domingo, 31 de agosto de 2008

El Derecho a ser huevón en paz

Un amigo, que además de ser uno muy bueno, me lee, me dijo que dejara de escribir de política, que lo hiciera de otras cosas o por último, que me riera más de ella. Me planteó sin duda un interesante ejercicio, sobre todo porque si hay algo que hoy día es entretenido escribir es sobre política. Mr. M. -sus iniciales son AM pero como le tengo estima a mis amigos no puedo poner por escrito una sigla idéntica a un disco de Javiera Parra-, es un tipo muy inteligente, buen tipo y bastante sensato, inscrito para votar, y como parte importante de los tipos que reúnen esas características, dice que la política y los partidos son una porquería (en realidad, ocupa otra palabra, pero se entiende).
Además, dejar de escribir sobre esto es lo mismo que lo que le pasó al escorpión cuando cruzó el río con una rana (si recuerdo bien la fábula). Pero tiene razón, sino me volvería como esos aspirantes a escritores escribiendo absurdos tan impresentables como hablar del rendimiento amatorio de los chilenos como si fuera la ampliación de la UE, de una ex como si fuera el retorno de la Guerra Fría, o de peinados de los 80' (o los mismos 80', en realidad) como si fuera un análisis de cómo hemos cambiado los chilenos. Así que no voy a escribir sobre política ni políticos, sino sobre cosas curiosas... de políticos y periodistas.
Cuando uno está en Internet, leáse en horario de oficina y sin estar buscando cosas para la pega, no necesariamente se está en Facebook, leyendo el diario, mirando a alguna argentina de aquellas - y por consiguiente borrando el historial- o buscando como detective privado a cuanto venderán las entradas para R.E.M., encontré algo bien curioso y lo que es mejor aún, no lo encontré en ese gran almanaque de leseras llamado Las Últimas Noticias, sino en la web de la Cámara de Diputados.
Se trata de un proyecto, presentado por un grupo de parlamentarios el 7 de agosto pasado, que tiene la loable intención de difundir la ciencia y tecnología en Chile. En efecto, el título del proyecto es el siguiente: "Obliga a impartir, al menos un sementre de Ciencia y Tecnología, en escuelas en periodismo", Boletín N° 6021. Lo notable no es el fin en sí, sino el razonamiento que lleva a este fin. Estos son los puntos:
"1.‑ Que Chile se está desarrollando en materia de ciencia y tecnología a la altura de los tiempos, pero los medios de comunicación dan poca importancia a esta materia porque los periodistas no saben y por tanto, no están en condiciones de informa
2.‑ Que si los numerosos proyectos de ciencia y tecnología que tienen lugar en nuestro país, no se difunden, tampoco cuentan con apoyo económico y el interés de la comunidad por beneficiarse con ellos; 3.‑ Que el gran problema es que, si bien hay más de treinta escuelas de Periodismo, son muy pocas las que enseñan ciencia y tecnología, de modo que los periodistas no saben cómo cubrir esta materia ni les interesa, precisamente, por desconocimiento, vengo en presentar el siguiente
PROYECTO DE LEY ARTÍCULO ÚNICO: Toda escuela de Periodismo perteneciente a una universidad autónoma, deberá impartir al menos un semestre de la cátedra CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Eso me lleva a mis tiempos de estudiante, y el absurdo que eso significaría en la práctica. En primer lugar, ¿a qué otra carrera se le quiere imponer por ley una materia que debe cursarse olbigatoriamente en las aulas? Probablemente se deba a que el Colegio de Periodistas pesa menos que Capdeville jugando Copa Davis. Acaso, ¿alguien se imagina proponiendo imponer ramos por ley a los médicos?, quienes, dicho sea de paso, son los campeones de la patudez intelectual: son los únicos que se llaman doctores sin siquiera cursar un programa de doctorado.
Tampoco creo que los periodistas tengamos -sí, lo soy y a mucha plancha- el monopolio de la estupidez, aunque sí de su visibilidad (las obras de los ingenieros chantas no se ven en los diarios y en la tv), sólo amenzada por personajes de farándula. Aunque pienso que estudiar periodismo en una universidad es una pérdida de tiempo y plata, no creo que mejorando mallas curriculares tengamos reporteros más "cultivados", no sólo en ciencia sino en todo lo que sale publicado en alguna parte. Es una carrera intrínsecamente estúpida. ¿Por qué la estudié?, es la pregunta que siempre me hacen, con una respuesta simple: a) por idiota b) por pajero c) por que no tenía idea, podía terminar en otro lado y al mismo tiempo no me iba a demandar demasiado tiempo para no leer, ir al cine y realizar estiramiento de gónadas d) la suma de las anteriores. Razonamiento del que, por cierto, no me enorgullezco, pero así fue.
¿Tiene algún sentido este proyecto? ¿Va a existir mayor interés en la ciencia y tecnología porque esté en un programa de estudios un semestre? Por ejemplo, me acuerdo que tuve en el papel, cuatro semestres de inglés, y cuando uno sabe algo y tiene que hacer cursos con gente que no sabe decir good morning, uno sale para atrás. Incluso, gente que no sabía nada de inglés salió igual, y con nota siete, porque se aprendía las cosas como se hacen en una carrera como ésta, para pasar. También tuve ramos de economía, historia, y si alguein aprendió algo fue porque quiso, nada más. Además, ¿va a existir más y mejor ciencia si sale más en los diarios, radio, TV o Internet? Pensar que porque a un periodista sepa de ciencia va a salir más en el diario, no es entender nada de cómo funcionan las reuniones de pauta, y que alguien entienda más por un curso en un semestre, es de idiotas.
Aunque la mona se vista de seda, mona queda, y el problema es un oficio que se transformó en licenciatura y que por esos azares de la vida, se puso de moda estudiar hace algunos años. Para ejercer el oficio, no necesitas cerebro, sino método y práctica. Es un oficio, por más que todo el mundo lo encuentre importante, lo que es cierto hasta cierto punto, pero su praxis es de descerebrados, aunque el resultado sea horrible y sus consecuencias intangibles pero horribles. No basta con cursos, que un periodista se aprenda como se pronuncian los apellidos en chino, se aprende las reglas de la gimnasia y guatee en vivo desde Beijing. Aparte, si el grueso fuera inteligente, sería re fome leer los diarios o ver TVN (por principio MEGA y Canal 13 no se ven en mi TV a entre 21 y 22 horas)

