viernes, 3 de octubre de 2008

El amigo gay

Siguiendo con un torrente de optimismo que no me esperaba, creo que pasar piola por la vida es una de las cosas agradables, si se hace el balance del vaso medio lleno. Así como hay gente que le gusta que la reconozcan, existimos otros para lo que no es tan necesario (independiente que uno tenga siempre esa dosis de ego que no le viene en mal alimentarse del que dirán). Por eso, aparecer opinando en un connotado (porquería en realidad) diario de la plaza no sería tan desagradable con la excepción que alguien se dé cuenta de ello (en realidad, más que ser algo desagradable es la simple constatación que alguien más en este mundo y a solo bytes de distancia está sacando la vuelta en esos vacíos de tiempo que se producen en un viernes poco antes del horario de salida)
En vista del extraño encanto que tiene un cierto grado de anonimato, de alguna manera comencé a entender a los homosexuales o lesbianas que no quieren salir del clóset. Raro, por cierto, llegar a éstas conclusiones, pero que están dentro del rango posible en un viernes a las cuatro de la tarde. Debe realmente malo que otra persona te saque de un anonimato del que no quieres salir.
Sigamos con los homosexuales (hombres y mujeres agrupados deliberademente en este concepto). En un entorno como el nuestro, probablemente ello sea peor, en especial cuando ese motivo tiene que ver con una opción sexual.
No quisiera ahondar en argumentos que hasta alturas pueden sonar medio a lugares comunes, (aunque momentos de felicidad importantes son en sí mismos cosas calificadas de esa manera) cómo el derecho a ser feliz sin importar quien esté en tu cama, la tolerancia en un país provinciano o nuestro conservadurismo extremo en asuntos que tienen que ver con la cintura para abajo. Especialmente porque debatir si una sociedad es más o menos conservadora exclusivamente por asuntos de este tipo, es en sí mismo un conservadurismo/progresismo y más encima hipócrita.
Mas bien, quería hablar de las incoherencias cuando realmente importan, que es en la vida diaria. Como bien decía en otro lado, prefiero partir definiéndome como un tipo conservador pero básicamente porque no me gustaría verme como un progresista de la boca para afuera, aparte de no saber bien qué es eso. A modo de anestesia, desde que el Partido Conservador dejó de existir en los 60', ser conservador no te transforma automáticamente en momio, lo que no hace tan terrible esa definición.
Una de esas grandes contradicciones tiene que que ver con mi relación con lo que podría decirse, el mundo gay. Al igual que las mujeres, un día supe que tenía un amigo gay. No cualquiera, sino uno de bastante tiempo y un muy buen amigo. Lo conocí desde hace años y un buen tiempo después conocí sus temores y en la posibilidad que lo fuera, y bueno la verdad muy bien no lo pasó en un comienzo (lo que me pareció ver, por cierto). Pero de a poco, se fue descubriendo,terminé conociendo a un pololo de él, lo que no imaginé jamás, más allá de ver el amor floreciendo bajo el Parque Forestal (nuevamente los clichés de vuelta).
Seguir, como un lejano espectador este personal "proceso" (es una muy mala palabra en éste caso, como de sicólogo) fue una verdadera lección. La razón es que evidenció las inchoerencias propias. De pensar como algo positivo el matrimonio o la adopción de niños por parte de los gay's, pero al mismo tiempo matarme de la risa con chistes de homosexuales, especialmente ése que pregunta la diferencia entre un gay y un maricón.
Con el tiempo dejé de verlo. No por homofóbico, sino porque la vida te hace estar en lugares distintos. Hace unas semanas, volví a verlo. De gay pasó a ser simplemente un tipo homosexual. Especialmente porque si hay algo odioso, es la palabra gay, que suena más simplemente a un eslógan o una marcha, a un tipo que sólo puede ser pleno en el Parque Forestal o en el circuito artístico o de peluqueros. No más feliz que cualquiera, pero más pleno y claro con su vida que muchos heterosexuales como yo. Lo bueno de esta historia, es que ha terminado bien, pero porque nunca comenzó mal, y porque de los grandes aprendizajes de la vida -como cohabitar con las propias contradicciones sin sentirse demasiado mal-, muchos de ellos provienen de los amigos, en especial de tipos como el que acabo de hablar, que son los buenos amigos.