miércoles, 23 de abril de 2008

Sueño cumplido en una noche de Santiago.

Fue una noche perfecta, el resultado ideal. El indio debía ganar, y le empataron. Alguien decía –lo que equivale a decir no tengo idea- que cuando Colo-Colo ganaba, la marraqueta al día siguiente sabría mejor. Craso error; cuando Colo-Colo pierde, hasta el pan duro parece salido recién del horno. Se puede decir soy un hijo de puta, un mal nacido por desear que a un equipo chileno le vaya mal. Es cierto, no sólo lo reconozco, sino que lo reivindico. ¿Acaso habría sido posible no disfrutar cuando Pachuca ganó la Sudamericana en el Monumental aquel 2006?
Eso sí que habría sido un desastre. Quienes teníamos uso de razón en 1991 lo sabemos: si hasta hoy día hay que aguantar a los plumíferos cuando ganaron la Libertadores –eso que uno, ingenuamente, se alegró aquel día- No. Habría sido mucho.
La jornada de ayer, vista en por FOX, tuvo algo que ver con eso, con la hermosura propia de las gestas épicas. Inicios del segundo tiempo, Colo-Colo pasaba, Boca afuera. Sin ser bostero – mis simpatías por Rosario Central me resguardan de esa alergia-, habría sido un hijo de puta, un mal nacido si no grito en aquel hermoso minuto 73, cuando Riquelme anotó el tercer gol. Y en Santiago, el Atlas, el equipo de Brindisi –un ex dt de Boca- daba el empate, y el gol de Román, terminaba con dar con la palabra precisa, con la nota para la sinfonía perfecta. Nótese: Boca, 10 puntos, más tres. Colo-Colo, 10 puntos y más dos. El Indio, fuera de la Copa en su propia ruca, regalada por Pinochet, y por un día, Piñera perderá plata en la Bolsa. Nada personal con nuestro Berlusconi, pero alguien que se cambie de equipo por un par de votos….es que uno puede enamorarse de otra mujer, pasar de comunista a neoliberal, cambiarse de religión, volverse fleto, cambiar de sexo, pero de equipo…
Quienes estamos libres del gérmen blanco, tenemos que estar conscientes de aquello. Es una falacia eso que cuando el Colo gana, lo hace Chile: cuando gana el Colo, quien gana es el Colo. Y eso es grave. Parafraseando al maravilloso cuento “19 de diciembre de 1970”, de Fontanarrosa, un triunfo importante del Colo, significaría el riesgo de una generación más de colocolinos, con lo insoportable que implica eso para quienes sobrevivimos al desastre de 1991. Incluso, hace poco tiempo, una encuesta de la Tercera señaló el aumento de esa epidemia. Por eso, cuando en La Bombonera dieron el minuto 92 con 53 segundos, e Ischia comenzó a celebrar con la 12, pude dormir tranquilo, en paz, y sobre todo, feliz.

La noche en que Colo-Colo arrugó:

http://www.ole.clarin.com/notas/2008/04/23/copalibertadores/01657230.html
http://www.lanacion.com.ar/EdicionImpresa/deportiva/nota.asp?nota_id=1006760
http://www.latercera.cl/contenido/82_6247_9.shtml
http://www.latercera.cl/contenido/82_6268_9.shtml
http://www.youtube.com/watch?v=mVIQoQdNZPo&feature=related
http://www.sector7gfutbol.com.ar/viewtopic.php?id=88

martes, 22 de abril de 2008

Facebook.


