jueves, 31 de julio de 2008

Cuento viejo.

Hay lugares comunes, y dentro de esta clasificación, ciertamente existen algunos más comunes que otros. Uno de ellos son los políticos. Pero esto no es lo que suena. Si existe algo odioso es la gente que habla mal de ellos. Que son unos ladrones, lo peor de lo nuestro, lo único que sirven es para nada, corruptos, viven en otro planeta, etcétera. Tampoco es que sean santos de mi devoción (no tengo alguno en realidad) ni que sean simplemente un mal necesario (esos son los bancos). No se trata de sacar reflexiones importantes, para eso están los cientistas políticos (los serios).
En estos días, la política se vuelve entretenida. No edificante, ni profunda ni mucho menos interesante. Pero si muy entretenida. Obviamente, me refiero a la época de elecciones. Es el tiempo donde los gallos se miden en la cancha, en una especie de test match donde el trofeo en juego es de bastante mayor importancia que la Copa Gato, Chile o incluso una Libertadores. Nada menos que el poder. Es cierto que en las municipales vota bastante menos gente que en una parlamentaria, para qué decir de una presidencial. Tiene su razón en que el sentido épico de una elección de vida o muerte no se da dentro de una comuna, aunque lo trascendente que pueda tener un comicio, más aún comunal, hace rato no tiene demasiado sentido.
Ello sin contar que suena bastante mirador en menos pensar que pavimentar una calle, o autorizar una feria libre o quitarle la patente a una botillería no sea muy elevado ni importante, dado es la experiencia directa que casi todo el mundo tiene con lo político. Un alcalde está a cargo de la educación o la salud de mucha gente y es el intermediario, el que pone firma a muchas soluciones, aunque no sea con recursos de ellos. En cambio, un parlamentario habla. En Chile, los alcaldes son como verdaderos reyes, efectistas como pocos y capaces de crear redes clientelísticas como nadie. Son lo más cercano a un peronista a este lado de la cordillera, lo que de paso, le pone cierto sabor a nuestro medio político.
Llegará la campaña. Chapitas, folletos, poleras si te haces amigo de alguien de un comando (nunca están de más si planeas pintar la pieza, mudarte de casa o te hace falta un pijama), colgantes de celular o una polaroid y apretón de manos con el candidato. Una oportunidad histórica para comenzar a armar un archivo histórico de nuestro acervo electoral o juntar mugre, como se le mire. Y la elección por supuesto, pero para ello falta paño que cortar.