domingo, 24 de agosto de 2008

Síntomas de una Guerra Sucia.

Que las cosas a veces puedan ser leídas de una manera nada que ver al fin original para lo que fueron escritas, es más que cierto. Incluso para lecturas que terminan siendo como chancho en misa, nada que ver y fuera de foco,. En mi mente suena “pero dos no es igual que uno más uno”, pero, ¿qué tiene que ver la canción “Y sin embargo” de Joaquín Sabina con lo que voy a escribir una líneas más abajo? Nada. No voy a escribir de mujeres pasadas ni presentes (menos futuras) ni de onanismo mental relacionado con ellas, ni de amor o algo así, que es un poco de lo que habla esta canción, y un tema por cierto recurrente en Sabina. Para hablar de esas cosas, mejor escuchar, incluso a Sabina -tomando en cuenta lo que le queda de voz- que leerme.
Pescar a Sabina para hacer relación con lo que voy a escribir es tan absurdo como leer un diario que informa de una encuesta. Ignorancia puede ser una explicación de ello, aunque creo más en una torcida y deliberada lectura de lo que dicen, que raya casi en lo indecencia. Podría hablar casi de complot, pero plantear esa palabra me haría merecedor de unas vacaciones pagadas en un hospital siquiátrico, junto a tipos que creen que los OVNIS son conspiración de la CIA o que hablan con gente muerta. Esta vez no creo que sea el efecto de ver una película de Michael Moore, de ver Fog of War o algún documental de canal Infinito, sino simplemente de leer El Mercurio y La Tercera un domingo por la mañana. Pero el problema ya no es sólo que informan sobre encuestas. Ahora, también las hacen.
No creo que haya descubierto la Piedra Rosetta para leer bien los diarios de la plaza –que cada día son más vergonzosos- demasiado inteligente o me crea Ariel Dorfman en los 70’s haciendo un manual para leer El Mercurio y ahora La Tercera, que lo único que quiere es ser el Decano en su versión 2.0. Creo que el aire marino, la casa de mis padres y dormir decentemente un domingo hicieron que mis antenitas de vinil realizaran su pega. Al igual que en otros temas y en otros temas, están jugando sucio. No necesariamente es que mientan, sino hay un uso torcido y malo de un instrumento muy valioso para hacer investigación: las encuestas. Puede ser que como no se dedican a hacer a eso para pagar las cuentas de fin de mes, no se preocupen de lo que hacen y de sus efectos. A lo mejor quieren tanto la alternancia –por ponerle un nombre bonito- que no trepidan en ponerse betún en la cara, casco e ir en punta de codo, haciendo la guerra sucia directamente y no a través de sus brazos armados, como La Segunda en el caso de El Mercurio. Quizá es lo único que saben hacer.
Como no soy siquiatra de diarios ni nada por el estilo, vamos al asunto en cuestión. El Mercurio y La Tercera hacen de todo para subir sus ventas: por un poco más de plata, compras música clásica, autitos de colección, dvd’s de series como 24 o colecciones de Premios Nobeles. También desde hace un tiempo, hacen encuestas. No creo que en este caso lo hagan para vender, sino para algo menos tangible, poder: crear climas de opinión para sus intereses particulares –como lo hacen y han hecho otros grupos-, pero utilizando todo clase de artimañas para sostener idioteces. No es novedad esa práctica novedad, y siendo honesto, uno mismo más de una vez lo hizo para salvar un ramo, inventando cualquier tontera adornándola con notas al pie, bibliografía que no fuera Encarta y dándole seriedad diciendo a través de números lo que en palabras son idioteces. Pero no para esto.
No es malo, per se, que un diario haga encuestas. Otros medios y diarios, acá y en muchos países lo hacen, y está bien, es parte del juego. Pero no, que lo recuerde, con este nivel de bajeza. La Tercera publica hoy, en portada de su cuerpo de reportajes los resultados de una encuesta hecha por el diario, que fue la siguiente: Piñera, 35%, Lagos 9%, Insulza 6%, Alvear 4%, Frei y Lavín con un 2%. La lectura es obvia: Piñera da paliza a todos los candidatos de la Concertación juntos. Y así lo hizo La Tercera hoy día.

