lunes, 27 de octubre de 2008

Aires Peronistas

Como es usual, destino más tiempo a lo que no debiera en lugar de enfocarme en lo que sí hay que hacer. A veces ha sido la fotografía a la antigua, en otras, armar maquetas. En días de elecciones, es armar una planilla Excel y ponerme a jugar con los cómputos. Ejercicio bastante inútil por lo demás, porque los mismos datos –décimas más o menos- los puedo tener con mirar la tele o Internet sin hacer mayor esfuerzo. Dado que siempre me costaron las matemáticas, el Excel me da lo que el cerebro me negó en el colegio, me es dignificante crear números, aún con esfuerzo para anotar las celdas con cierto orden.
En en estos momentos donde me nace el cientista político que no he sido, y con cierto esfuerzo, puedo hacer un análisis con algo de coherencia. Viendo los análisis en TV, que en su mayoría que tuvieron más de cuentistas políticos que de cientistas, no me queda más que reconocer, con cierto dejo de verguënza propia, mi simple condición de periodista, profesión a la que tanta porquería he tirado en posteos anteriores. A la espera de papers y análisis más fríos, sólo me queda el simple, pero muy defendido, sentido común.
Curiosamente, dentro de la sensatez posible, la analogía ha sido el fútbol, concretamente al supuesto cambio cultural que habríamos experimentado con Bielsa, donde los triunfos son tan evidentes que no necesitan explicarse por sí solos. Cuando para decir que se ganó hay que explicar, no resiste mayor análisis. Si por la eliminatorias, cuando nos toque jugar contra Brasil nos toca perder sólo uno cero, ¿es eso un triunfo? (Dado que en Santiago perdimos por tres). Si en dos partidos tengo cero puntos, ¿cómo puedo decir que gané el último? El problema es que eso pasó en las elecciones de hace unas horas. Conclusión preliminar. El fútbol, el vilipendiado fútbol, de veintidos imbéciles -más miles en una gradería o millones por TV-. tras una pelota, dejó una lección. Una victoria no tiene por qué explicarse, basta por si misma. Cuando se empieza a explicar por qué gané, algo empieza a oler mal. Y efectivamente, puede terminar con mal olor.
La derecha sacó más votos en la elección de alcalde sin subir sus votos significativamente, pero ganó. La Concertación sacó más votos en concejales, bajando lo que sacó en 2004. Curiosamente, es probable que la Concertaciones saque más alcaldes (la derecha tiene más votos porque ganó las ciudades más grandes) y la derecha tenga más concejales de lo esperado (por el cálculo de cifras repartidora). El primer gráfico es de alcaldes y el segundo de concejales, con cifras del tercer y último cómputo de la noche











Dentro de lo que se ha dicho, hay ciertas curiosidades. Todo el mundo –político- se dicen que son elecciones que no son comparables, pero igual son comparadas por quienes previamente dijeron lo anterior. Dentro de esas curiosidades, con los alcaldes pasa algo especial. Por ejemplo, que alguien diga que el casi 80% que sacó Virginia “diez por uno” Reginato en Viña significa que la UDI es el 80% del electorado viñamarino, sería como decir que Colombia estaba 5x0 sobre Argentina en 1993 por ganar en La Bombonera.









La impresión, confirmada lamentablemente, es que los alcaldes se han transformado en pequeños reyes, donde hagan bien o mal su gestión no es tan relevante para ser reelectos. Este tipo de elecciones nos hace parecer bastante tropicales, lo que es peor, hay bastantes síntomas de que tenemos bastante de peronistas, aunque sea a la chilena. Poco importaron las irregularidades pilladas por la Contraloría, lo que no es nuevo. Basta recordar el caso de Rodrigo González el 2000, cuando, pese a ser destituido, salió concejal sin moverse del escritorio (lo habían inscrito por si acaso) Por lo tanto, a la hora de pelar a los argentinos en lo único que le podemos ganar (salvo excepciones como la del miércoles 15) hay que pensarlo dos veces.
Dice bastante que los principales resultados o novedades se dieron en municipios donde el alcalde no iba a la reelección, más allá de la siempre odiosa excepción que es el pelo en la sopa a la hora de sostener algo, como es en éste caso Valparaíso. Sí es destacable que los feudos no fueron tan hereditarios, como los casos de Soria (Iquique), Indo (Quilicura), la señora de Pedro Velásquez en Coquimbo, o Cerro Navia, donde si los Girardi ponían un ficus como candidato probablemente ganaba, lo que no ocurrió.
Es difícil sacar conclusiones, porque permiten sostener disparates. Descontando que Viña se volvió insoportablemente momia, aunque no más derechistas que mi colegio en mis tiempos de escolar, la derecha ganó su primera elección desde 1958 sin subir sus votos significativamente (alcaldes) pero al mismo tiempo sigue siendo minoría políticamente (por los concejales). El argumento dado por ellos en los noticiarios sería como decir como que la Católica no perdió el clásico porque fue uno a cero y sin Medel o que vamos a perder porque un Salvador Imperatore 2.0 sacó un penal de la manga. Es como decir ganamos el Chile 3, pero no salimos campeones, pero nos declaramos campeones. (el torneo chileno sigue dando botones de muestra como varios de los vistos en las últimas horas)
La Concertación hizo su peor elección, pero es curioso por qué no terminara peor (si fue en dos listas y donde ser candidato a concejal era más fácil que encontrarle un romance a Pinilla). Y lo más curioso es que perfectamente puede ganar la elección del otro año, al igual que, pero en menor medida, la derecha. Aunque el problema de la Concertación no es ganar, sino qué cresta hacer si ganan. Si esto fuera fútbol (pero no chileno), sería más simple. Pero es política, y chilena, que hoy se parece más a la peor fotocopia de la argentina o del tropicalismo del que tanto nos gusta reírnos.

