miércoles, 31 de diciembre de 2008

Una Memoria sin balance

“Ahora que nada es urgente, que nada es presente, que hay pan para hoy”

Una memoria es un documento, generalmente bien empastado y en papel couché, en la que se detallan cosas como los balances de una empresa, nóminas de sus directorios o lo que pasó en el transcurso del año anterior. Una memoria, pero en papel de impresora, mica transparente y anillado plástico, también es lo que se supone se debe entregar para graduarse de una licenciatura o algún otro eslabón en la cadena académica. Un peldaño llamado también tesis.
La palabra memoria, eso sí acompañada de un chicle lingüístico compuesto por tres palabras, R,A y M, que es lo que permite a un computador superar aquella barrera infranqueable de hacer algo más que caminar y mascar chicle al mismo tiempo. También supone es el contenido, la materia sobre la que una existencia está hecha, lo que nos hace algo más que la suma de células y materiales físico-químico-biológico. Es aquello que recordamos, los motivos sobre los que lloramos o reímos, las historias personales, las en común y aquellos sucesos en que uno por lo general nunca participa, llamados también Historia, pero esa que se consulta de manera impresa o como nota al pie.
Pero para efectos de un balance o aroma inevitable a lugar común inherente a todo lo que se publica en estas fechas, una definición práctica es que la Memoria vendría a ser todo lo que nos permite hacer Memorias y por tanto engloba los conceptos y entrecomillas anteriores. Un viaje más largo de la habitual por la Ruta 68, pero probable de encontrar un día 31 de diciembre a las 18:00, más un cómodo viaje en el antiguo Polo rojo del 95 (el auto al que más le he tenido cariño en mi vida) dan el escenario preciso para el último posteo del año. Un viaje con un taco surrealista por lo largo, como la Autopista del Sur de Cortázar, en un antiguo auto de mi madre (el primero que manejé por años) que por azar de la vida compró una amiga de mi hermana. Eso es el escenario para escribir estas líneas, aunque darle palabras de más a un taco usando el nombre de un cuento de Cortázar es como medio siútico, en especial, porque no me gusta ni he leído con rigor a Cortázar.
En el mundo exterior, este 2008 ha sido un en que han pasado muchas cosas, las que por cierto se reseñan con detalle en los respectivos anuarios de canales y diarios. Los grandes hechos vienen del Norte, desde Wall Street, de Washington. También del Este, con el despertar de los rusos –que quizá no estuvieron del todo dormidos-, la lavada de cara de China con los Olímpicos de Beijing (si estos tipos van a ser el próximo orden mundial, mejor que los gringos sigan donde están). Fidel se fue para no irse del todo.