El problema es el siguiente, sigo recordando a Sabina, y dos no es igual que uno más uno. En una encuesta, los porcentajes no deben dar más de cien, salvo que sea una pregunta que incluya las respuestas múltiples, un primer, segundo o tercer lugar juntos, que no es éste el caso. Puede dar 101% o 102%, a lo más, tomando en cuenta el redondeo de los 0 como algo por ciento o los No Sabe o No responde. Haga la suma de los nombres recién descritos: 58% ¿Qué pasó con el 42% de los encuestados? ¿Se los tragó la tierra? Supongamos, para estirar el chicle, que existieran diez o más candidatos que hubiesen sido nombrados por los entrevistados, dado que era una pregunta abierta (al encuestado no le hacen escoger entre una alternativa) –y que debieran ser inferiores al 2% de Lavín- y que entre todos dieran un 10%. Ahí debiera aparecer en el texto –o en alguna parte- 10% en la categoría “Otros” o derechamente lo que creo que pasó, un 40% de gente que dijo “No sabe” o “No responde”. Esta fue la portada del Cuerpo de Reportajes del aspirante a Decano (El Mercurio sigue siendo el rey, hasta para ser una mierda), un pupilo que se parece cada vez más a su maestro. Al leer dos veces y sumar, la trampa queda al descubierto: La Tercera escondió el 42% de las respuestas que hicieron en su propia encuesta, un porcentaje que es superior al que obtiene el propio Piñera.



Al leer el reportaje, titulado “Se barajan las cartas de la carrera presidencial”, no sólo no aparece ninguna referencia a ese cuarenta por ciento, deliberadamente escondido por La Tercera. Es tanta la cara de nalga con que el diario trata a sus lectores, que al hacer el gráfico, lo vuelve a omitir, dándose el lujo de quedar en evidencia. La pregunta que La Tercera usa es la siguiente: ¿Por qué candidato votaría usted? La pregunta a la que hace mención el titular del Cuerpo de Reportajes es abierta (mención espontánea), en que los encuestados dicen lo que se les ocurre. Bueno, de 10 respuestas, La Tercera se pasó por ahi mismo a 4 y más de esas 10. Si hace una pregunta presidencial, a más de UN AÑO de las elecciones, cuando quien está en el gobierno no tiene candidato definido, lo serio es no hacer esa pregunta. Pero La Tercera no sólo la hace.

Al sumar los resultados de la misma pregunta, al hacerla abierta y con un listado restringido de candidatos, en la segunda donde se plantea un escenario concreto, Piñera no tiene para nada ganada la elección. Ojo que es un escenario planteado por ellos mismoa, donde se pregunta a la gente algo concreto –no lo que quiere, que se hace en una pregunta abierta- y allí los porcentajes se estrechan a 10% a favor de Piñera –en caso que no fuera Lavín-, con un 18% de gente indecisa, que es una cifra más cercana a lo que ha pasado en las elecciones en Chile, aun cuando el ejercicio que hacen no tiene pies ni cabeza hoy. Está claro que el negocio de La Tercera no está en hacer encuestas ni vivir de eso (más aún cuando en otras preguntas, en el mismo artículo, sí incluye las respuestas de “No Sabe” o “No Contesta”.
El tema es, me temo, que estamos ante una guerra sucia, en que la derecha, viendo que efectivamente puede llegar al poder sin tener que usar a los militares o siendo el poder tras el trono, va usar su vieja arma: la propaganda. A La Tercera no le interesa hacer un trabajo serio, en términos de encuestas, sino propaganda de la más básica, creando un clima de opinión en que Piñera va a ganar, lo que pone la pelota más cerca del arco rival, hablando en términos de fútbol (la gente indecisa siempre se va a lo que parece ganador). El Mercurio está en lo mismo, aunque la sutileza no le ha interesado nunca. Hoy pública una encuesta hecha por el Instituto de Ciencia Política de la UC, con cifras preocupantes sobre nuestra democracia. El único pero, es que esa encuesta, publicada en portada hoy como gran noticia, fue hecha entre el 10 de diciembre de 2007 y el 9 de enero de 2008 (SIEMPRE HAY QUE LEER LAS FICHAS TÉCNICAS) y donde el mismo estudio hace más de tres meses. Curiosamente, éste estudio no está disponible en la página web de este instituto de la Católica (al menos hoy)