Como cualquier día, revisaba el correo –en realidad gmail- y ese día dentro de los avisos de noticias o los mails del jefe, apareció un mensaje con una leyenda media rara. Al revés de los spam clásicos, éste mensaje no te ofrecía relojes suizos a precios paraguayos, casinos virtuales, viagra a costo de mayorista, no te notificaba que estabas a un paso de conseguirte una preciosa muñeca eslava como novia ni te atormentaba recordándote cómo dejar de tener una virilidad con talla de liliputense para ser un trípode humano. Al comtrario, éste parecía serio. Además, provenía de una amiga, lo que le daba un aire de seriedad. La cosa es que, a diferencias de los mensajes descritos, ésta vez acepté y seguí el link.
Ella llama Mariana, una vieja amiga que sin ser de mis mejores amigas –sería un patudo afirmar lo contrario- me la había encontrado unos meses antes en la calle después de varios años, y tras un par de intrascendentes conversaciones por chat –la conversación trascendente por chat es una quimera- apareció el susodicho mensaje. Lo abres y aparece una extraña ventana en la que te registras, y tras eso, aparece una especie de blog que en tu vida habías pensado en crear.
Y así, sin quererlo, tenía esta especie de blog. Debo reconocer, previamente, que si bien, como buen nerd en el clóset al que le gustaba meter leseras en mi computador, eso de los blogs no me llegaba, sonaba como a tontera de Atina Chile, actual Chile Primero. Incluso ahora que tengo uno, no puedo evitar pesar que me falta ego para ser merecedor de uno, como que se debe tener excedentes de amor propio para tener un blog.
La cosa es que ya estaba en Facebook. Aparecieron los quizzes, gente que te aparece –quieras o no-, gente a la que agregas. De repente me empecé a sentir como Roberto Carlos, y no recordaba tener tantos amigos, aunque hay personas que no recordaba que fueran tan amistosas (¿alguien puede tener más de 100 amigos?).
Pero también, empecé a saber cosas que no me interesaban. Que juanito y juanita eran ahora amigos, que no se quien tomó la aplicación sobre que ciudad uno debía vivir. Incluso aparecen patudos –bien intencionados quizá- sugiriéndote a quien “pedir tu solicitud de amistad”.
Por supuesto apareció aquella antigua polola de la que por años no supiste nada y de quien buscando por la tangente para no “solicitar su amistad” –pobre pero digno-, en un par de clicks te pusiste al día, supiste que tus amigos la tenían de amiga, cuestión que, por supuesto, a estas alturas ya da lo mismo, pero que no era necesario saber.
De repente me llené de tragos que no quería tomar –¡qué es eso de chupar virtualmente!-, no tanto por el miedo a vomitar virtualmente o la caña ciberespacial, sino por la ridiculez de aquello. Un ingenioso invento me dice que soy PPD y que mi país ideal para vivir en China, cosas que me empezaron a parecer insultantes. Amigos que son más momios que concentrado de u-dei a la vena aparecen como “moderates”, lo que sin duda debiera hacer feliz a tipos como Andrés Allamand: sacarse el pasado que todavía no pueden quitarse con sólo un click. Gente que ahora tiene entre sus amistades a personajes como Piñera, Juan Manuel Astorga, y a los Nicolás más famosos de nuestras anchas alamedas, López y Copano.
Y allí comienza a aparecer el lado feo, éste se hace evidente cuando, al igual que las películas en canales abiertos, Facebook aparece doblado al castellano: ¿qué diablos es eso de “Tomás ha aceptado tu petición de amistad”? o cuando, por saber el resultado de un ocioso quiz apareces enviándolo como una cadena.
¿Por qué, entonces, sigue uno en Facebook? Creo que es por preguntas como ¿Y que fue de Mariana? Sé que anduvo en Europa ,y por supuesto, no la he visto de nuevo en la calle. Es que al final, uno no se puede eliminar de Facebook, aunque la vida social allí sea más falsa que sexo en película del cable. Y si bien, no falta el que se lo toma en serio, tampoco es para ponerse grave, al final igual uno se da una vuelta por esta lesera, aunque las cosas sigan igual. Tus amigos seguirán siendo harto menos que en Facebook, y si no te contactaste en el minuto con aquella chica en la que el tiempo no dejó su huella –o sea, que se cuida- y que mirabas distinto al resto, no lo vas a hacer por esta lesera (bueno, nunca faltará el que sí).