Gracias a Dios, Lagos no fue candidato, pero dejó a Frei como inminente y a Insulza en lista de espera. Como Dios no tiene tiempo para todos los encargos de este mundo, Piñera sigue siéndolo. Y todos creyéndose Obama, como denominador común. El Pelado Venegas salió alcalde, Pato Laguna concejal.
El Machester ganó la Champions, España se rajó con la Euro y la Davis, Chile le ganó a Argentina en el fútbol, un equipo ecuatoriano que no era Barcelona ni Emelec ganó la Libertadores, aunque perdió la Intercontinental. Everton impidió que Colo-Colo fuera pentacampeón, lo que en realidad podría haber sido hexacampeón (siempre es posible algo peor). Woody Allen volvió a sacar una película, por fin vino Madonna (para que dejen de huevear sus feligreses con que venga alguna vez. Ahora sólo queda rezar para que no venga por el bis), vino REM, que sacó un gran disco, regresó Serrat.
Se murió Solzhenitsyn, un inolvidable escritor del siglo XX con un olvidable fin de siglol y más olvidable comienzo de milenio, que derivó en un ocaso vital que le hizo poco honor. También murió Paul Newman. Sigue vivo Joan Manuel Serrat, Scarlett Johannson, en fin la lista es larga. También es larga la lista de gracias por quien se murió, como también la lista de lamentos por quienes continúan vivos. Como a lo mejor uno mismo podría parte de esa lista para alguien, nobleza y silencio obligan.
Lo primero es que el 2008 no fue un gran año, pero tampoco fue un bodrio. No pasaron grandes cosas, pero no hubo desastres. Podría haber sido, entonces, el año del descanso. Pero no lo fue, porque no era el minuto de descansar. Fue algo así como el año del funcionario, 365 días en pausa a no sé sabe dónde, pero sin estar sin rumbo o idea de carta de navegación.
Más que los fines de año, lo que debiera importar son sus inicios. Y eso se ve más promisorio, con cambio de casa, y bueno, examen médico de rigor. Con pilas sin tanto desgaste, y sin una caña que lamentar en el horizonte, al no existir en el radar una semi-obligada salida de año nuevo (aunque siempre digo lo mismo y suele aparecer algo). En unas horas más, esperan los fuegos artificiales sobre la playa de Reñaca, el abrazo con quienes quieres. Cena con pavo y puré de manzana, para bajar a la arena con champaña en vasos plásticos, el primer abrazo que sea con una mujer para el amor (parece que no tiene que ser pariente), lentejas frías para no tener problemas de plata –algo funciona-, la vuelta a la cuadra con mochila (parece que es maleta, no mochila). Pensando en lo que no fue y en lo que probablemente no ocurrirá.

