lunes, 11 de agosto de 2008

Los 80’.

Por aquellas casualidades, la idea original de lo que iba a escribir cambió. No fue porque una idea mejor surgió, sino porque el pen drive donde estaba al texto, lo olvidé quedó en la oficina. Por eso, y por unos amigos que abrieron una cuenta facebook pelando los 80’ como una década de mierda, y sobre cómo ésta pasó a ser símbolo de una década de monos animados o una especie de cultura pop, como si esa década se refiriera sólo a espectáculos con luces de neón transmitidas en 525 líneas. Es una década de mierda, pero es raroque tenga este discurso, pues en aquellos años, lejos estuve de tener motivos para odiarla.
Es más, los 80’ fueron bastante felices en lo personal. Me salvé de ver todos monos de los que hablan mis amigos (a Concepción sólo llegaba Canal 13 y TVN), mi espectro se limitaban a jugar a los soldados, armar los tente –una versión elaborada de los lego- , ir a los lobatos los sábados por la mañana, jugar a la pelota. Encontrar linda a otra compañera de colegio, sin el sentido hormonal que el concepto de hermosura adquiriría en la adolescencia o en la complejidad que tiene años después. Cuando las cosas eran más simples o quizá es el simple recuerdo de una infancia bastante feliz, y su simple idealización.
Aún con ello, con el tiempo y algunos amigos, no queda más que concordar en que los 80’ fueron una mierda. Es la década del PEM y POJH, de estados de sitio y toques de queda, de cuando salir a protestar era poner en riesgo la vida, en cuando Pinochet pudo haber seguido o cuando los bancos hicieron perro muerto y el Estado –los milicos en esa época- no hallaron nada mejor que salvarlos. Cuando tuvimos incluso nuestro propio circo, con Maripepa Nieto e incluso The Police pituteando en el Festival de Viña, aunque años después volviese con Amnistía. Si bien lo chatarra de los 80’ –clasificado siúticamente como cultura pop- no fue a Chile como lo fue el Mundial del 78’ en Argentina.
Es duro, pese a que fuera feliz en un país de mierda. No es que viviera en una burbuja, sabía donde vivía y bastaban mis 8 años para darme cuenta de lo que pasaba y dónde vivíamos –algo de eso se escribió hace un tiempo- a diferencia que quienes eran niños o adolescentes en los 70’ y argumentaron que su edad los hizo incapaces de ver. Siendo comprensivos, en tiempos difíciles cuesta no ser demasiado humano, por decirlo elegantemente.
No es que me sienta incómodo por haber tenido una infancia bastante feliz en medio de una década de mierda, pero esa década deja una sensación rara. El problema está en que a veces las propias experiencias personales nublan la perspectiva de las cosas, por más que el estudio, la rigurosidad de mirar las cosas de lejos sean más válidas, terminen por aparecer en un puesto secundario frente a la experiencia directa.
Suena un poco a la clásica pelea con mi papá cuando hablamos del 73; siempre termina la discusión con que a él no le lo contaron en un libro, sino que lo vivió con sus propios ojos. Allí siempre termina todo, para volver a empezar a algún día de nuevo. Ante eso, poco cuentan los argumentos. Si la vida la miráramos siempre desde arriba, seríamos más sabios, pero no viviríamos. Al mismo tiempo, no necesito haber vivido el POJH o ser torturado por la CNI para saber que eso ocurría mientras daban los Magníficos los miércoles y Martes 13 la noche anterior. Bueno, cierto es que no ví la cara fea de los 80' por azar: empecé a dejar de ser niño en una década más decente, los 90’.