No me voy a meter en las patas de los cabellos, a decir si es mejor probablística o no (para eso están otros), si por teléfono o cara-cara, aunque no deja de llamar en que las que siempre Piñera aparece mejor sean hechas por teléfono, donde son entrevistados, por razones obvias, sólo quienes tienen teléfono fijo, o sea, los sectores más acomodados de Chile. Y si a Piñera o a Lagos no les va bien ahí…Ojo con las encuestas. El problema es que gente importante, no yo –que daría lo mismo en todo caso- decide, en base a estos disparates. Y no cualquier cosa, sino decisiones políticas. El tema de fondo, es que ésta vez, la derecha viene con todo, sin ascos y sin escrúpulos a tomarse el poder, y el problema, es que en el fondo, en parte ya no molesta ver a la Concertación fuera, aún cuando el remedio será peor.
Debo reconocer que éste pequeño esfuerzo tiene bastante de inútil. No sólo por mis escasos –pero notables- lectores, sino porque mucha gente está chata de la Concertación, que ha sido el gobierno desde que yo tenía diez años, dos tercios de mi vida. Imagínense para quien tiene 20 años, la dictadura suena para ellos a cuento viejo y los 80’ a Martes 13 y a la idiotez pop. Tampoco tiene mucho sentido decir, hay que parar a la derecha. El 99 ese cuento hizo sentido, el 2005 algo, pero hoy la derecha sigue siendo el mismo lobo, pero visto tras tres piscolas, donde más de uno le abrirá la puerta. Pelear contra la derecha significa pelear por la Concertación y eso cada vez cuesta más. Por eso mejor ocupo el link de las canciones, aunque sean de otros temas nada que ver, para cerrar esto antes de seguir viendo lo que parece ser el inevitable regreso de los herederos del dictador…”ya no sé si lo que digo realmente nos hace falta, hoy no es día inteligente y no sé ir más allá, pero cuando puedas vuelve porque acecha tu fantasma jugando a las escondidas y yo estoy muy viejo ya”.

sábado, 23 de agosto de 2008

Colo-Colo es Chile

Sí, tal como se lee. La edad me ha hecho volverme humilde y sensato. Y como no soy candidato presidencial ni necesito recolectar votos vendiendo el alma a Satán (haciéndome colocolino), puedo hablar con absoluta sinceridad: Colo-Colo es Chile. En la vida siempre hay una cara linda y otra fea, la que mostramos y la que dejamos en el baúl (iba a decir clóset, pero se presta para malos entendidos). La fea, es Colo-Colo, la linda el resto de Chile. Con ese porcentaje, hay que ver la realidad y sincerarla: tenemos el índice de colocolinos per cápita más elevado del mundo, y eso siempre es para preocuparse.
Es el síntoma de una enfermedad incurable, para hacerlo tendría que hacerse una razzia como sólo la DINA sabría hacerlo, pero a escala de industria china. Como esos tiempos –enhorabuena- ya no existen, queda sólo la tolerancia, que en este caso es sinónimo de resignación. No es la cruz en vida que uno debe cargar, tampoco su lado coca-cola. Es cierto que cuando están en racha, son insufribles, donde, por ejemplo la irracionalidad te hace alegrarte que Everton salga campeón, pero cuando están de vacas flacas, hasta una marraqueta de cinco días de añeja puede ser un banquete.
Hoy es de esos días. Si bien es cierto que cuando echaron a Astengo, una nube amenazante se asomó, de esas tan negras como aquella que sólo el Pachuca terminó por disipar a fines de 2006, la llegada de Barticciotto alegró el día, como si el hermoso día acá en Viña hubiese sido el preludio de una jornada hermosa. El tiempo se veía horrible. Pekerman, fue el gran nubarrón, Alfaro el segundo, algo se disipó el panorama cuando se mencionó a Astrada, volviéndose amenazante, a temporal cuando se nombró al Tolo Gallego – ese sacó campeón a Newell’s, así ese que debe saber de magia negra-, pero finalmente cuando comenzó a sonar Barti, la cosa comenzó a mejorar. No es nada personal con él, de hecho, puede que lo llegue a sacar campeón una que otra vez, pero en la Libertadores –si llega- podemos respirar tranquilos.
Pero lo mejor aún fue Blanco y Negro. Cuando se compraron el Colo, la cosa se vio la nube negra. Eran dirigentes serios -de pinta-, de apellidos abc1, profesionales, empresarios respetables, hombres de "bien", de Escuela Militar hacia arriba. Colocolinos "bien". Comenzaron a hablar de ciclos y los respetaban, parecía trabajo serio y a Borghi le iba bien. Las acciones subían, llegaba Piñera a comprar acciones y si él hacía eso, es que la cosa iba en serio y Colo-Colo iba a pasar a ser serio, e incluso respetable. La cosa se ponía color de hormiga, llegó el bi, el tri, el tetra y cuando amenazaba tormenta –incluso el Volcán Chaitén estalló como preludio- llegó don Nelson y puso las cosas en su lugar.
Llegó Macnelly Torres, pero por suerte la hilacha ya había comenzado mostrarse antes. Todo partió cuando Ruiz-Tagle empezó a prometer buscar la Libertadores contratando a Lucas Barrios o Caliche Salazar, pero ya la hilacha pasó a ser un descocido de aquellos cuando se fue Astengo; los jugadores exigiendo visar al entrenador que llegara, cosa de imaginarse la autoridad de un entrenador sobre un plantel al que debió consultársele sobre su llegada a la hora de hacer una nómina, como ver a Piñera sobrevolando un entrenamiento. Ahí la cosa se puso buena, pues me di cuenta que Colo-Colo es Chile, el Chile que vivimos a diario, el de las cosas mal hechas, de lo impresentable, de lo chanta, de lo que somos pese a todo.
Aquel Chile que se hace el huevón no pagando la micro en Santiago, de inagurar trenes antes de tiempo, de hacerse el sueco con nuestra propia historia. Es la cara que no nos gusta, de lo flaite, de lo que pelamos pero que al mismo tiempo hemos sido más de una vez en nuestra propia existencia. Un Colo-Colo que en días tristes, donde no sólo desaperece el sol del cielo, sino que de la vida, hace reir. Colo-Colo es esa cara fea del alma de Chile pero que da alegrías (salvo cuando le va bien), como la caña del dieciocho, Caszely perdiéndose un penal en España 82 (tierra gloriosa para los chascarros), Patricio Nazario haciendo famoso un Pato Yáñez en el Maracaná, Valdivia tirando jamón en Puerto Ordaz, Pinilla siendo simplemente Pinilla, ver las Olimpíadas por TVN, lo que siempre ilumina al más negro de los días de invierno (ver Olimpiadas o cualquier deporte por Canal 13 hace llorar). Si no existiera Colo-Colo, no sé que podríamos inventar. Pero sin duda algo habría que inventar. Hoy día es un día para dar gracias que esa dura tarea de ver el vaso medio lleno de la vida no es necesaria de hacer. Para eso existe Colo-Colo, que sin duda, es Chile.