martes, 16 de diciembre de 2008

Reseña de una película con retraso y del fin de una época

En la tarde, me puse a buscar entre los cd’s, “El diario de Agustín”, que me lo habían pedido. Por supuesto, no lo encontré. En su lugar, encontré uno de esos tantos dvd con varias películas en formato divx. Esa pila es resultado de un buen tiempo haber tenido la combinación perfecta de banda ancha, no trabajar y un quemador de cd’s (dvd, con el tiempo). Como siempre sucede en esos casos, la leyenda “la grabación a 16x a finalizado con éxito”, se ha visto más veces que las cosas bajadas.
En la búsqueda, di con otra película, que en su minuto -2004- no vi en el cine, como así tampoco cuando salió después en DVD ni cuando la pillé en el cable, un par de años más tarde. Ni siquiera la ví cuando la repitieron en el cable. Tampoco lo hice cuando la bajé, porque los MB que le daban forma pasaron a formar parte de una colección. Pero un domingo, haciendo orden, apareció ésta buena película, llamada “Perdidos en Tokio”.
Es una película que podría decirse, es de amor. Es del tipo de las buenas películas de amor, pero sin esos diálogos que parecen tan inteligentes que parecieran ser como de esas frases que se debieran anotar en caso de alguna crisis de pareja, para no olvidar decirlas, como ocurre con Antes del Amanecer. Tampoco tiene esa carga de fracaso treintón e implícita vuelta a empezar, propia de su secuela, Antes del Atardecer.
“Perdidos en Tokio” tiene ese aire de encuentros casuales, pero de dos personas que no andan en busca de la vida – cosa que se hace cuando se hace de viaje- sino de dos personas que simplemente andan de paso. Un encuentro transitorio, sin posibilidad de seguir algún camino más allá, una atmósfera que tiene como un acertado ejemplo el escenario que da un hotel. Es una atmósfera cargada de antemano a un romance sin sentido pero con una química -que feo es usar esa palabra para esto- imposible de evitar, que se genera entre dos personas: un actor estadounidense filmando comerciales en Japón (Bill Murray) y una joven recién graduada de filosofía, tambiénestadounidense, que acompaña a su marido (Scarlett Johannson).
Es una historia que tiene esa extraña mezcla de amistad y amor sincero, de dos almas muy parecidas pero perdidas y más en ese mundo tan parecido y lejano al mismo tiempo, como lo es Tokio, la ciudad perfecta para esta historia. Hasta el motivo que trajo el personaje de Murray es en si una ilusión más parecida a una estafa: whisky japonés. En ese sentido, el título en inglés –Lost in translation-, encaja mucho mejor que la traducción al castellano.
Aparte de la película en sí, lo mejor que deja es la musa perdida, la misma que a Serrat una vez se le fue de vacaciones, que más de una vez se ha ido de la vida con sólo el pasaje de ida, para parecer sin querer a la vuelta de la esquina. Por cierto, su nombre es Scarlett Johannson y esta, me parece, ha sido su película (quizá Match Point le pelee en algo esto) quien debe ser lo más cercano a un femme fatal de los cincuenta (sólo podría pensar en una Marilyn Monroe que se fue antes de envejecer), dueña de una sensualidad natural que no necesita sacarse el sostén ni pasar por el quirófano, de esos casos que aparecen de muy de cuando en cuando. A eso se suma la evolución de cincuenta años de historia, y que no tiene una gran falla aún conocida (capaz que ande rondando algún video oculto por Internet). Sin duda sería el poster que colgaría de mi pieza, y el argumento perfecto para decorarla como si fuera un taller mecánico sin ser tachado de vulgar.
Pero el hallazgo de tesoros de este tipo se encuentra en riesgo, porque el acumular discos y bajar por gula está amenazado y se considera un delito. Partieron con la prohibición de descargas de P2P, una de las idioteces de este mundo que han iniciado los estadounidenses y que se les pegó a los franceses. De ahí a España hay un paso. Si los españoles caen en este flagelo, como ya empezó a publicitarlo un diario serio como El País, estamos en peligro. Si ellos, que son el ejemplo del flaite que logró el desarrollo y por eso, como son la punta de lanza de los piratas de este mundo, llegan a caer, sonamos. Más allá del tema ese de los derechos y eso, la única gracia de Internet, el tener las cosas a la mano, será sólo una liusión y una anécdota para contar en los futuros almuerzos dominicales a incrédulos futuros niños, que mirarán con cara de no creer en este seudo paraíso, como si fuera un cuento como los billetes de quinientos, que los $10 que alguna vez alcanzaron para comprar un Superocho o que un billete de cinco lucas era un fortuna.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Cosas de fomato.

