lunes, 8 de septiembre de 2008

Brasil, nuevamente.


¿Brasil o Paraguay? Perder por tres a cero y de local siempre es duro. Si la pregunta fuera sobre si es peor perder frente a Brasil o Paraguay, lo lógico sería decir Paraguay. La razón es simple. En un zona clasificatoria con cuatro cupos y medio (por el repechaje con uno de Oceanía, que salvo un Tsunami borrara a Australia, casi seguro es Australia), donde estarán casi por siempre Brasil y Argentina, y en un contexto donde el sistema de todos contra todos probablemente siga vigente, a menos que la CSF (más bien la TV) diga otra cosa, la elección es obvia: Paraguay.
Cabe señalar que en América del Sur sólo jugaremos una clasificatoria cuando compita en nuestra zona Centroamérica y el Caribe, dónde México deje de ser una Australia sin repechaje. Pero pensar en ese escenario es sólo fútbol ficción, verso, porque los pasajes al Mundial de turno en esta parte del mundo parecen condenados a ser rifados agónicamente en esta lenta arena de Circo Romano llamada Eliminatoria Sudamericana. Las grandes selecciones europeas, al igual que sus agricultores, están acostumbrados a jugar con subsidios: España nunca jugará en el mismo grupo con Alemania, Francia e Italia. No obstante, esto no es un empedrado al que echarle la culpa, porque esta dura lucha es igual para cualquiera en el Subcontinente, incluso para Brasil o Argentina.
Después de esto, debiera seguir argumentando que fue más dura la derrota a fines del año pasado con Paraguay que la de esta noche, porque perder con Brasil debiera estar siempre en la calculadora. Pero, recurriendo a un lugar común (al final, uno siempre dice lugares comunes), el fútbol no se guía por la mera lógica, sino que caben en él extrañas sorpresas y partidos raros. El de anoche, como el de Paraguay (por eso la comparación) fue uno de ellos.
Chile apretando, jugando de frente y con un orden apreciable fácilmente, y sobre todo en los primeros minutos, buscando el arco casi como feligrés va hacia el cura por una ostia. Aunque al mismo tiempo, mostrando las fisuras que nos han costado caro; un tiro libre o una pelota mal perdida y sobre todo una capacidad enorme de crear opciones de gol y perderlas al mismo tiempo (en un mal sentido, lamentablemente los hombres también podemos caminar y comer chicle al mismo tiempo).
El libreto también tuvo una estructura parecida, con un dos cero anotado a punto de terminar el primer tiempo, aunque con matices. A diferencia del Paraguay de Martino, esta noche nos dio un par de balones de oxígeno que terminaron siendo simplemente dosis de morfina para una noche dolorosa, como fue la expulsión de Kléber y el penal atajado por Bravo a Ronaldinho. No contábamos que Valdivia hiciera lo que no debía hacer (aunque era calculable que podía pasar) , en especial porque una roja era más que esperable que se nos sacara, en honor a la ley de compensaciones que suelen hacer los árbitros en esta parte del mundo y por Valdivia mismo.
Perder con este Brasil es más duro porque molesta verlo jugar tan tácticamente –por decirlo elegantemente-, tan especulativo y con calculadora en mano. Porque Brasil nos ganó como solía jugar el Paraguay de Cesare Maldini, que en su versión de Martino nos pasó por encima de una, que da gusto verlo jugar. No hay que ser tan injustos con Dunga, pues hace rato que Brasil dejó de ser el jogo bonito, al menos desde que tengo uso de razón, con Lazaroni a fines de los 80’, pasando por Parreira, Scolari, Leao o Luxemburgo (quizá no tanto con Zagallo). En la práctica, la gran diferencia de Dunga con Luxmburgo –volviendo a las comparaciones- es que esta noche al ex capitán de Estados Unidos ’94 y Francia ’98 el tres a cero fue a su favor, y el Nacional fue el balón de oxígeno negado en estos pastos a Luxemburgo ocho años. Victoria pírrica para los brasileños, porque Dunga seguirá en la banca.
¿Y Chile? No jugó mal, pero si se pierde por tres cero, eso es un detalle que no parece tener mucha importancia. Duele más porque ahora estuvo Sánchez y Valdivia, y el estilo de Bielsa más puesto en práctica. Duele porque uno se da cuenta que, pese a todo seguimos estando en la senda correcta, y explicar eso cuando se pierde por tres a cero de local es realmente complicado y molesto hacerlo. El tema no es el regreso del Mago, porque mañana podría ser el del Fantasista, que a lo mejor espera en Roma con síndrome de hijo pródigo que lo llamen de vuelta. A lo mejor de tanto vivir en Roma se cree Julio César para salvar a Chile de la decadente República -léase ANFP. O bien cambiar de sede porque el Nacional es la mufa (a lo mejor jugar en lo que fue un Campo de Prisioneros es yeta). La respuesta parece ser otra alejada de las yetas: simplemente trabajar como la gente y acostumbrarse a seguir haciéndolo como se hace desde hace un año.
Chile no especula, va al frente, juega en orden –a veces demasiado en orden, lo que cae a veces en la confusión y predicibilidad. Pone sus cartas sobre la mesa y quien enfrente a Chile, sabe como jugará. Chile con Bielsa las tiene claras, uno sabe independientemente del resultado y que juegue bien, mal o más o menos, que el libreto será similar. Uno no ratonea, y aunque perder tres cero de local siempre hace perder de perspectiva las cosas, eso sigue siendo valiosos. Es cierto, no jugando como fotocopia de los italianos puedes perder partidos así (pero jugando como Locutín -aunque sea feo recordar esto cuando recién ha muerto- o don Nelson, podemos perder peor), pero aún perdiendo hay que ser dignos.
No hay que olvidar, aunque cueste, que este tres a cero no es el mismo que el partido de primera fase en Copa América del año pasado, cuando a Dunga no se le daba como caja. Aún duele perder así, porque uno sabe que no fue por ratones o por poco serios, sino porque el fútbol no premia siempre a quien juega de manera abierta y clara, buscando el arco y no la calculadora, sino al que mete los goles; El Chupete Suazo, y nosotros, lo aprendimos hoy de manera aleccionadora. También repasamos que en el fútbol, como en la vida, la lógica dice no siempre gana el que va de frente, sino al que la sabe hacer (aunque la vida, a la larga, siempre pasa la boleta por lo que uno hace o deja de hacer) Al vivo y no al trabajador, así es el camino largo y ojalá sepamos estar en él. Ojalá que nuestros ágiles de la prensa futbolera tambíen aprendan, el fútbol nunca hay que dar a nadie por muerto, menos a Brasil, aunque pedírle humildad a un gremio de capa caída es como pedírselo a un abc1 arruinado que mantiene un status que dejó de ser.