jueves, 23 de octubre de 2008

La cruz de ser cruzado.

De tanto hacerle el quite, finalmente llegó la hora de escribir acerca de pecados inconfesables, de esos que inevitablemente hicioeron todavía hacen sonrojarse. De esos pecados sólo posibles de sostener con idioteces que se dicen y hacen a los quince años, porque hacerlas después te vuelven un imbécil sin remedio. El problema es que ya no tengo quince años, sino que en menos de un año duplicaré esa edad, y el pecado de origen no sólo se sigue cometiendo a diario, sino probablemente me acompañará hasta la tumba.
El peor pecado de un hombre es aquel que tiene la mayor dulzura posible de encontrar en este mundo, como es una mujer. Pero como las mujeres de mi vida han sido menos que los dedos de una mano que no tiene todos sus dedos, queda sólo un amor que no se marchita ni con los años ni en los odiosos encuentros posteriores de antiguos amores convertidos sólo en recuerdos de carne y hueso: el equipo de fútbol. Un equipo de fútbol es como una mujer que te acompaña desde niño a viejo. El problema pasa a ser cuando te equivocas en elegir, porque aún cuando en este caso –el equipo- es posible un divorcio, si cruzas ese Rubicón, te transformas en un hijo de puta para siempre.
Tu equipo es el de tu país, al menos de la tierra en la uno se ha hecho hombre. Te pueden gustar, o ser fan de equipos, que pueden ser mejores y probablemente de otros países, pero tu equipo es sólo uno. Esta poligamia ficticia e inócua respecto a los equipos de fútbol es fácil de explicar. Puedes encontrar de otro mundo a Scarlett Johansson, tener un sueño con Paz Vega del que no quieres despertar, pero mujeres como ésas existen en un universo paralelo (además en mis sueños no están musas como esas, porque son bastante más fomes). En cambio, la mujer por la que puedes soñar despierto puede estar a la vuelta de la esquina, envuelta en el inevitable e irreversible proceso de ver cómo empezó a caer lo que alguna vez estuvo en su lugar, comenzando a desarrollar mañas de vieja de mierda siendo sólo una cabra chica. Cuando sólo es una simple mujer, pero que no sé porqué la ves como una princesa de cuentos, sabiendo que la monarquía es una mierda y la república una virtud.
Por eso te puede dar gusto ver al Barcelona pasar por encima del equipo del franquismo o ver a la Lepra en el suelo, sea en el Gigante de Arroyito o la cubetera del Parque Independencia. El problema está en ése equipo, que es tu equipo. A partir de esto queda claro, que soy es la Católica. Objetivamente, no tengo idea porque soy de la Católica ni por qué no me he cambiado. Tampoco sé cuando empezó todo. La lógica debería indicar que eso es culpa de los padres, pero ésa debe ser una de las pocas cosas que nunca, ni en la imbécil de las juventudes, le critiqué a mi papá.