lunes, 18 de agosto de 2008

No te mueras nunca, querida España

Así como cuando uno sacude un libro descubre que tras esa capa hay letras y una portada, uno no sólo descubre que está cada día más viejo mirándose al espejo y ver que, al igual que la canción de los perritos, cada nuevo amanecer trae menos pelo en la cabeza y más en lugares donde no debían crecer. Uno ya no carretea como antes (nunca fue tanto tampoco) y el estómago se vuelve señorito. También mentalmente hay un impacto. Uno se vuelve políticamente correcto.
Algunos amigos me han dicho que ando medio ni chicha ni limoná, el fachometro de Facebook me adjudica una flecha roja, unos me dicen que en el fondo siempre fui DC y otros me dicen que no me preocupe, que ya mejoraré y volveré a cauces normales. Debe ser, por cierto, estar en la pole position de los 30. Una vez descrito el mapa, hay que mirar el síntoma. Como que me bajó cierto remordimiento por ser tan mala onda con la Furia, y peor aún, noté cierto chauvinismo. Dado que ello es el primer paso para algo peor, como el patrioterismo barato, decidí pasar del diagnóstico a enmendar efectos no deseados.
De esta manera, opté por ver aquellas cosas que hacen de España un país potencialmente querible. Está el Juez Garzón, que posibilitó que los flemáticos ingleses hicieran lo que nunca nuestros jueces hicieron y que les dejaran una pauta a seguir. Están las películas dobladas, que hacen que un bodrio hollywoodense tenga sentido de burla (aunque matan cualquier buena película). No hay nada más delirante que ver a Schwarzenegger diciendo “¡joder!” o a Uma Thurmann hablando como actriz porno. O escuchar hablando a Aznar inglés nos hace superarnos y pensar que algún día seremos bilingües. Tienen un poco sentido de la vergüenza a la hora de hablar idiomas que reconforta el espíritu.
No viven para trabajar. Es más, el trabajo es simplemente la manera en que han dispuesto que un ciudadano no jubilado reciba un cheque a fin de mes. Si el feriado les da una mano, no sólo le agarran el codo sino que llegan al trasero. Es inexplicable que un país cada vez menos católico no sólo se tome la Navidad, sino la Fiesta de Reyes y todo lo que hay entremedio o que la Semana Santa la estiren como chicle. Que allá el domingo, literalmente sea el día del Señor y que se le honre durante la semana con la hora de siesta. Para que decir Agosto. Así como uno no sabe el modo en que la política funciona en Italia, uno no sabe la manera en que España funciona (más allá de la mesada comunitaria y de catalanes y vascos).
Tienen a mujeres que no son tan lindas como las argentinas, pero que tienen un tono de voz que derrite hasta a un hombre de hielo y al escucharlas, uno mira las cosas de manera distinto. Partiendo por Paz Vega, seguida por Penélope Cruz o la que ganó el Miss Reef acá hace un par de años –no recuerdo el nombre aún-, uno no se explica cómo diablos las dejan salir de España. Debe ser Agosto que los deja atontados.
Tiene a Serrat –ese es catalán eso sí-, a Sabina que aunque ya no canta –no sé si alguna vez lo hizo- logró que la cortada de venas por una mujer no fuera algo tan siútico. Hacen que el idioma castellano no suene sólo a Cervantes o al Siglo de Oro, sino a algo vivo y que puede tener estilo. Si bien tuvieron a Franco, estuvo la República, que sin ser el paraíso –ni muchos menos- mostró que hubo vida antes del generalísimo.
Está la farándula y una televisión que hace ver a la nuestra como si fuera la BBC y Adriana Barrientos como si fuera Simone de Beauvior. La tierra de Mar Flores y el Conde Lecquio, de los Iglesias, qué mas decir. Donde lo cuma es más que ordinario, es divertido. Porque tienen la Furia Roja, la poca vergüenza –y pasaportes comunitarios- para clasificar jugando como nunca y uno poder verlos jugar un Mundial perdiendo como seimpre. Por favor, que no pierdan nunca aquella sana costumbre de verlos perder en octavos. Está bien que se compren las compañías de teléfonos, que los Banco Santander se reproduzcan en Latinoamérica como el vino en San Fermín o que Endesa nos suba la cuenta de luz, pero que no se pongan a ser un equipo serio de fútbol. Eso sería de mal nacidos. España, no te mueras nunca.