Obama todavía sigue siendo un senador demócrata por Illinois, aunque en la práctica es ya el hombre más poderoso del mundo, condición que asumirá como tal a fines de enero próximo. Las señales que ha dado hasta ahora no es el gran revolución que màs de alguno quiere ver, y ha sido básicamente la conformación de su gabinete y algunos lineamientos en el plano económico. Estos son los primeros trazos de un futuro cuadro que pareciera estar acorde con lo que esbocé hace algunas semanas. Dejando un poco la odiosa referencia a uno mismo, por ideas escritas hace unas semanas, la verdad es que no había demasiado margen de error.
Con EE.UU. en medio de la peor crisis en décadas, que sin poner en jaque al capitalismo –más que nada por el fracaso de modelos alternativos- ya lo está dejando bastante a mal traer, Obama no tiene espacio para grandes transformaciones (en el evento que las haya planteado). Irak, por cierto, tampoco le da gran margen de maniobra. Pero como su antecesor es nada menos que George W., su misma llegada es raya para la suma.
Lo molesto de Obama, entonces, no es él, sino sus fotocopias, las lecturas que se hacen sobre él, y el correspondiente acarreo de agua para los respectivos molinos. Ya se ha dicho bastante de nuestros políticos creyéndose Obama y del absurdo que se ha visto, tema que ha sido abordado lata (y latosamente) en nuestra prensa. Aquí va una muestra.
Sin embargo, dentro del rosario de absurdos que se han dado al respecto, lo más ridículo apareció hoy día, en una nota muy seria de El Mostrador. Pero al mismo tiempo, se muestra lo que realmente se quiere copiar de él: el formato. El tema ahí es el uso de la tecnología, en el uso de las herramientas de internet, como una suerte de llegar a los no inscritos –principalmente más jóvenes-, hablándoles en formatos que éstos jóvenes entienden, los entiendan.En el artículo. Sería algo así como que Piñera les hable en Messenger, postee en su wall de de Facebook, ya empezó con eso de postearse a sí mismo en Youtube o en un blog.
Obviamente el tema no es Piñera, el artículo fue sobre él porque hoy es el único candidato definido, y por lo tanto trabaja en su campaña. Perfectamente podría haber sido Frei, Insulza, Kast, incluso Navarro (ya innovó usando Wikipedia) El tema es más bien, que este famoso tema Obama es formato, como el power point en la Enade, con un “Yes we can” más falso que Mick Jagger vestido de rockero (iba a decir Madonna, pero como este país tiene esas cosas que hacen avergonzarnos a sí mismo, esa señora provoca lo que hemos visto en estos días).
De lo novedosamente que podría resultar Obama, (o su caricatura, que para estos efectos es lo mismo), nada, en parte porque un tipo como Obama en Chile es una quimera. Para que decir de las lecciones de la crisis, que sólo se distorsionan por estas latitudes, echándole la culpa al Estado que salva las embarradas que se mandaron los bancos (esa película ya se vio en Chile en 1982). ¿Alguien se imagina a un especulador como George Soros siendo candidato a la presidencia de Estados Unidos en medio de una crisis como la de hoy? En Chile, ese candidato hoy sería presidente, aunque las alternativas no hacen sonreir.
Los temas que están en el mundo acá no pesan demasiado, y quienes tratan de tomarlos lo hacen de una forma que linda en el absurdo. Más encima, como la hora de la necesidad es superior a cualquier cara de vergüenza, nuestros empresariosaceptan las mismas distorsiones del Estado que tanto critican para el resto. Al menos en estos días, en el caso de los salmoneros, han tenido la decencia de callar. Pero no hay que ser tan críticos, uno mismo se tapa las narices para votar en las primeras vueltas desde 1999.
Pero como lo que pasa en el mundo rinde en Chile menos que sobre de jugo Yupi en jarro de cinco litros, el tema presidencial, Piñera en este caso, sigue estando en los formatos. Eso que está mejor que la Concertación, que de los procedimientos, cayó a algo más básico: ver quien simplemente no se baja. Volvemos entonces, al tragicómico espectáculo de los últimos meses (que de comedia tiene más de absurdo), donde las cosas son de formato, no de contenido.
Entonces, la renovación, el Chile del siglo XXI, sin las odiosidades del pasado y todas esas cosas de mal gusto recordar, pareciera que es simplemente formato. O quizás algo peor, que todo aquello que se suponía era de fondo, hoy aparece como si no fuera más importante que las formas, las caras nuevas. A lo mejor por eso acá Madonna tiene el éxito que hemos visto, porque lo que importa –en palabras personas con quienes he hablado y que van a ir a sus conciertos, salvo excepciones- no es tanto la música, sino el Show.