Viéndolo con sangre fría, la Cato es un club de mierda. Bota a sus jugadores, que terminan odiándolo y jugando por otros clubes, incluso por el Colo o la U sin pudor alguno. En pocos clubes, un ídolo que se retiró allí (Gorosito) termina en tribunales porque los dirigentes buscaron ahorrarse una chaucha de más en el frustrado partido donde el Pipo debía retirarse. Tiene una casa (San Carlos) donde, no puedes hacer cumpleaños porque los vecinos temen que tus invitados de piedra (Colo-Colo especialmente) les meen el antejardín. Un estadio donde más encima tienes que sufrir en Transantiago para llegar. Un equipo que tiene a la hinchada más insoportable y exitista de Chile, y donde a los pocos hinchas fieles los tratan como lumpen, porque vienen desde la ribera norponiente del Mapocho. Donde la mayor visión de futuro de su dirigencia consiste en postergar la salida a la bolsa por temor a la crisis financiera y en hacer corretaje de propiedades con Santa Rosa de las Condes. Donde el estigma del vicecampeonato es tal que hasta para ser vicecampeones, hoy estamos en segundo lugar detrás de… Colo-Colo.
La Cato, pese a todo ello, tiene esos detalles mágicos. La final del 93’, a la que se llegó porque Dios es grande y porque ése era un equipo de hombres, donde Lunari ponía el fútbol, lo que dice mucho, con tipos como Almada o Barrera de delanteros, pero al mismo tiempo con “Charly” Vásquez en su mejor minuto de líbero. Tiene esos equipos que no salen campeones sólo porque Dios (o Carlos Robles) no los quiso, como en 1994. Porque saca del sombrero triunfos inesperados, como ganarle a Boca en 1997, en la Bombonera y con un Maradona, que pese a todo, todavía era Maradona. Pero un club que, al mismo tiempo, muestra indecencias como no ganar un partido en el bolsillo con Corinthians el 2006, perder 0-3 con Huachipato en Santiago o que Audax nos tenga de hijos. Porque si bien la UC termina pariendo a un “Chamuca” Barrera que nunca explotó, saca también del sombrero a un Gary Medel.
La UC, también, fue testigo de mi primera hijoputeada de mi vida, cometida sólo por la inexcusable torpeza de los quince años. No sé porque ni cómo empezó, pero en 1994 hinché por la U. De la boca para afuera, cierto, pero uno es responsable de sus actos, no de lo que sienta para callado. No sé si fue porque encontraba el colegio un antro de cuicos –había mucho hincha de la UC per cápita, lo que puede resultar odioso-, o porque no había un solo chuncho (síndrome Contreras). Pero como la vida castiga, ese año la U salió campeón de la forma en que salió, con Robles expulsando a Gorosito y cobrando un gol más falso que teta de silicona en el clásico decisivo y con aquel regalo desde los doce pasos dado por Imperatore en la última fecha en El Salvador. Ese año, aprendí que la vida castiga. No a palos, pero con dureza.
Por una lección aprendida, consistente en que no se debe jugar con cosas que no tienen repuesto, volví al lugar donde nunca en realidad me fui. Un lugar con más defectos que cualquiera, capaz de albergar lo peor de lo nuestro, pero con la magia de las esporádicas cosas bellas y felices de la vida: la UC. Porque si bien cargamos con el estigma de ser el equipo del barrio alto, el equipo del dictador fue otro y los árbitros no nos regalan campeonatos. Porque pese a todo sus defectos, cuando la UC gana sale crujiente el croissant en Vitacura, pero también la marraqueta se vende con más sabor en Renca. Porque en la vida puede haber más de una o dos mujeres de aquellas, pero equipo sólo hay uno.