Aún tenemos a la Furia ciudadanos.

Las vueltas de la vida han hecho que España sea de aquellos países que con el tiempo se han vuelto odiosos, llegando a ser a veces, insoportables. Así como las caídas enseñan, la abundancia y el éxito deforman. Por ejemplo, a los argentinos, las sucesivas devaluaciones, la herencia peronista y en el hecho que durante los últimos años Brasil los tenga de hijos en el fútbol, les han dado interesantes dosis de humildad, llegando a ser incluso queribles. Tanto que hasta desearía que dejasen a Brasil peleando el bronce. España es el caso inverso
Desde que se han vuelto desarrollados, en especial desde que el bigotín del PP los gobernara entre 1996 y 2004, están más intragables que jugo de ortigas. Desde el burócrata de aduanas que te mira de arriba a abajo en la entrada del aeropuerto a los pelotudos que hablan, de los sudacas en los blogs de El País o El Mundo.
Por eso, siempre había sido terapéutico verlos en los mundiales o en la Euro. Pocas cosas han sido tan hermosas como ver a Luis Enrique sangrando por el codazo de Tasotti en el 94 –una de las pocas veces en que, retrospectivamente, me he alegrado que Italia ganara un partido-, o verlos eliminados en octavos por Corea del Sur o por Francia en el 2006, eliminación que tuvo un sabor más dulce porque el equipo de Domenech había pasado la primera fase sólo porque Dios fue hincha de los Bleus. España era el partido que te podía salvar lo invertido en un boleto de apuesta, pues de una manera casi científica uno podía saber que de cuartos no pasaban. Antes que eso, Chile podía dejar fuera de los olímpicos a Argentina (en efecto, así ocurrió) Ver a la Furia –con ese nombre, es inevitable ser imán para la yeta- por TV era más que una alegría. Más aún, es un símbolo que no todo en la vida se compra con plata, salvo ser Primer Ministro en Italia (ver a los italianos votando a Berlusconi uno llega a entender el factor genético de por qué los argentinos, siendo tan cultos, eligen a los peronistas).
Y España, lo único que sabía hacer, era salir campeón de algo a nivel de clubes, donde los extranjeros hacían la diferencia. Por ejemplo, Barcelona sin Stoichkov y Laudrup en cancha y sin Cryuff en el banco en 1992 sería otra cosa. Para qué decir el Real Madrid sin Di Stéfano o el generalísimo en la tribuna como hincha número uno de la Saeta Rubia. Nuestra madre patria fue pionera en empezar a ocupar galletas extranjeras en su selección, partiendo por Di Stéfano y llegando incluso a Donato o a Pizzi. Más encima, la única vez que ganaron la Euro fue en 1964 con Franco de anfitrión, lo que es tan dudoso como Argentina goleando a Perú en 1978.
Pero como todo lo hermoso de esta vida tiene fecha de vencimiento, esta llegó el 2008. El primer aviso de alarma se dio un poco antes, cuando Pau Gasol y compañía ganaron el Mundial de Básquetbol. Luego llegó la Euro de Austria y Suiza, cuando Italia no hizo su pega en octavos, y ahora Nadal a aguarnos la fiesta. Es cierto que, en el caso del tenis, España no es en broma, y que ya hubo números uno como Moyá o Ferrero, y que Nadal es una bestia capaz de sacar a un Federer antes que le salgan canas o ponchera. Es que una cosa es ver a un español ganando Wimbledon y otra ver a España en el podio. Pero siempre después de la tormento, en algún momento sale el sol. Al menos ya un par de rayos de vieron tímidamente en el básquet con el Dream Team repasándolos y sólo queda esperar que Sudáfrica 2010 devuelva las cosas a su cauce natural.

viernes, 15 de agosto de 2008

Ciclo olímpico.

