lunes, 23 de junio de 2008

Pelotas


¿Por qué 22 tipos son capaces de correr como idiotas tras una pelota? ¿Qué tiene una pelota que podrían competir con las mujeres, que tan bien suelen tenernos de donde a uno más le duele? He aquí una hipótesis personal. Soy de los tipos que no suelen perder la cabeza por muchas cosas. Aun cuando no hay muchas cosas por las que vale perder en algo la cabeza, salvo una mujer (me imagino que también quienes tienen hijos, pero eso me suena a algo muy distinto y único), quisiera mencionar el fútbol. Sí, eso mismo que suena tan a lugar común.
Vamos por parte. Nunca me dio grandes satisfacciones, a nivel personal y mi equipo no me las da. Nunca fui bueno, pero tampoco demasiado malo. No me rifaban al gol, ni tampoco era de los capitanes en la pichanga de Educación Física. Era de los que aparecían un viernes en la tarde en el colegio para jugar, práctica que fue muy de vez en cuando después. Era más de meter la pierna –que no es lo mismo que meter la pata- que crear fútbol, con un respetable cañonazo que tenía cierta efectividad en canchas chicas. No fui de grandes pichangas del barrio, aunque ello se debe a que viví en un barrio que en realidad no era más que una suma de casas, distinto a quien vivió en Cerro Castillo o Miraflores
No fui un gran fanático, aunque sí tengo lindos recuerdos en el estadio. El Mundial Sub-20 de 1988, la Copa América del 91, la final con Sao Paulo el 93’, la Católica con Gorosito y Acosta el 94. De recordar con horror como fui tan imbécil para alegrarme porque el Colo ganara la Libetadores el 91. También cumplí el sueño de ver, en Europa, de un grande, como ver al Barcelona el 99 o de sentir un estadio en un país digno de ser futbolizado, como Argentina. O de ver a algún equipo importante de las “Uropas” que venía a pichanguear en estas latitudes, como el Ajax de Van Gaal, con Bogart y Litmanen.
Mi afición al fútbol fue más bien intelectual, por ponerle un nombre (no hay idiotez más grande que intelectualizarlo). Recordar nombres, equipos –no formaciones- y resultados, pero como también me acordaba de ciudades europeas o de episodios de las guerras mundiales. De acordarse de las cosas de la vida, pensando fue antes de tal mundial, Eurocopas, la Champions o Libertadores. En resumen, ser el candidato infalible a ser el poncherón en cuanta rutina humorística puede verse retratado.
Algo de eso queda. Después de años de abstinencia futbolera, como quien deja las piscolas por una mala caña, un día recaí en esta dulce enfermedad, de lo que no pienso en salir por ahora. Ese día fui cuando el Loco Bielsa llegó a dirigir a Chile, y lo digo con orgullo. Cuando llegó, incluso después de perder con Paraguay. Su frase de ví a un equipo derrotado, pero con vivo, me terminó de convencer. Seguí los amistosos con Corea y Japón en febrero, con Israel en Tel-Aviv en Marzo, para que decir el amistoso con Panamá en Playa Ancha.
A riesgo de caer en la ordinariez –más bien bipolaridad-del periodismo deportivo, fui de los que cuando llegó, con orgullo se dijo, algo iba a cambiar. Y la idiotez frente a la caja del mismo nombre, que me inundaba cíclicamente cada 4 años en los mundiales, comenzó a surtir efecto con la gira a Austria en Septiembre de 2007. Y siguió en adelante. Una sana idiotez que me ha hecho hasta dejar opiniones en los blogs de deportes.
Resulta curioso, siendo que el Loco Bielsa es lo más cuerdo para hablar de fútbol, más encima trabajólico –que más fome que eso-, y para peor, hincha de la Lepra, haga que uno se vuelva loco. Esa seriedad que no pescamos cuando Pellegrini dirigió acá o no le reconocemos a Salah, y que provoque esa sana locura, que lograr un hermoso cuento de Fontanarrosa (¿Cómo no ser hincha de Central después de leerlo?).
Y esta semana fue eso. La selección por supuesto, la Euro, la alegría de ver a Italia fuera. El dormir tranquilo cuando el Colo perdió la final con Everton (qué importa que haya ganado; lo importante es quien perdió). El fútbol es el único viejo amor que cuando vuelve, no mezcla recuerdos lindos ni amargos. Pero si alguna mujer lee esto, tranquila: nada puede reemplazarlas, aunque no se suban por el chorro. El control es nuestro, ESPN es más sagrado que el Vaticano, si bien al final terminaremos poniéndo el Warner o el Sony.