jueves, 16 de octubre de 2008

Triunfamos como nunca, pero con las volteretas de siempre


No es mentira, sino una verdad en toda su expresión. Del porte de la Catedral a la que Basile y Argentina tendrán que ir a llorar por primera vez. Efectivamente, ocurrió. Por primera vez Chile le ganó a Argentina, a nivel adulto, jugando por los puntos. Ocurrió un día que recién fue ayer: 15 de Octubre de 2008. Un día para anotarlo en una libreta donde no se borre, apuntar qué calcetines usé (unos blancos con unas rayas y un siete de color celeste), que llevaba en el bolsillo de la chaqueta café: “El Crá” en uno. “Estrella” de Kazakievich, que es una novelita tipo de cowboys al estilo soviético – o sea de soldados peleando en el frente oriental contra los alemanes-en el otro. Qué llevaba en los bolsillos, quien estaba a mi derecha –un amigo que ha empezado a ser cábala- y un niño que por primera vez iba al estadio –qué debut- y que lo llevaba su madre. Fue una noche sin frío, con luna llena, gritando un gol cuando no se sabía que iba ser el del triunfo, como loco cuando el colombiano ese tocó el silbato. Uno de los goles más hermosos que he gritado: por el partido, el rival, el gol y porque no estaba la voz de Canal 13 de fondo.
¿Exagerado? Para nada. Ganarle a Argentina era una apuesta que hoy día habría pagado mucho, la que sólo podría haber sido superada en su nivel de incertidumbre por las bolsas del mundo en estos días. Alguna vez le ganamos a Brasil, también a Uruguay. Goleamos a Paraguay alguna vez. Pero a Argentina, jamás por los puntos, salvo el preolímpico del 2000. Lo más heroico fue el 2-2 en el Monumental de Núñez el 2003. Pero con Argentina es algo especial. En nada. En tenis, nos ganan –salvo un par de Copa Davis por ahí-, en básquet nos hacen bolsa, en Rugby puré, en el resto ya ni sé. Cuando las argentinas se ponen traje de baño, mejor ni digo para que no se piquen las chilenas. Tienen Buenos Aires, nosotros Santiago. Ellos a Borges o Cortázar, nosotros, bueno mejor omito (no me hagan decir Neruda). Tenemos políticos algo más decentes, pero eso es porque no tenemos peronistas, así que no vale. ¡Si lo más cercano a triunfo es a Benjamín Vicuña enamorando a Pampita, dejando a los reyes del verso fuera de combate!
Por eso lo de ayer fue único: le ganamos a Argentina. Todo eso ocurrió hace unas horas. Poco importan los diarios de hoy, parecido a los tipos que deben haber ido a Plaza Italia haciendo el loco. Pero vale la pena echarles un vistazo, en especial a los argentinos (no es porque sus periodistas deportivos sean del otro mundo, sino porque siempre es preferible el original a la fotocopia). Leer Ole, es hoy una delicia: "Parecían 15 contra diez", es la que quisiera no olvidar. Leer la nuestra, lo que se podía esperar después de ganar.
Un análisis más frío dice que Argentina jugó mal porque Chile lo hizo ordenado como pocas veces, que anuló a Messi e hizo que el Kun Aguëro recordara que su único gol –por una noche- fue hecho a Maradona, pero no al pelusa, sino a su hija. Que Orellana hizo olvidar a Sánchez, que el Pitbull Medel comenzó a vengarse de aquella semifinal en el sub-20 del año pasado en Canadá, precisamente frente a Argentina. Que Contreras olvidó sus salidas en falso. También que Zanetti jugó como nunca –pero mal-, que Demichelis se dedicó a sacar goles. Que los humos se deben disipar y no subirse a la cabeza, es una tarea que no hay que olvidar a partir de hoy, pero dejarla de lado, por una rato, anoche. Y para los exitisitas, que lean a Bielsa de anoche, ahora que sus bonos subieron, a ver si los iluminados de siempre entienden.
Ver Fox Sports anoche fur un ejercicio un poco surrealista. Ver a Basile decir que los quienes quisieran llorar, que se fueran a la Iglesia. Ver la polémica Bielsa-Basile, un bodrio más inflado que las Farc operando en la Araucanía y que, de rebote, se compraron gratis acá (aunque, hidalguía de por medio, hay que reconocer que no fueron los periodistas deportivos chilenos en inventar leseras. Esta vez fue peor: la copiaron sin más)
¿Qué más se dice, después de ayer? ¿Nacionalizamos por gracia a Bielsa, Bonini y Berizzo? ¿Los recibirán en La Moneda? ¿Todos son bielsistas, dándose la ya no sé cuánta vuelta de carnero? ¿Ahora somos campeones mundiales? La verdad, no sé si alguien lo sabe. No sé que pasará después, si llegamos al Mundial o no. Probablemente sí. Es una probabilidad, valga la redundancia, que es reducida porque Paraguay se disparó.

Pero la lógica que se vaya a la punta del cerro, por un rato, porque lo de anoche fue cierto. Es cierto que a Suazo se le fue por un pelo que no tiene el segundo, pero también que el cabezazo de Demichelis no entró al final; en partidos normales contra Argentina, esas pelotas son goles argentinos. En fin, la racionalidad sólo para quienes presumen de ella, en los suplementos deportivos. Para uno, la satisfacción de estar en la historia. Incluso si, milagro o Bielsa mediante, empezamos a jugar y ganar como la gente en cualquier lado y ganarle a Argentina no sea tan equivalente a un milagro, está la satisfacción de estar en la historia, por que fue primera vez. En una noche primaveral, con una dulce luna llena como fondo al pitazo final. Como una primera vez, pero de las lindas.



PD: El video de abajo es para no olvidarlo, y anotarlo en la piel.




lunes, 13 de octubre de 2008

Tropiezo en el ombligo del mundo.