Hace un tiempo escribí que a veces ciertos períodos de la vida, de lo que pasó entre ellos, para así evaluar las cosas que ya pasaron allí los clasificaba sobre qué pasó entre Mundial y Mundial (Me refiero al Fútbol, por supuesto. Es que en el caso de otra disciplina, es simplemente un campeonato mundial). Así como los cientistas políticos pueden hablar del período que dura un cierto gobierno o los economistas de un determinado ciclo económico, suelo ocupar el período entre mundiales para hacer balances. Ciertamente no es un modo muy científico para ordenar las ideas, pero es útil.
Pero a veces suceden cosas inesperadas, como simplemente estar un día viernes en cama. Contrario a pseudo principios, vi las Olimpíadas –en estricto rigor el tenis- , me acordé del 2004. Fue un año malo, que comenzó y terminó mal. En febrero de ese año, dejé de estar con la única mujer de la que me he considerado enamorado y la Lepra ganó el Clausura argentino en diciembre. En marzo, la Católica jugó el peor campeonato en años, con Garré en el banco y con el Mago Capria en cualquier lado menos haciendo fútbol, lo que se le ocurrió empezar a hacer el semestre siguiente en Argentina, y más encima, en la Lepra. Por cierto, pasaron cosas más importantes que estos dos hechos, sobre todo el primero, que marcó un año de perros.
Cuando pasa el tiempo, uno hace balances como la gente, y mira las cosas en su justa medida. O mejor dicho, en una medida más razonable. Aún cuando no me he vuelto a enamorar, no era el amor de mi vida –espero-, Newell’s no volvió a salir campeón –aunque Central tampoco-, la Católica sí, y mi vida en muchas comenzó a cambiar. No para mal, no sabría decir si para mejor, pero cambió en muchas cosas y cuatro años, aunque sea una olimpíada, éste es un minuto que sirve para hacer un balance.
Hace casi cuatro años, González perdió la semifinal y pelear por el oro. Terminaba mi tesis – en realidad el trabajo para salir de periodismo que se llamaba así-, y postulé por primera vez a la diplomacia. Escribía artículos de internacionales desde mi casa, me pagaban como cuarenta lucas al mes, lo que me parecía cagón, pero aceptable, lo que bastaba. Acababa de morir mi abuela y de nacer mi sobrino. Un primo muy querido se iba a Londres, a doctorarse, y yo en clases de alemán, con el secreto deseo de no ser un burócrata de cancillería y seguir el mismo camino.
Poco tiempo después me fui a Santiago a empezar un magíster, y allí empezó otra historia, pero que en realidad siempre ha sido la misma. Empecé a estudiar algo que me gustaba bastante más, aunque al final las cosas no son tan bonitas y éstas vuelven a su curso, de altos y bajos. El segundo intentó por ser un burócrata de cancillería, afortunadamente, se volvió a quemar en la puerta del horno. Dentro de ese ir y venir, por allí, encontré un cierto camino, que me permitió estar donde estoy, por Dios gracias lejos del periodismo –al menos no vivir de él-, con hambre aún de aprender y vivir de ello.
Hubo casas varias, piezas varias, y habrán más. En mis actuales nueve metros de soberanía, los papeles se amontonan y allí siempre hay lugar para un buen libro, una película, escribir cosas como éstas. Hay espacios para cosas del pasado, recuerdos, pero también las cosas inconclusas del presente e ideas del futuro. Existe un contrato y aquellas cosas mínimas que en aquel entonces parecían imposibles. Hoy en Santiago por fin llueve, y no sólo porque cae agua del cielo. También caen ideas, recuerdos, el balance, que se gatillaron viendo un partido de tenis, en una Olimpíada y con Solabarrieta de fondo, lo que le da más mérito aún.
Cuatro años después, González pelea el oro, un leproso me devolvió la alegría por ver fútbol, pierdas o ganes. La Católica sigue más menos donde mismo, y uno sigue, pese a que la razón diga lo contrario, allí mismo. Mi primo volvió de Londres y yo no me fui a Berlín, y con un camino, no tan claro a veces, pero una ruta por donde seguir, lo que en un año como fue ese 2004 no permitía ver, pero que mirándolo hoy día, era inevitable. Tal vez incluso, necesario, es que cuando el precio duele, uno se da cuenta de las cosas.

lunes, 11 de agosto de 2008

Los putos olímpicos

Cada cuatro años, existe un período que dura aproximadamente tres semanas en los que debiera golpearme el pecho –no a lo Señor de la Querencia- porque en ese minuto, desde 1996 al menos, he tenido la suerte de tener TV Cable: me refiero a los Juegos Olímpicos. No lo digo con gusto, sino con cierta dosis de vergüenza. Es que este tipo de eventos son algo importantes y como está esa siutiquería llamada espíritu olímpico – es más fácil y útil andar por la vida siendo lo más decente posible-, se hace difícil criticarlo. Suena feo decir algo no bonito respecto a los Juegos Olímpicos sin quedar como un troglodita, por pensar que un Mundial de Fútbol es mejor, o un imbécil. Es como venir de donde vengo y decir que me gustan los libros, pero proclamar que leer a García Márquez y todo lo que ello significa, en realidad es una lata espantosa.
Cuesta una enormidad encontrar un concepto que englobe a esta pesadilla, y lo que más se aproxima a ello, da más vergüenza aún, por quien lo dijo y en qué circunstancias lo dijo: los olímpicos “me tienen curco”. Tratando de ser tolerante, no tengo nada contra los otros deportes. Es bueno saber que existen deportes como la gimnasia rítmica, la esgrima, diversas pruebas de ciclismo, voleibol o handball. En el colegio practiqué atletismo y ver en el estadio una posta, los cien metros, el lanzamiento de la jabalina o el salto con garrocha es muy entretenido, pero verlo en televisión, en un concentrado de tres semanas, mata a cualquier cerebro. Aunque el control remoto se detenga en ese veneno.
Ejemplos. Una carrera de 100 metros dura 10 segundos. Se te cae un control remoto o te llaman por teléfono y cagaste, te perdiste todo. O ver el lanzamiento de bala, una lata. O uno empieza a ver el basquetbol, está en lo mejor para que muestren la competencia de waterpolo, un desastre. No creo que la culpa la tengan los deportes, sino la TV y uno mismo como televidente o lector de diarios. Es sulfurante ver o leer tipos hablar de otra cosa que no sea fútbol, como que las bajara la culpa por no pescar demasiado estos otros deportes en los cuatro años previos o quisieran demostrar que no son sólo cabezas de pelota, como si fuera un pecado mortal.
A diferencia de otras versiones, el tormento en su versión 2008 da motivos extras para no quedar como un troglodita recalcitrante: China. Aunque también, es fácil caer en lugares comunes. Uno es el uso político del deporte, algo más viejo que el hilo negro, y donde hubo casos peores como los juegos de Berlín, Moscú o Los Ángeles, el Mundial de Italia en la década del 30’ o Argentina 78’, donde se festejaban los goles de Kempes mientras la dictadura de Videla, una vez terminado el partido, volvía a lo suyo. Otro es la misma China, que a diferencia de la URSS, es el nuevo taller del mundo –como Inglaterra en la Revolución Industrial- y mantiene a EE.UU. a flote, comprándole bonos del Tesoro a destajo.
El COI le dio una oportunidad única de legitimar a un régimen espantoso, que se da el lujo de hacer lo que se le antoja, pero que a diferencia de la Alemania nazi o incluso de la URSS cuando daba algún susto, nadie se le atreve a hacerle un boicot, aunque es cierto que en su minuto, tanto no se hizo. Pero es injusto pedirle al COI que haga lo que el resto del mundo no hizo cuando debió hacerlo. Lo único, al final del día es saber que queda un día menos y rezar para que el monstruo que será China en unas décadas, no pasé de ser una futura pesadilla que es hoy.