viernes, 13 de junio de 2008

Aquellos intelectuales y nosotros que creímos entenderlos


Siempre es bueno ver a gente por la cual uno ha tenido una cierta admiración. Un buen concierto, a veces la presentación de un libro, por cierto ver un partido de fútbol de esos que se ven sólo una vez en la vida. En eso, debo reconocer, he sido bastante afortunado. Vi a Silvio Rodríguez, cuando creí que tras 1991- donde era muy chico- no lo iba a poder ver y ya lo he visto dos veces. A Soda Stereo cuando de verdad se despidió y después, cuando diez años después la necesidad los hizo volver a pitutear. También estuve en el primer concierto que hizo Sabina en Chile, y de esos rajazos de la vida, pude ver a Dolores O’Riordan, un concierto por el cual no se me habría ocurrido pagar, pero al que después de haber asistido, creo que fue imperdible.
En el caso del fútbol, si bien soy hincha de un equipo –la Católica- que me da más rabias que alegrías, he tenido la suerte de ver en vivo partidos inolvidables, como la final de la Libertadores con Sao Paulo el 93’ –aun cuando perdimos la copa-, el partido de octavos en el 95 contra River o el asalto a mano armada de la Universidad de Chile en 1994, que finalmente nos costó el título. El 99 pude ver en el Camp Nou un partidazo, cuando Valencia le ganó al Barcelona en su propia casa 4x2 y el Piojo López se mandó uno de los partidos de su vida. También en Rosario decidí que no volvería a ver un partido en Chile, tras ir a Central-River en el Gigante de Arroyito. Promesa, que pese a mantener por bastante tiempo, finalmente rompí.
En cambio, con los intelectuales pasa una cosa más rara, aunque a veces uno sea hincha de ellos. Como que uno no se junta a escucharlos a hablar. Los lee, los discute, que sé yo, pero como que no se va a verlos. Oye, hagamos y hablamos de este tipo o libro. Como que no la verdad. Me pasó una vez que fui a ver a Chomsky a la Chile. No tanto porque el audio fallara o por un traductor que dejaba la grande (de algo sirve entender algo de algun idioma), sino por lo raro de ver a un intelectual -que fea, estigmatizante y rebuscada suena esa palabra- como si fuera un rock star. Incluso es bastante fome ir a presentaciones de libros, pese a sus incentivos: libros más baratos que en librerías, tener el autógrafo correspondiente en la primera página y si tienes suerte, puedes comer y tomar decentemente sin pagar un peso.
La cosa es que fui el miércoles a ver a uno de ellos. Se trataba de Edgar Morin, un pensador francés de esos pesos pesados, uno de los tipos que valió la pena leer en el pregrado. Además tenía la gracia, es que era una admiración que compartíamos con algunos amigos en común, cosa que aunque suene a tontera, no es tan estúpida. Es que a diferencia del cine, a veces da lata ir solo. Por ejemplo, a mi gustaba mucho Jürgen Habermas (en realidad era muy interesante), pero no conozco a nadie que acompañara a ir, de mis amigos, de estos tipos normales que no hablen en sociólogo. Una invitación de ese tipo habría tenido una sintonía cercana a la del Canal del Senado.
Volviendo a la historia de don Edgar Morin, su charla fue años después de salir de la universidad (pregrado en realidad), no en Viña, sino en Matucana 100. Otras historias pasaron desde entonces, en general no grandes historias o demasiado entretenidas, simplemente lo que pasó, que al final nunca es poco. Bueno, la cosa es que no pude estar en la charla. O sea sí, pero como llegué tarde, no quedaban audífonos para la traducción. Por supuesto, no sé nada de francés, pero ese típico pensamiento de un minuto, me llevó a plantearme que quizá como el francés es un idioma latino, podría sonar parecido y entendible. Craso error. No duré ni diez minutos.
Me podría haber ido, pero adentro estaba una amiga y quería saludarla. Había estado de cumpleaños hace poco, venía de Viña y yo, estando en Viña, no fui a su cumpleaños, usando una chiva con más credibilidad que Piñera diciendo que es de clase media. Finalmente me quedé, pero afuera. Salió la gente, y por supuesto no faltó quien decía a viva voz pelotudeces como que no había nada más entretenido que leer a Foucalt (será interesante, pero entretenido...), en fin los personajes que uno encuentra en estas cosas. Finalmente, Morin era un señor francés con bastantes años y de su brillantez me quedan mis antiguas lecturas, las que creo, no entendí del todo, pese a que tuve muy buenas notas en su minuto.
Mi amiga estaba bien, me retó en broma por no ir a su cumpleaños, hablamos un poco, de lo difícil que está la pega. Me sentí un poco mal por envidiar en algo a quienes están mejor que yo, considerando que periodismo es una carrera tan cotizada como las acciones después de un derrumbe bursátil. Una reflexión que por suerte, duró menos que mi idea de entender la conferencia en francés. Finalmente, tomamos el metro uno en cada dirección.
Por lo que supe, la conferencia estuvo buenísima. Yo sólo vi gente que no veía hace tiempo, algunos profes de la época de periodismo (tres- cuatro años no más, pero lo digo para ponerle un poco), personas a las que no veía hace tiempo, en fin. Concluí que parece que mejor que la gente que lees y estudias en libros o apuntes es mejor dejarlas allí, como que pierdan esa extraña magia que dan las explicaciones medias raras de leer, las frases eternas, como que la vida real te mata esos extraños hechizos. Para la vida real, mejor los conciertos o un buen partido de fútbol, y si andas en racha, una mujer.

