sábado, 23 de agosto de 2008

Colo-Colo es Chile

Sí, tal como se lee. La edad me ha hecho volverme humilde y sensato. Y como no soy candidato presidencial ni necesito recolectar votos vendiendo el alma a Satán (haciéndome colocolino), puedo hablar con absoluta sinceridad: Colo-Colo es Chile. En la vida siempre hay una cara linda y otra fea, la que mostramos y la que dejamos en el baúl (iba a decir clóset, pero se presta para malos entendidos). La fea, es Colo-Colo, la linda el resto de Chile. Con ese porcentaje, hay que ver la realidad y sincerarla: tenemos el índice de colocolinos per cápita más elevado del mundo, y eso siempre es para preocuparse.
Es el síntoma de una enfermedad incurable, para hacerlo tendría que hacerse una razzia como sólo la DINA sabría hacerlo, pero a escala de industria china. Como esos tiempos –enhorabuena- ya no existen, queda sólo la tolerancia, que en este caso es sinónimo de resignación. No es la cruz en vida que uno debe cargar, tampoco su lado coca-cola. Es cierto que cuando están en racha, son insufribles, donde, por ejemplo la irracionalidad te hace alegrarte que Everton salga campeón, pero cuando están de vacas flacas, hasta una marraqueta de cinco días de añeja puede ser un banquete.
Hoy es de esos días. Si bien es cierto que cuando echaron a Astengo, una nube amenazante se asomó, de esas tan negras como aquella que sólo el Pachuca terminó por disipar a fines de 2006, la llegada de Barticciotto alegró el día, como si el hermoso día acá en Viña hubiese sido el preludio de una jornada hermosa. El tiempo se veía horrible. Pekerman, fue el gran nubarrón, Alfaro el segundo, algo se disipó el panorama cuando se mencionó a Astrada, volviéndose amenazante, a temporal cuando se nombró al Tolo Gallego – ese sacó campeón a Newell’s, así ese que debe saber de magia negra-, pero finalmente cuando comenzó a sonar Barti, la cosa comenzó a mejorar. No es nada personal con él, de hecho, puede que lo llegue a sacar campeón una que otra vez, pero en la Libertadores –si llega- podemos respirar tranquilos.
Pero lo mejor aún fue Blanco y Negro. Cuando se compraron el Colo, la cosa se vio la nube negra. Eran dirigentes serios -de pinta-, de apellidos abc1, profesionales, empresarios respetables, hombres de "bien", de Escuela Militar hacia arriba. Colocolinos "bien". Comenzaron a hablar de ciclos y los respetaban, parecía trabajo serio y a Borghi le iba bien. Las acciones subían, llegaba Piñera a comprar acciones y si él hacía eso, es que la cosa iba en serio y Colo-Colo iba a pasar a ser serio, e incluso respetable. La cosa se ponía color de hormiga, llegó el bi, el tri, el tetra y cuando amenazaba tormenta –incluso el Volcán Chaitén estalló como preludio- llegó don Nelson y puso las cosas en su lugar.
Llegó Macnelly Torres, pero por suerte la hilacha ya había comenzado mostrarse antes. Todo partió cuando Ruiz-Tagle empezó a prometer buscar la Libertadores contratando a Lucas Barrios o Caliche Salazar, pero ya la hilacha pasó a ser un descocido de aquellos cuando se fue Astengo; los jugadores exigiendo visar al entrenador que llegara, cosa de imaginarse la autoridad de un entrenador sobre un plantel al que debió consultársele sobre su llegada a la hora de hacer una nómina, como ver a Piñera sobrevolando un entrenamiento. Ahí la cosa se puso buena, pues me di cuenta que Colo-Colo es Chile, el Chile que vivimos a diario, el de las cosas mal hechas, de lo impresentable, de lo chanta, de lo que somos pese a todo.
Aquel Chile que se hace el huevón no pagando la micro en Santiago, de inagurar trenes antes de tiempo, de hacerse el sueco con nuestra propia historia. Es la cara que no nos gusta, de lo flaite, de lo que pelamos pero que al mismo tiempo hemos sido más de una vez en nuestra propia existencia. Un Colo-Colo que en días tristes, donde no sólo desaperece el sol del cielo, sino que de la vida, hace reir. Colo-Colo es esa cara fea del alma de Chile pero que da alegrías (salvo cuando le va bien), como la caña del dieciocho, Caszely perdiéndose un penal en España 82 (tierra gloriosa para los chascarros), Patricio Nazario haciendo famoso un Pato Yáñez en el Maracaná, Valdivia tirando jamón en Puerto Ordaz, Pinilla siendo simplemente Pinilla, ver las Olimpíadas por TVN, lo que siempre ilumina al más negro de los días de invierno (ver Olimpiadas o cualquier deporte por Canal 13 hace llorar). Si no existiera Colo-Colo, no sé que podríamos inventar. Pero sin duda algo habría que inventar. Hoy día es un día para dar gracias que esa dura tarea de ver el vaso medio lleno de la vida no es necesaria de hacer. Para eso existe Colo-Colo, que sin duda, es Chile.