Como los temas de este blog no son muy variados, no es una gran sorpresa que estas palabras sean sobre fútbol. Dentro del gusto de ver este deporte –sobre todo cuando jugarlo no es lo mismo que antes-, ideas no faltan, como la prometida introspección para dilucidar por qué soy hincha de la Católica o de iniciar una manda o cruzada –con herramientas cercanas al esoterismo y a la religión perdida- para que Palestino no llegue a la Libertadores en el Chile 3 (por vergüenza ajena, aún no sé cómo el Estadio de La Cisterna sigue abierto), al final el tema es el de siempre en estas jornadas: las eliminatorias.
En 18 partidos, la lógica indica que hay partidos muy malos. Uno fue éste. Por cómo se jugó, esta derrota es peor que las anteriores con Paraguay, Brasil y con Argentina hace poco más de un año. Por el equipo a enfrentar, con el orgullo de si mismos propio de los porteños en la época de la pizza y el champagne durante Menem pero con las limitaciones propias de Ecuador, porque si bien ésta década en términos futbolísticos, ha sido la mejor de su historia, viene inflado a lo Wall Street en estas semanas, y tengo la impresión que eso se notará en estas eliminatorias. Esta derrota fue peor que las anteriores porque Ecuador no pasó la máquina. Es cierto que, especialmente el segundo tiempo hasta los 75 minutos, poco después del gol de Ecuador, Chile no cruzó la mitad de la cancha, pero las principales llegadas de Ecuador fueron de remates de fuera distancia. Ecuador no podía entrar, y en eso algún mérito existe, si se puede rescatar algo de un partido malo.
Éste fue el partido posible, en especial después de la expulsión de “chupalla” Fuentes, y por eso a veces las decisiones se toman con demasiado pragmatismo, en especial de visita y cuando el cero aún existe. Este fue un partido de ellos, lo que se evidencia de manera clara con la salida de Fernández por Contreras. Podría haber entrado Morales antes y no haber sacado a Suazo sino González, pero ya eso es especulación y no la verdad revelada por nuestros comentaristas. Ciertamente, no era el partido para Valdivia, en especial con un juez repartiendo tarjetas como el millonario Farkas lo hace con las propinas. Así como nos podríamos haber llevado tres goles más, también se podría haber empatado. Pero se perdió y punto.
Sin ser general antes de la batalla (en el caso de Ecuador) y ponerme el parche antes de la herida (Argentina), para ésta doble jornada calculo un punto. Porque podía estar dentro de los cálculos un empate (o derrota) ante Ecuador y viceversa con Argentina en Santiago. No es que tenga vocación de locutín Santibáñez, pero era difícil este partido en Quito. Se perdió porque Ecuador jugó mejor y Chile mal, su peor partido, aunque estuviera en los cálculos.
De los cambios obligados, si yo fuera entrenador, pondría a Ponce y Contreras por Fuentes y Jara (creo que va a entrar Martínez antes) y dejaría a Medel en vez de Cereceda en el medio. Pero ponerse de entrenador con sólo el control remoto es de digámoslo suave, de pajeros. En ese sentido, y cómo suele pasar estas eliminatorias, lo que quedó en esta jornada son cosas extra fútbol, como los periodistas deportivos, con una capacidad de verse en el ombligo que cada día asombra (a lo mejor será porque estaban en el ombligo del mundo).
La vergüenza ajena que anden buscando que Bielsa diga que se equivocó, lo enfoquen si grita o no, si tira un escupo o no, etcétera, de inflar cada partido como si fuera la guerra mundial (Venezuela no era la Holanda de Cryuff, ni Brasil la selección de Lichtenstein, y que estén fuera Tévez o Riquelme el miércoles no es garantía de nada). De opinar hablando en lenguaje seudocientífico de los cambios y tácticas del fútbol. Esta bien y es parte de la prensa ser aguja, aunque debieran serlo también en temas donde hoy no lo son, cuesta de verdad y es necesario serlo, como la economía o la política. En el fútbol, como en la farándula, ser aguja es gratis.
Hoy, los periodistas deportivos se creen técnicos, aunque sin micrófono son otra cosa. Dos casos de valientes al micrófono que se pusieran el buzo: un periodista (Daniel Salvador en Palestino durante 2003) y un comentarista (Bonvallet el año pasado) que se pusieron a dirigir, y el resultado fue raya, pero para la resta. Mención aparte, ésta eliminatoria se ve más larga, no sólo porque las eliminatorias sudamericanas son las más difíciles del mundo, sino por los partidos que - descontando los que pueda ir al estadio- me quedan por ver en Canal 13.

jueves, 9 de octubre de 2008

Acerca de la falta de Dios (o el exceso de economistas y colocolinos)

