domingo, 1 de junio de 2008

El general

Si ya es dificil hablar de un muerto, mucho más lo es hablar del general, en especial si no es cualquiera, sino que el general del pueblo. Tampoco me gustaría hablar -aunque el oficio me traicione a veces- de la cobertura mediática que se hizo de su muerte y su epitafio, lo que ojalá se enseñe en las escuelas como lo que no se debe hacer, aunque probablemente sea una de esas lecciones que se olvide apenas se empiece la práctica. Por supuesto que esta culpa no es de Carabineros ni de su departamento de RR.PP., menos del gobierno. Es de una prensa que actuó como departamento de RR.PP.
Más que lo que se ha dicho en estos días, me quisiera quedar con lo que uno podía ver de él mientras vivía. Un general que tenía cara, voz, gestos, palabras de paco. Y que quería a su institución como un paco, con el alma. Eso es todo, lo que sin duda es bastante y en general, habla muy bien de él. Pero de ahí a ser el general del pueblo, bueno son comparaciones un poco fuertes. Bien intencionadas quizá, pero desproporcionadas. Ojalá nunca vuelvan a existir generales del pueblo, sino simplemente buenos generales, lo que no es poco.
La tragedia, y más bien su relato, ha creado al general del pueblo, y frente a este relato, es sin duda difìcial argumentar una visión distinta, un matiz distinto siquiera. Cuando criticaba a los tribunales, no se menciona a un comandante en jefe opinando de un poder del Estado, sino a un general que se ponía de parte del pueblo que sufre con el lumpen y el crimen. Cuando prometía una virtual cacería de los asesinos de sus hombres, mas bien recordaba a un general presto a vengar la derrota sufrida en el campo de batalla que a un procedimiento policial regido bajo ciertos derechos, que incluso los peores criminales tienen. En fin, una serie de muchos otros matices que la trágica muerte, el relato que nos llega -de los medios- fue muy deficiente. Insisto, no necesitábamos comunicados del departamento de RR.PP de Carabineros, sino periodistas que hicieran trabajos de periodistas, no de relacionadores públicos. Esta bien que el periodismo institucional sea una fuente importante de trabajo a una profesión devaluada en terminos de salarios y de formación, pero el periodismo sigue siendo un oficio que necesita rigor, porque forma opinión.
El grueso de los chilenos -y de cualquier país- no se forma opiniones investigando temas ni sopesando argumentos -por que no se puede estudiar todo-, sino que realizando actos de fe en que su prensa le informe con rigor.
La trágica muerte hace que hace estos planteamientos suenen desubicados, fuera de contexto y que un matiz distinto de lo que vimos, escuchamos y leímos parezca imposible. Es de muy mal gusto hablar de los muertos, de este muerto cuando recién fue enterrado, aunque sea para comentar la barbaridad del trabajo de prensa de estos días. Las lágrimas de la familia de los oficiales en Panamá, el dolor de ellos impide ver el desastre que fue la prensa en estos días. Ojalá que del homenaje al general del pueblo se pase a la evaluación del general, probablemente el buen oficial y buen padre de familia, para así dar paso a su truncada gestión como comandante en jefe, con sus luces, pero también con sus grises.