCain.
EE.UU. está en la que aún puede ser la peor recesión desde los 30’. El retiro de Irak no es posible en mucho tiempo, en especial porque pese al desastre de invadirlo en aquel 2003, donde el oasis de democracia liberal que brotaría como maná en el Sinaí tras la invasión es en realidad una potencial Yugoslavia versión 2.0 entre el Tigris y el Eufrates. Porque EE.UU. tiene que seguir girando a una línea de crédito reventada y mantenida a respiración por una China financiando el déficit a través de bonos soberanos. Todo ello para pagar más tropas que aún no puede dejar de desplegar en Irak y Afganistán; un retiro es una caja de Pandora comparable a la que los ingleses dejaron tras de sí al abandonar Palestina en 1948.
Obama, uno de los presidentes intelectualmente mejor preparados (pese a que su antecesor le baja la escala a cualquiera) es víctima inevitable de su propia figura. El primer presidente negro, el hijo de inmigrantes, y de la alegría visceral que provoca su triunfo (o más bien el fin de Bush) llegará el turno de la lógica de Estado. Suena la voz de Stipe, surgida calculadamente desgarradora desde aquella noche en el Arena, que resulta ideal para describir de una manera no esperada este primer día del fin de la era de George W…. It’s been a bad day, please don´t take a picture.
Hay alegría en Nueva York, en Berlín, en Boston, en Nairobi, Caracas, Madrid, Santiago, San Francisco o París. Pero hemos visto poco del Estados Unidos de fondo: nada de Oklahoma, Alabama, Carolina del Sur, Montana o las Dakota. Tal vez es mejor no saber por ahora el qué ha pasado allí, porque a veces simplemente el que no pase demasiado dice más que una euforia cuya única certeza es su propia resaca. Es como volver a escuchar Mars Volta (en disco eso sí), que no resultó tan terrible, quizá por el simple proceso de un equilibrio inevitable. En eso cae casi de cajón que surja un Obama, sin duda es el sello amable de la moneda, donde la cara aparecerá cuando el Presidente de EE.UU. se llame Obama, y deje de ser el candidato triunfante. Queda sólo la esperanza que este período no sea tan amargo como éstos últimos ocho años.