¿En qué se parece un colocolino a un economista? En lo agradable que resulta verlos perder. Esta frase, que suena más a un chiste fallido que a la realidad, es hoy una certeza, dentro de lo poco que se puede ver con humor respecto a la actual crisis financiera. Si uno no escribe en lenguaje de paper, es un poco absurdo hablar de economía. Pero como el mundo está vuelto patas para arriba y las bolsas mundiales andan como mujer despechada en día 14 (o un hombre con una piscola de más) uno puede permitirse hablar de economía sin aproblemarse demasiado.
Por ejemplo, veamos la crisis del 82’, citada como un rescate ejemplar de un sistema bancario casi quebrado, puesto como ejemplo. Es cierto que se salvó, pero el costo pagado fue de aquellos (pagado por el Estado, cosa que los neoliberales nunca les gusta reconocer) Hojeando un “Entre el neoliberalismo y el crecimiento con equidad”, en su edición del 2001, un libro de Ricardo Ffrench-Davies (un chicago boy, pero de los sensatos), el resultado de la crisis bancaria del 82’ es horrible: por ejemplo, el PIB chileno de 1981 cayó de tal manera que recién en 1989 el PIB fue mayor al de 1981 (p.208). En 1982, la deuda externa de Chile llegó a cuatro veces sus exportaciones y representó el 71% del PIB (p.212). O leer el capítulo sobre Corea en “Malestar en la Globalización” de Stiglitz, sobre el beneficio de no hacerle caso cien por ciento al venerado mercado (sin que te tachen de bolchevique en el intento)
Si bien, todo parece indicar que en Chile no estamos en el ojo del huracán, eso puede estar tan cerca de ser cierto como demostrar científicamente la existencia de Dios. La única diferencia es que sólo queda la fe, pero en vez de Dios al cual aferrarse, sólo quedan los economistas y sus pronósticos, hoy más cercanos al horóscopo de tabloide que a la ciencia (en todo caso, no sé que más miedo me da).
Por eso, mejor no hablar de economía, pero sí de los economistas. ¿Qué es un economista? Es una carrera, licenciatura, maestría y doctorado (PhD para los siúticos) por la que, de no mediar una fobia por las matemáticas, habría sido bastante feliz de estudiar. El único problema, es que para ello, o se es brillante o se debe hacer la lenta carrera de la academia (mientras tus compañeros disfrutan de una carrera aún cotizada en esta selva llamada mercado). De haber superado la fobia por la herencia de Pitágoras, probablemente habría estado en el segundo grupo, por huevón más que otra cosa. Entonces, un economista es algo así como un tipo que estudia economía y que, en los últimos años, ocupa mucho fórmulas, ecuaciones y demases para dar explicaciones de los asuntos económicos. Es una rara mezcla: tienen la patudez de los médicos –aunque a diferencia de los galenos, tienen la deferencia se hacerse llamar doctores después de obtener el doctorado-, el ego de un abogado, la charlatanería de un periodista, el amor propio de un artista y la visión del mundo propia de quien sólo quiere estar en uno que no es el suyo.
Además, sí se está en Chile, alguien que es capaz de opinar de economía, política, transportes, gastos de defensa, y ahora, incluso al fútbol (con la moda esa de las S.A., cuyo principal ejemplo es hoy Colo-Colo o la U, cuando salga a la bolsa hasta el burro "Luis Miguel" y lo que queda del estadio de mecano). Es un opinólogo que fundamenta en ecuaciones. Un tipo que puede decir “Juan se tiró un pedo –léase peo- en tu cara” sin que suene la estupidez que realmente es. De esos que opinan de cualquier cosa, pero, ¡ay hay si alguien que no sea economista hable de economía!. Un país donde un economista puede ser ministro hasta de Salud o de Defensa, pero donde un médico o abogado no será ministro de Hacienda o Presidente del Banco Central.
Aunque dé un poco de pudor a estas alturas echarle la culpa de todos los males de esta tierra a Pinochet, en especial después de muerto (pese a que sus años han sido de lo más cercano al infierno en estas tierras), los economistas de hoy son una pesada herencia de aquellos años. Para ser más justos, es el neoliberalismo con fuertes raíces hasta hoy inimaginables (como los colocolinos) El culto por la economía, o los economistas, viene de aquellos años, reforzándose en estos años de la vía chileno al desarrollo. Hoy día, algunas de estas extrañas situaciones, se han vuelto una paradoja.
Por ejemplo, el efecto esque el neoliberalismo incubado en aquellos años, y matices menos, vigente hoy en día, se parece en parte a lo que imaginaba Marx (si alguna vez lo entendí, dentro de lo poco que leí de él): la economía como eje conductor de la sociedad, sobre la política incluso. Otra la da la revista Economist (revista que a la prensa chilena, como una especie de oráculo de Delos, le encanta citar cuando critican a Bachelet), en su edición del 27 de Septiembre, “The doctor’s bill”: el gran objetivo del rescate financiera es evitar una gran depresión que termine por afectar al libre mercado –al estilo de los años 30’- (suena mejor en inglés, pero éste me basta sólo para leer con cierta decencia). Por supuesto, este artículo aún no lo veo traducido en algún diario de la plaza (aunque a lo mejor está). Quien lo diría, que el Estado, el odiado estado, finalmente los salvará de nuevo.
Pero ante la evidencia, los economistas –no todos son para no caricaturizar- reaccionan como colocolinos: no reconocen nada de la embarrada hecha, le echan la culpa a un externo (al Estado que no intervino o no reguló y por supuesto al mercado que resultó no ser tan perfecto, sigue siendo una verdad revelada) y esperan que el mismo Estado los rescate, como lo hicieron los colocolinos pidiéndole limosna a Pinochet para que les terminara el estadio. Y aunque finalmente no hubo chaucha caída desde La Moneda (en temas de plata, se manejaba el general), algo de razón tenía Nelson Pinto al celebrar un gol en el Monumental con la nariz tapada.