Los 80’.

Por aquellas casualidades, la idea original de lo que iba a escribir cambió. No fue porque una idea mejor surgió, sino porque el pen drive donde estaba al texto, lo olvidé quedó en la oficina. Por eso, y por unos amigos que abrieron una cuenta facebook pelando los 80’ como una década de mierda, y sobre cómo ésta pasó a ser símbolo de una década de monos animados o una especie de cultura pop, como si esa década se refiriera sólo a espectáculos con luces de neón transmitidas en 525 líneas. Es una década de mierda, pero es raroque tenga este discurso, pues en aquellos años, lejos estuve de tener motivos para odiarla.
Es más, los 80’ fueron bastante felices en lo personal. Me salvé de ver todos monos de los que hablan mis amigos (a Concepción sólo llegaba Canal 13 y TVN), mi espectro se limitaban a jugar a los soldados, armar los tente –una versión elaborada de los lego- , ir a los lobatos los sábados por la mañana, jugar a la pelota. Encontrar linda a otra compañera de colegio, sin el sentido hormonal que el concepto de hermosura adquiriría en la adolescencia o en la complejidad que tiene años después. Cuando las cosas eran más simples o quizá es el simple recuerdo de una infancia bastante feliz, y su simple idealización.
Aún con ello, con el tiempo y algunos amigos, no queda más que concordar en que los 80’ fueron una mierda. Es la década del PEM y POJH, de estados de sitio y toques de queda, de cuando salir a protestar era poner en riesgo la vida, en cuando Pinochet pudo haber seguido o cuando los bancos hicieron perro muerto y el Estado –los milicos en esa época- no hallaron nada mejor que salvarlos. Cuando tuvimos incluso nuestro propio circo, con Maripepa Nieto e incluso The Police pituteando en el Festival de Viña, aunque años después volviese con Amnistía. Si bien lo chatarra de los 80’ –clasificado siúticamente como cultura pop- no fue a Chile como lo fue el Mundial del 78’ en Argentina.
Es duro, pese a que fuera feliz en un país de mierda. No es que viviera en una burbuja, sabía donde vivía y bastaban mis 8 años para darme cuenta de lo que pasaba y dónde vivíamos –algo de eso se escribió hace un tiempo- a diferencia que quienes eran niños o adolescentes en los 70’ y argumentaron que su edad los hizo incapaces de ver. Siendo comprensivos, en tiempos difíciles cuesta no ser demasiado humano, por decirlo elegantemente.
No es que me sienta incómodo por haber tenido una infancia bastante feliz en medio de una década de mierda, pero esa década deja una sensación rara. El problema está en que a veces las propias experiencias personales nublan la perspectiva de las cosas, por más que el estudio, la rigurosidad de mirar las cosas de lejos sean más válidas, terminen por aparecer en un puesto secundario frente a la experiencia directa.
Suena un poco a la clásica pelea con mi papá cuando hablamos del 73; siempre termina la discusión con que a él no le lo contaron en un libro, sino que lo vivió con sus propios ojos. Allí siempre termina todo, para volver a empezar a algún día de nuevo. Ante eso, poco cuentan los argumentos. Si la vida la miráramos siempre desde arriba, seríamos más sabios, pero no viviríamos. Al mismo tiempo, no necesito haber vivido el POJH o ser torturado por la CNI para saber que eso ocurría mientras daban los Magníficos los miércoles y Martes 13 la noche anterior. Bueno, cierto es que no ví la cara fea de los 80' por azar: empecé a dejar de ser niño en una década más decente, los 90’.