lunes, 27 de octubre de 2008

Aires Peronistas

Como es usual, destino más tiempo a lo que no debiera en lugar de enfocarme en lo que sí hay que hacer. A veces ha sido la fotografía a la antigua, en otras, armar maquetas. En días de elecciones, es armar una planilla Excel y ponerme a jugar con los cómputos. Ejercicio bastante inútil por lo demás, porque los mismos datos –décimas más o menos- los puedo tener con mirar la tele o Internet sin hacer mayor esfuerzo. Dado que siempre me costaron las matemáticas, el Excel me da lo que el cerebro me negó en el colegio, me es dignificante crear números, aún con esfuerzo para anotar las celdas con cierto orden.
En en estos momentos donde me nace el cientista político que no he sido, y con cierto esfuerzo, puedo hacer un análisis con algo de coherencia. Viendo los análisis en TV, que en su mayoría que tuvieron más de cuentistas políticos que de cientistas, no me queda más que reconocer, con cierto dejo de verguënza propia, mi simple condición de periodista, profesión a la que tanta porquería he tirado en posteos anteriores. A la espera de papers y análisis más fríos, sólo me queda el simple, pero muy defendido, sentido común.
Curiosamente, dentro de la sensatez posible, la analogía ha sido el fútbol, concretamente al supuesto cambio cultural que habríamos experimentado con Bielsa, donde los triunfos son tan evidentes que no necesitan explicarse por sí solos. Cuando para decir que se ganó hay que explicar, no resiste mayor análisis. Si por la eliminatorias, cuando nos toque jugar contra Brasil nos toca perder sólo uno cero, ¿es eso un triunfo? (Dado que en Santiago perdimos por tres). Si en dos partidos tengo cero puntos, ¿cómo puedo decir que gané el último? El problema es que eso pasó en las elecciones de hace unas horas. Conclusión preliminar. El fútbol, el vilipendiado fútbol, de veintidos imbéciles -más miles en una gradería o millones por TV-. tras una pelota, dejó una lección. Una victoria no tiene por qué explicarse, basta por si misma. Cuando se empieza a explicar por qué gané, algo empieza a oler mal. Y efectivamente, puede terminar con mal olor.
La derecha sacó más votos en la elección de alcalde sin subir sus votos significativamente, pero ganó. La Concertación sacó más votos en concejales, bajando lo que sacó en 2004. Curiosamente, es probable que la Concertaciones saque más alcaldes (la derecha tiene más votos porque ganó las ciudades más grandes) y la derecha tenga más concejales de lo esperado (por el cálculo de cifras repartidora). El primer gráfico es de alcaldes y el segundo de concejales, con cifras del tercer y último cómputo de la noche











Dentro de lo que se ha dicho, hay ciertas curiosidades. Todo el mundo –político- se dicen que son elecciones que no son comparables, pero igual son comparadas por quienes previamente dijeron lo anterior. Dentro de esas curiosidades, con los alcaldes pasa algo especial. Por ejemplo, que alguien diga que el casi 80% que sacó Virginia “diez por uno” Reginato en Viña significa que la UDI es el 80% del electorado viñamarino, sería como decir que Colombia estaba 5x0 sobre Argentina en 1993 por ganar en La Bombonera.









La impresión, confirmada lamentablemente, es que los alcaldes se han transformado en pequeños reyes, donde hagan bien o mal su gestión no es tan relevante para ser reelectos. Este tipo de elecciones nos hace parecer bastante tropicales, lo que es peor, hay bastantes síntomas de que tenemos bastante de peronistas, aunque sea a la chilena. Poco importaron las irregularidades pilladas por la Contraloría, lo que no es nuevo. Basta recordar el caso de Rodrigo González el 2000, cuando, pese a ser destituido, salió concejal sin moverse del escritorio (lo habían inscrito por si acaso) Por lo tanto, a la hora de pelar a los argentinos en lo único que le podemos ganar (salvo excepciones como la del miércoles 15) hay que pensarlo dos veces.
Dice bastante que los principales resultados o novedades se dieron en municipios donde el alcalde no iba a la reelección, más allá de la siempre odiosa excepción que es el pelo en la sopa a la hora de sostener algo, como es en éste caso Valparaíso. Sí es destacable que los feudos no fueron tan hereditarios, como los casos de Soria (Iquique), Indo (Quilicura), la señora de Pedro Velásquez en Coquimbo, o Cerro Navia, donde si los Girardi ponían un ficus como candidato probablemente ganaba, lo que no ocurrió.
Es difícil sacar conclusiones, porque permiten sostener disparates. Descontando que Viña se volvió insoportablemente momia, aunque no más derechistas que mi colegio en mis tiempos de escolar, la derecha ganó su primera elección desde 1958 sin subir sus votos significativamente (alcaldes) pero al mismo tiempo sigue siendo minoría políticamente (por los concejales). El argumento dado por ellos en los noticiarios sería como decir como que la Católica no perdió el clásico porque fue uno a cero y sin Medel o que vamos a perder porque un Salvador Imperatore 2.0 sacó un penal de la manga. Es como decir ganamos el Chile 3, pero no salimos campeones, pero nos declaramos campeones. (el torneo chileno sigue dando botones de muestra como varios de los vistos en las últimas horas)
La Concertación hizo su peor elección, pero es curioso por qué no terminara peor (si fue en dos listas y donde ser candidato a concejal era más fácil que encontrarle un romance a Pinilla). Y lo más curioso es que perfectamente puede ganar la elección del otro año, al igual que, pero en menor medida, la derecha. Aunque el problema de la Concertación no es ganar, sino qué cresta hacer si ganan. Si esto fuera fútbol (pero no chileno), sería más simple. Pero es política, y chilena, que hoy se parece más a la peor fotocopia de la argentina o del tropicalismo del que tanto nos gusta reírnos.