domingo, 5 de octubre de 2008

05'10''2008

Recordar los aniversarios es un acto que tiene mucho de hermoso, de feliz, pero al mismo tiempo con una dosis proporcional de inutilidad. Por ejemplo, mi hermana acaba de irse a la reunión donde los compañeros de colegio se reúnen después de 10 años, evento que yo tuve hace un año. Por curiosidad, uno le gusta saber como está un otro después de tanto tiempo, más allá de si está más gordo, pelado o viejo, cúanto queda de los pendejos de mierda que todos somos en el colegio. 
Es un minuto donde las chambonadas y estupideces de entonces se recuerdan incluso con gracia, donde las bromas cargadas de crueldad -propias de la niñez y la adolescencia- pasan a ser anécdotas con gracia para ser contadas y reídas junto al copete de rigor con los viejos compañeros. 
Algo de eso tiene este aniversario del NO. Por cierto, el análisis más "riguroso", la trascendencia de este proceso (más cómo hito, lo que no deja de ser importante) está para los diarios dominicales, que llegarán en un rato más.
Hoy en el court central se reunirán las viejas glorias, como nos reunimos el 4to B de la G-97 hace poco más de un año en Granadilla. Sin las piscolas nuestras, pero con recuerdos, como nosotros. Con la trascendencia y ceremoniosidad que se le da a este hito, pero sin la liviandad con que nos reímos de nosotros mismos, los de la G-97. 
La historia del general de aviación que terminó por convencer a Pinochet de reconocer el NO, de la encuesta CEP que no salió salvo por un filtración del NY Times, del comando de elecciones libres. Una suma de hechos puestos en conocimiento de a uno, como pequeñas anécdotas para disfrutar leyendo en este aniversario dominical. El único problema, es que este aniversario, cargado de viejos recuerdos, propiedad de viejos dinosaurios más vivos que nunca, es tan presente como ayer, pero recordados con la mayor frivolidad posible -disfrazada de cínica veneración-, donde la élite es igual a la reunión del 4 B, realizada en el 2007 en Granadilla.
Es cierto, la Concertación está más vieja y la derecha más ansiosa que nunca por volver a La Moneda a través de las urnas. Es curioso que se recuerden los 20 años del NO y por ende el desgaste de la Concertación (lógico), pero es curioso que se omitan los 50 años que la derecha no gana a través de una elección, que serían 63 desde que no constituyen una mayoría de votos (aunque en términos de votos, la derecha tiene más votos que en 1958)
Por eso, estos veinte años del NO huelen más a reunión de ex amigos de colegio que otra cosa, con toda la utilidad de ello (promesas de juntarse más seguido, algún curado, el recuerdo de viejas tallas, etcétera) Es triste ver que la derecha en vez de recordar que este país cambió para bien, insista sin reflexión en el famoso discurso de la alternancia (que no es más que un llanto desesperado de "me toca a mí por favor"), sin sonrojarse. Al menos, después de 10 años de salir uno se sonroja por la bestia que fue, sin usar la edad de 15 años como una excusa. 
Pero también es triste la autocomplacencia por el hito. Porque el tiempo sigue y no se vive de recuerdos, por épicos que sean, sino del diario, de lo cotidiano. Porque el Transantiago resulta más urgente que la derrota de la dictadura, porque cada vez menos gente joven vota  -la explicación de ser un trámite engorroso es de chiste- y no se hace nada por corregirlo, porque el recuerdo de una fecha de la trascendencia de la de ayer suena más a efeméride que a lo urgente y vivo que tenía hace veinte años. 
Quizá el gran éxito del NO sea su muerte, su pérdida de sentido épico, y que hoy sea visto como un recuerdo, un cumpleaños y que los protagonistas de ayer lo vean con la nostalgia de un encuentro de ex alumnos que vivieron eso. Que nosotros, que lo miremos con la melacolía del relato que nos contaron o del vago recuerdo que queda de la infancia. Que hoy las urgencias sean cosas de política pública y no de vida o muerte. Un símbolo que pese a todo, incluso a la misma Concertación este país se volvió vivible. Donde aunque incluso la derecha vuelva, este país no se va ir al carajo y los militares seguirán en los cuarteles. Donde pese a todo, los 80' se fueron y que hoy se miren -con mucha banalidad por cierto- simplemente como la idiotez pop y no como la pesadilla que realmente fueron. Porque la alegría no llegó, pero sí el miedo se fue. 

