sábado, 20 de septiembre de 2008

El último choripán

Casi como profecía autocumplida, en días dieciochoeros, la guata en algún minuto dice no. A diferencia de años anteriores, el estómago se transforma en una especie de veterano de guerra, donde se cura de espanto y ya resiste un poco la tentación de asados, empanadas, tragos varios, etcétera, y como buen veterano, suele hacer caso omiso de los deseos de su superior directo, el cerebro. Se rebela y pareciera que adquiere vida propia y se transforma en un odioso pepe grillo, mudo pero eficaz. Una especie de endemoniado al que hay que referirse en tercera persona, un sublevado respecto de su dueño. En esta especie de duelo entre uno y su organismo resulta bastante odioso porque su resultado está escrito de antemano, al igual que la propia derrota.

No es necesario ir al doctor (¿si algo no duele para qué?), ni tampoco es que la propaganda de días previos de evitar celebrar como se debe y que cosas como esas hubiesen surtido el diabólico efecto de alguna mente insana del Ministerio de Salud llamando a la famosa vida sana. Simplemente es el reloj de uno que avanza. Pero no sólo de sublevados organismos que nos doblan la mano se vive en los dieciochos, en especial porque un malnacido como éste viene de la mano de aquel hijo de puta llamado recuerdos, que se aparece sin que nadie lo invitara. 

Este desgraciado se vale de la cronología para recordarte de lo pendiente, de lo que cumple aniversarios, entre otras estupideces. Si a este convidado de piedra se le añade la tecnología, la combinación es un tanto molesta. Esta noche tengo reunión de diez años de haber entrado a la universidad, mi primera carrera y mi primer año en aquel mundillo (me pillaron por Facebook). Nada malo, guardo a veces mejores recuerdos de lo que vino después, un par de buenos amigos de aquellos años, pero algo pasa, entre resfrío y lata. Hay anécdotas -cosas que viviste y no-, buena gente, pero como que algo está pasando. Vientos de septiembre.

Pero más que el encuentro con mis viejos compañeros del Geo, la piedra en el zapato es otro que viene después, de la estupidez que estudié después, pues a algunos ingeniosos a los que se les courrió hacer una reunión de reencuentro en un mes más (y mandarme el susodicho mail de invitación). Como que algo pasa que uno debiera pertenecer a algo más que tu familia o tus amigos, que no bastara solo tu equipo de fútbol, o un par de cosas más. Ahora resulta que no basta sólo pertenecer a un colegio, sino que también a la Universidad, incluso eres parte de un numerito que sería tu especie de generación, el año en que entraste. 

¿Cómo tan odioso? No lo sé. Las reuniones de ex alumnos son una soberanas lata donde van todos los que quieres ver, pero también los que no. Un asado de compromiso, ver a tipos que con suerte respetas porque hay que respetarlos, por una carrera a la que desearías más tirarle una bomba atómica que a la que regresar. No demoré en nada en mandar un mail y dar una excusa oficial de mi inasistencia, que por cierto no es esta. Por cierto que hay mucha gente por la que siento mucho cariño y que pertenece a aquellos odiosos años, porque siempre en lo cotidiano, hay cosas buenas. Sensaciones que no corresponden a las del encuentro de hoy, sino mas bien a un choripan de más. 

Además del malestar de tanto patache, ocurre que este fin de semana termina en un 21 de Septiembre. Así como las fechas sólo sirven como referencias, se supone que empieza la primavera. Época de alergias, resfríos que algún patán se le ocurrió decir que es la del amor (sospecho que fue algún ingenioso de algún laboratorio farmaceútico para hacer menos doloroso pagar por antialérgicos), en la que los días de creciente calor te van dejando a diario más cerca de un día 14 mientras te recuerda al mismo tiempo de tu soltería. Más que el frío invierno, la falta de un cuerpo amado al lado, como la sobrevivencia a este estado tiene su pasar agosto en esta época del año. Por la calle comienzan a aparecer los vestidos, los gimnasios y la vida sana se vuelven de moda, es la época pre-trajes de baños pero sin el calor sofocante que ocurre a partir de  Noviembre. Uno debiera poner de título "maldita primavera" pero poner una canción de Javiera Parra como encabezado mata de antemano.

El panorama se ve demasiado rudo, para en esta última jornada dieciochera tirar la esponja de acá a unas horas más (aunque el desgraciado del cuerpo diga no). Veremos si a punta de aguas, infusiones y un par de cafés, es posible velar armas para la última jornada patria.