martes, 2 de diciembre de 2008

A los muertos en Facebook, San Pedro los devuelve a la Tierra.

Así como las películas malas existen por montones, algunas de ellas tienen extraños componentes que las hacen ser distintas, aún cuando siguen siendo malas. El único problema es que, en éste caso, no puedo recordar el nombre y vagamente recuerdo que en ella actuaba un joven Kiefer Sutherland. Creo que se llamaba algo así como la línea de la muerte. A grandes líneas, se trataba de una suma de tipos que querían verse a sí mismos muertos, para volver al cabo de unos minutos al mundo de los vivos.
El tema, como suele serlo en muchas películas, es bastante absurdo. Así como en las películas, en la vida también hay absurdos. Hoy cometí uno. Me he matado, pero puedo volver a vivir cuando “quiera” hacerlo. Por razones obvias, el mundo que dejé no existe: Facebook. Sería una muerte, por cierto, si esta red fuese un mundo, tal vez algo así como una especie de universo paralelo, donde se ve gente, fotos, recados, copuchas, etcétera a sólo un click de distancia a través de una pantalla tipo lcd.
Dado que las verdaderas razones de una muerte verdadera carecen de sentido para explicar una muerte ficticia, los motivos que le dieron razón de ser se pierden. Primero; pierdo tiempo en la pega. Eso es cierto, pero también uno pierde tiempo en horario de oficina leyendo el diario, viendo argentinas en bikini (si alguien hace semejante homenaje mirando a esos monumentos íntegramente como Dios las mandó al mundo, mejor hacerlo en casa), apurado terminando encargos absurdos. La lista es larga, y no la revelo, porque tengo que volver de lunes a viernes y no puedo quedar tan en evidencia. Incluso, aún cuando se hiciera algo “útil”, se pierden minutos de vida, que podrían expresarse científicamente en CO2 liberado a la atmósfera.
Segundo: me aburrí de ver y saber de gente de la que no quiero saber. Eso es cierto. No tengo por qué seguir sabiendo de una ex polola –que ni siquiera está en el listado ese - saludando de cumpleaños a gente que en su minuto despreciaba, mientras uno terminó pasando por el peor de los castigos cuando uno pasa a ser ex sin quedar como amigos; la inexistencia posterior. Pero como uno nunca debe escupir por la ventana trasera de un auto andando en carretera (para no mandar semejante ordinariez hacia el cielo y con el mismo efecto), se debiera agradecer la inexistencia, porque ésta terminó siendo el camino más sano. Recordar una y otra vez las pelotudeces pasadas es igual de absurdo que simular si Carlitos Robles no se hubiese comido aquel gol off side de Salas en el clásico universitario de fines de 1994.
En ese sentido, esta muerte facebookiana fue una especie de tardío y poético –o sea ridículo- homenaje a esa inexistencia, porque sería como un tipo que se pega un balazo pero que tiene la gentileza de barrer sus restos de masa encefálica, dejarla en una bolsa cerrada para el camión de la basura, para no volver a tocar el timbre (salvo para hacer ring-ring raja). El único problema, es que en ésta muerte, no te lloran. En la verdadera, uno no tiene como averiguarlo. Cosas que pasan en un mundo llamado Facebook.
Tampoco quiero saber de gente que se saluda y se demuestra la amistad, que se quieren, que se invitan por caracteres, publicándolo a los cuatro vientos (¿por qué no se odian ni se mandan chuchadas?). El problema es que hay gente a la que convencí de abrir una cuenta en Facebook, les mandé estupideces, en fin. Terminé siendo una especie de capitán Araya. En mi defensa está en que no me pude dar la voltereta con elegancia, porque nunca pude hacerla en una clase de educación física. Además, tengo el problema de ser copuchento por familia y formación. Por lo tanto, mi muerte es un ejercicio similar al de un alcohólico mudándose a una casa vecina a un bar donde tiene cuenta ilimitada.
Tercero, el que quizá es la pérdida más tangible: los “amigos”. Cierto, pero es un tangible como debe ser sido para un hincha de la U el hipotético faenamiento del burro Luis Miguel, uno de los pocos bienes tangibles de un club de papel, especialmente si no había estadio que rematar para hacer caja. El problema, es que los amigos en Facebook son como el papel. Y cómo hice en mi pieza aquel sacrilegio de ordenar, me di cuenta que no boté papeles, porque no son basura. Por lo tanto, decidí que tenía que botar nombres que se acumularon, algunos víctimas en una suerte de incontinencia por juntar amigos, otros que llegaron de la nada. Ahora entiendo a Piñera por qué no puede dejar de (al menos pensar en) comprar acciones.
El problema con el orden compulsivo, como es la muerte en Facebook, que uno bota a la gente que vale la pena. Como tengo mails y los celulares guardados en el mail (aún no los paso al teléfono), me quedé tranquilo. El problema es que recordé que no anoté y no tengo todos los mails y teléfonos que desearía. Aparte como es feo eso de andar haciendo listas de amigos, o hacer que le pidan permiso a uno para ver una página, decidí hacer el acto más igualitario que he hecho en mucho tiempo: borrar a todos por igual. Además como en este blog ya escribí sobre Facebook, si hacía suicidio, ya tenía redactada la carta que todo suicida escribe de antemano, incluso para muertes tan ridículas como ésta.