viernes, 3 de octubre de 2008

El amigo gay

Siguiendo con un torrente de optimismo que no me esperaba, creo que pasar piola por la vida es una de las cosas agradables, si se hace el balance del vaso medio lleno. Así como hay gente que le gusta que la reconozcan, existimos otros para lo que no es tan necesario (independiente que uno tenga siempre esa dosis de ego que no le viene en mal alimentarse del que dirán). Por eso, aparecer opinando en un connotado (porquería en realidad) diario de la plaza no sería tan desagradable con la excepción que alguien se dé cuenta de ello (en realidad, más que ser algo desagradable es la simple constatación que alguien más en este mundo y a solo bytes de distancia está sacando la vuelta en esos vacíos de tiempo que se producen en un viernes poco antes del horario de salida)
En vista del extraño encanto que tiene un cierto grado de anonimato, de alguna manera comencé a entender a los homosexuales o lesbianas que no quieren salir del clóset. Raro, por cierto, llegar a éstas conclusiones, pero que están dentro del rango posible en un viernes a las cuatro de la tarde. Debe realmente malo que otra persona te saque de un anonimato del que no quieres salir.
Sigamos con los homosexuales (hombres y mujeres agrupados deliberademente en este concepto). En un entorno como el nuestro, probablemente ello sea peor, en especial cuando ese motivo tiene que ver con una opción sexual.
No quisiera ahondar en argumentos que hasta alturas pueden sonar medio a lugares comunes, (aunque momentos de felicidad importantes son en sí mismos cosas calificadas de esa manera) cómo el derecho a ser feliz sin importar quien esté en tu cama, la tolerancia en un país provinciano o nuestro conservadurismo extremo en asuntos que tienen que ver con la cintura para abajo. Especialmente porque debatir si una sociedad es más o menos conservadora exclusivamente por asuntos de este tipo, es en sí mismo un conservadurismo/progresismo y más encima hipócrita.
Mas bien, quería hablar de las incoherencias cuando realmente importan, que es en la vida diaria. Como bien decía en otro lado, prefiero partir definiéndome como un tipo conservador pero básicamente porque no me gustaría verme como un progresista de la boca para afuera, aparte de no saber bien qué es eso. A modo de anestesia, desde que el Partido Conservador dejó de existir en los 60', ser conservador no te transforma automáticamente en momio, lo que no hace tan terrible esa definición.
Una de esas grandes contradicciones tiene que que ver con mi relación con lo que podría decirse, el mundo gay. Al igual que las mujeres, un día supe que tenía un amigo gay. No cualquiera, sino uno de bastante tiempo y un muy buen amigo. Lo conocí desde hace años y un buen tiempo después conocí sus temores y en la posibilidad que lo fuera, y bueno la verdad muy bien no lo pasó en un comienzo (lo que me pareció ver, por cierto). Pero de a poco, se fue descubriendo,terminé conociendo a un pololo de él, lo que no imaginé jamás, más allá de ver el amor floreciendo bajo el Parque Forestal (nuevamente los clichés de vuelta).
Seguir, como un lejano espectador este personal "proceso" (es una muy mala palabra en éste caso, como de sicólogo) fue una verdadera lección. La razón es que evidenció las inchoerencias propias. De pensar como algo positivo el matrimonio o la adopción de niños por parte de los gay's, pero al mismo tiempo matarme de la risa con chistes de homosexuales, especialmente ése que pregunta la diferencia entre un gay y un maricón.
Con el tiempo dejé de verlo. No por homofóbico, sino porque la vida te hace estar en lugares distintos. Hace unas semanas, volví a verlo. De gay pasó a ser simplemente un tipo homosexual. Especialmente porque si hay algo odioso, es la palabra gay, que suena más simplemente a un eslógan o una marcha, a un tipo que sólo puede ser pleno en el Parque Forestal o en el circuito artístico o de peluqueros. No más feliz que cualquiera, pero más pleno y claro con su vida que muchos heterosexuales como yo. Lo bueno de esta historia, es que ha terminado bien, pero porque nunca comenzó mal, y porque de los grandes aprendizajes de la vida -como cohabitar con las propias contradicciones sin sentirse demasiado mal-, muchos de ellos provienen de los amigos, en especial de tipos como el que acabo de hablar, que son los buenos amigos.