miércoles, 4 de junio de 2008

¿Everton Campeón?

Cuando a los 49 con 18 del segundo tiempo Selmán pitó la final de vuelta, en Viña probablemente una noche muy rara se vino sobre la laguna Sausalito. Es que, con todo el respeto y sin ánimo de ofender a mis amigos evertonianos, es una escena que no me puedo imaginar. Partiendo por el lugar donde celebrarán, ¿será la calle Valparaíso, que por más arreglos que le hacen se ve es más fea? ¿Acaso en el Reloj de Flores, un arreglo de flores que se ve mucho más hermoso en Photoshop que en la vida real? ¿En la avenida de Perú, con aquella acequia a tajo abierto del Marga-Marga como fondo? Es que aunque Viña es una ciudad hermosa, cuesta imaginarse celebrando algo allá.
No es por ser aguafiestas, ni nada por el estilo. Para nada. Si hay algo por lo que eternamente hay que estar agradecido a Everton es por haber impedido que la palabra penta se borrara del léxico colocolino y aquella pesadilla haya pasado de largo. Es que Penta es una palabra para el Real Madrid de la Quinta del Buitre a finales de los 80’, el Manchester en los 90’, o por el último el Glasgow Rangers escocés. Para equipos con cinco títulos en cinco años. Pero ponerlo en boca de un equipo que toma la fase regular para la chacota –por segundo torneo consecutivo-, clasificando para la ronda de ocho mejores en un noveno lugar, clasificando por un gol de visita a la final, con un 49,33% de rendimiento y que más encima se llame Colo-Colo, habría sido una pesadilla. Por eso, como buen nacido, no me cabe más que darle las gracias a Everton.
En mis 14 años en que viví en Viña, créanme, aprendí a respetar a quienes son hinchas de Everton. Seguir a ese equipo es sinónimo de amar el fútbol y a los que conocí, lo siguieron con el Sausalito vacío, aguantando ver un Everton-Palestino teniendo como alternativa ver la Premier League por ESPN y como hasta Wanderers daba una vuelta en primera. Más encima las pocas celebraciones que evertonianos tuvieron fue cuando subían a primera. Es un club, que si bien teniendo la camiseta de Boca Juniors, daba pena, partiendo por la sede de calle Viana. Ser hincha de ese equipo habla bien de esa persona que lo sea. Es para sacarse el sombrero. No cualquiera tiene vocación de mártir, por más que muchos de esos hinchas que ayer repletaron Sausalito dejarán de ir cuando Everton vuelva a ser lo usual. Pero eso pasa en todos los equipos de esta larga y angosta faja de tierra.
Por eso, que ganen es de aquellas cosas que alegran de verdad. Más aún, que ganen como lo hicieron, a quien le ganaron, y sobre todo, la pesadilla que abortaron. Con tres goles en el segundo tiempo, Miralles y el viejo “Liebre” Riveros –que repitió la gracia que logró con Wanderers el 2001-, son nombres que quedarán, como el de Spedalleti el 76. Más aún, esa la alegría debe ser mayor con Wanderers jugando hoy en los potreros. Bien por ellos, y mejor por la palabra penta, que se respetó a si misma.

lunes, 2 de junio de 2008

Otra de 1968


Va un interesante artículo de los distintos 68 en el mundo. Un poco complaciente con su generación quizá. Faltó quizá una mirada a nuestros sesentayochistas, pero habría sido mucho pedir mirar hacia el trasero del mundo. Si fuera español, no lo habría hecho. Es que, por más que muchos de ellos han sido importantes figuras y miran la época de cuando eran los niños bien de la izquierda chilena con una nostalgia y autocomplacencia propia de quien mira la época del colegio.
No creo que merezca más caracteres hablar de ellos, no tanto por mis juicios, sino por la idea de no repetir lugares comunes.

http://blogs.elpais.com/lluis_bassets/2008/06/despus-de-mayo.html

domingo, 1 de junio de 2008

El general

Si ya es dificil hablar de un muerto, mucho más lo es hablar del general, en especial si no es cualquiera, sino que el general del pueblo. Tampoco me gustaría hablar -aunque el oficio me traicione a veces- de la cobertura mediática que se hizo de su muerte y su epitafio, lo que ojalá se enseñe en las escuelas como lo que no se debe hacer, aunque probablemente sea una de esas lecciones que se olvide apenas se empiece la práctica. Por supuesto que esta culpa no es de Carabineros ni de su departamento de RR.PP., menos del gobierno. Es de una prensa que actuó como departamento de RR.PP.
Más que lo que se ha dicho en estos días, me quisiera quedar con lo que uno podía ver de él mientras vivía. Un general que tenía cara, voz, gestos, palabras de paco. Y que quería a su institución como un paco, con el alma. Eso es todo, lo que sin duda es bastante y en general, habla muy bien de él. Pero de ahí a ser el general del pueblo, bueno son comparaciones un poco fuertes. Bien intencionadas quizá, pero desproporcionadas. Ojalá nunca vuelvan a existir generales del pueblo, sino simplemente buenos generales, lo que no es poco.
La tragedia, y más bien su relato, ha creado al general del pueblo, y frente a este relato, es sin duda difìcial argumentar una visión distinta, un matiz distinto siquiera. Cuando criticaba a los tribunales, no se menciona a un comandante en jefe opinando de un poder del Estado, sino a un general que se ponía de parte del pueblo que sufre con el lumpen y el crimen. Cuando prometía una virtual cacería de los asesinos de sus hombres, mas bien recordaba a un general presto a vengar la derrota sufrida en el campo de batalla que a un procedimiento policial regido bajo ciertos derechos, que incluso los peores criminales tienen. En fin, una serie de muchos otros matices que la trágica muerte, el relato que nos llega -de los medios- fue muy deficiente. Insisto, no necesitábamos comunicados del departamento de RR.PP de Carabineros, sino periodistas que hicieran trabajos de periodistas, no de relacionadores públicos. Esta bien que el periodismo institucional sea una fuente importante de trabajo a una profesión devaluada en terminos de salarios y de formación, pero el periodismo sigue siendo un oficio que necesita rigor, porque forma opinión.
El grueso de los chilenos -y de cualquier país- no se forma opiniones investigando temas ni sopesando argumentos -por que no se puede estudiar todo-, sino que realizando actos de fe en que su prensa le informe con rigor.
La trágica muerte hace que hace estos planteamientos suenen desubicados, fuera de contexto y que un matiz distinto de lo que vimos, escuchamos y leímos parezca imposible. Es de muy mal gusto hablar de los muertos, de este muerto cuando recién fue enterrado, aunque sea para comentar la barbaridad del trabajo de prensa de estos días. Las lágrimas de la familia de los oficiales en Panamá, el dolor de ellos impide ver el desastre que fue la prensa en estos días. Ojalá que del homenaje al general del pueblo se pase a la evaluación del general, probablemente el buen oficial y buen padre de familia, para así dar paso a su truncada gestión como comandante en jefe, con sus luces, pero también con sus grises.